Árbol inmóvil - Feminicidios: miedo inextinguible
En opinión de Juan Lagunas
Las mujeres de Morelos atraviesan una atmósfera oscura, casi interminable (a causa de la torpeza y negligencia de José Antonio Ortiz Guarneros, comisionado estatal de Seguridad): la violencia feminicida.
A decir de algunas, cada día es una incertidumbre: “salimos a trabajar, al mercado, a diferentes actividades y… No sabemos si vamos a regresar…”. El clima de beligerancia sigue multiplicándose -ante la ineficacia de los encargados de combatir el crimen-. Cuernavaca, Cuautla, Jojutla, así como los municipios de la zona sur son los más peligrosos. La inseguridad se eleva (como una tolvanera en medio de los vientos inclementes del otoño).
Una fémina ultimada simboliza 1000 puntos menos para este régimen, donde sólo les interesa el futuro político. La estabilidad social es una utopía. Podemos agregar otros fenómenos (que, de igual forma, se han salido de control): secuestro, robo a hogares y a transeúntes, trasiego de enervantes (es común divisar, ahora aún más, la presencia de un llamado “tirador” de mariguana en estas colonias de la capital: Satélite, Antonio Barona, Los Patios de la Estación, entre otras).
Sin duda, la estrategia anti-delitos es una falla continua. Empero, el apoyo que el gobernador le da a Ortiz Guarneros es indescriptible: ¿qué elementos necesita para proceder a su destitución?
El panorama, según Octavio Paz, está ataviado de “desamparo”. Y, a la vez, de angustia, dolor (por la pérdida de un consanguíneo) y, sobremanera, muerte. El hedor de la amargura es un incienso que se esparce (con mayor vehemencia) en las calles, avenidas, parques y casas (a cualquier hora del día).
Por ejemplo, la alerta de violencia de género no es prioritaria. La mujer está inmersa en un territorio “comanche” (expresión decimonónica que significa “peligro”). No hay garantías de salvaguarda humana. Las directrices oficiales son erróneas y, lo peor, incorregibles (por la culpa de un sistema inadmisible y aciago).
No se han exterminado las desigualdades. La brecha sigue en ascenso… Por doquier, se puede observar una violación sistémica a los derechos humanos. Los métodos preventivos son expresiones verbales, mas en la práctica: “sensaciones quiméricas”.
Una vecina (quien sufrió la desaparición de un familiar) narra que el pánico se incrementa a medida que los minutos avanzan: “no puedes dormir… El sueño es innecesario. Lo lamentable es que te vas debilitando…”. Asimismo, revela que, casi por “inercia”, la angustia propicia una caída hacia un abismo de desesperación.
Los testimonios de abandono se reproducen en este escenario de pandemia, plagio y violencia contra la mujer.
Con base en la Comisión Independiente de Derechos Humanos, los niveles de hostilidad no cesan. Y advierte que éstos traen consigo otros daños, como: un resquebrajamiento del tejido social. Agregaría uno: el exilio. Los familiares de las víctimas recurren a la dispersión (como una gota de lluvia que se disemina en el aire y la tierra). Sacrifican todo para buscar un lugar de alojamiento, sin pensar, quizá, que ahí también enfrentarán el desenfreno de la transgresión (junto con su contrario complementario: la desidia y simulación de la autoridad).
El sexo opuesto es doblemente victimizado. Nadie está exento. Existen madres solteras, meretrices, hermanas, hijas, amantes, religiosas, estudiantes, púberes, trabajadoras domésticas, profesionistas, burócratas y demás, que están a merced de este halo en descomposición que se llama “estado” (fallido).
Hay un sector que se sitúa en la marginación, porque sólo la élite (los “favoritismos”) puede obtener ciertos cargos (con mejores percepciones salariales). No obstante, la mujer morelense reclama, en general, respeto. No se siente tranquila en ningún lado. Camina en el sendero de la soledad (del vacío de la nula operación del gobierno). El jefe del Ejecutivo sabe de esto. Lo evade.
Algo más: entre las mismas féminas se acrecienta la discriminación. Se segregan entre sí. Los altos mandos se aprovechan de su cargo (o posición estructural) para reprimir.
En la fase onírica, algo me atrae… Es una cita del poeta Antonio Machado:
“Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer”.
VENTRÍLOCUO SILENTE
El 2019 concluyó con 100 ASESINATOS CONTRA MUJERES. Fue el más violento. El rango de edad más alto osciló entre los 21 y 30 años (con 25 casos); seguido del de 31 a 40 años -con 19-. En tercer lugar: de 41 a 50 (8).
El confinamiento, además, aumentó el maltrato hacia ellas. Esta vida es un fragmento del fin del mundo (guardando las proporciones).
¿Hasta el siguiente jueves?