Serpientes y escaleras - Violencia, el otro virus

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Violencia, el otro virus

Algo nos pasa como sociedad cuando a pesar de la crisis, los hechos violentos no paran.

 

Violencia, el otro virus

Mientras observamos el avance de la pandemia provocada por el covid-19, otro añejo mal sigue golpeando al estado y a sus habitantes: la violencia. Hasta el día de ayer el conteo oficial de la Secretaría de Salud refería que en Morelos hay 46 casos positivos de coronavirus, 106 sospechosos y 7 defunciones en 14 de los 36 municipios que conforman la entidad. La otra numeralia es brutal: en poco más de 3 meses del 2020 se han registrado 161 muertes violentas, incluyendo el asesinato este fin de semana de tres médicos del Seguro Social. La delincuencia mata más que la pandemia.

Desde hace varios años Morelos está metido en una espiral de violencia que no ha podido ser detenida por nada ni por nadie; primero el combate era desde los municipios: cada alcalde definía la estrategia y el camino a seguir, enfrentaba a los grupos criminales y establecía sus propios planes de seguridad. Luego llegó Graco Ramírez y les arrebató el control de las policías, centralizó el mando de todas las corporaciones y estableció un ambicioso plan que, dijo, resolvería lo que los ediles no podían.

Pero nada de lo que el perredista prometió se logró, la situación empeoró y su modelo de Mando Único en lugar de estructurar una policía más profesional y efectiva sometió a la corporación a los intereses del jefe en turno. Las consecuencias son irrefutables: bajo el esquema de MU los hechos violentos aumentaron, el número de asesinatos creció exponencialmente y llegaron nuevos cárteles criminales. Todo se agravó con la llegada de Capella.

Año tras año el problema delictivo se ha complicado y la violencia se ha convertido en algo común en la entidad. Hace tiempo los criminales actuaban lejos de las zonas urbanas, fuera de la capital y principalmente de noche. Hoy todo ha cambiado: la violencia se presenta en cualquier momento y lugar, a cualquier hora del día y sin importar que haya cámaras grabando los hechos.

Peor: de un tiempo para acá el modus operandi de los cárteles ha cambiado y parece retar permanentemente a la autoridad; ahora no solo actúan a plena luz del día, también dejan mensajes, anuncian sus siguientes acciones, graban sus acciones y hasta las publican en las redes sociales.

El problema es general y aparece en todo el país, es obvio que para los grupos delictivos no existe una figura de autoridad en México, ni les merecen respeto los jefes de la policía; una y otra vez desde hace años los cárteles amenazan a los mandos, les dejan cartulinas acompañadas de cuerpos sin vida y algunas veces, como hace un par de días, las personas mutiladas son tiradas frente a sus instalaciones.

La violencia que provocan los grupos delincuenciales es un problema latente que momentáneamente se ha visto opacado por la pandemia del covid-19. La atención generalizada está en la multiplicación de los casos de coronavirus y el intento de todos los sectores por frenar la velocidad de contagio. En paralelo están estos hechos que siguen ocurriendo, que no paran por la cuarentena y que por el contrario, aprovechan esta situación para actuar con mayor impunidad.

Lo ocurrido la semana pasada en Temixco muestra la gravedad del problema: una noche se escucharon ráfagas de armas largas en la colonia Otilio Montaño, más tarde el hallazgo: la cabeza cercenada de un niño de 8 años a quien presuntamente se le acusaba de ser “halcón” y vigilar puntos de venta de droga.

Unos días despues asesinaron a tres médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social; los especialistas estaban dentro de una vivienda en la comunidad de Tilzapotla en Puente de Ixtla; según la versión oficial llegó un comando armado que los asaltó y luego robó sus pertenencias. El hecho generó indignación colectiva y reclamos a la autoridad.

La pandemia del covid-19 y el aislamiento colectivo de gran pare de la población en el mundo no ha frenado la oleada de violencia; según datos del Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en México cada día del 2019 se asesinaron a 80 personas; del 27 de febrero a la fecha, cuando se implementaron las medidas de combate al coronavirus, el promedio diario de asesinatos bajó a 77.

En algunos estados donde la pandemia se ha mostrado con más fuerza, como en Jalisco, los delitos y la muertes violentas disminuyeron drásticamente, lo cual podría entenderse por el cambio de patrones de actuación de la sociedad. Dice Lawrence E. Cohen: los crímenes no ocurren en el vacío, sino en función de los ritmos de interacción entre las personas, en el contexto de sus actividades rutinarias; cuando existen cambios en estas actividades, los patrones delictivos también lo hacen.

En Morelos la incidencia delictiva no ha bajado, al menos en lo que se refiere a hechos de violencia; en las últimas semanas hemos visto la crudeza de los grupos delictivos, con ataques armados, ejecuciones y acciones que salen de cualquier lógica de humanidad.

Se trata, según explican ellos mismos a través de sus mensajes, de una limpia, de un reacomodo de piezas y una purga social. Quienes cometen las acciones violentas justifican sus actos en la defense social, en la eliminación de aquellos que agreden a la gente y cometen acciones que lastiman a las familias. Difícil de entender cuando el fuego se combate con fuego.

La pandemia no acabó con la violencia y el encierro colectivo no disminuyó los niveles de criminalidad; los asaltos y el cobro de piso deben haber bajado, pero porque la mayoría de los negocios están cerrados.

La situación no es exclusiva de una entidad, en casi todos los estados del país, principalmente en la zona centro de México, se mantiene la misma incidencia delictiva; los grupos criminales operan y pelean por las plazas, la policía observa y parece relegarse, como si aprobara esta guerra que de alguna manera depurará los grupos criminales.

La violencia sigue porque los criminales están activos; los bandidos no se quedan en casa, los pillos no guardan distancia; con el esfuerzo colectivo la crisis del covid-19 pasará en unos meses, pero el problema de inseguridad y violencia seguirá ahí, igual o más fuerte que ahora.

  • posdata

La contingencia evitó que la presidenta del DIF Morelos rindiera su primer informe de actividades; la pandemia del covid-19 obliga a evitar este tipo de actos, pero en contraparte la información concerniente a lo hecho durante el 2019 se compartirá a través de las diferentes plataformas electrónicas de la dependencia y del gobierno estatal.

Algo hay que reconocer a Natalia Rezende: su trabajo al frente del DIF es ejemplar y su entrega personal merece reconocimiento; hace mucho que Morelos no tenía una primera dama con la sencillez y la humanidad de esta mujer.

  • nota

La pandemia puso contra la pared a todos los países del mundo y envió a sus casas a millones de personas. El covid-19 avanza aceleradamente en algunas naciones, supera ya el millón y medio de infectados y ha provocado más de 85 mil muertos a nivel mundial. En México el conteo es menor, pero no menos preocupante: 275 muertos, 4 mil 219 casos confirmados y 9 mil 983 sospechosos.

La crisis sanitaria ha sacado lo mejor y lo peor de la sociedad; hay personas y negocios que de manera voluntaria ayudan a los demás, regalan alimentos, brindan ayuda y respaldan a los más desprotegidos. Empresas y empleados caminan de la mano y en algunos casos dialogan para encontrar un punto medio que permita a las compañías seguir viviendo sin tener que despedir al personal.

La situación no es sencilla desde ningún ángulo, la gente se preocupa, cuida su salud y la de los suyos, se resguarda y se protege en la medidas de sus posibilidades, pero también comprende que el golpe económico de esta situación es enorme y que después de la contingencia muchos se quedarán sin trabajo, sin negocio y sin manera de subsistir.

Es imposible ver una situación sin la otra: la gente cuida de su salud, pero se preocupa de su economía; algunos siguen saliendo porque viven al día, porque la necesidad los obliga, pero aún en esos casos las cosas no son fáciles porque las ventas han disminuido drásticamente.

En medio de todo, de la pandemia, de la violencia y de la preocupación económica aparece otro hecho lamentable: las agresiones a personal médico.

La primera noticia fue el caso de seis enfermeras de Guadalajara a quienes un grupo de taxistas les negaron el servicio y las insultaron. Luego en Culiacán un hombre arrojó cloro a una enfermera, posteriormente en San Luis Potosí cuando una señora y sus dos hijos agredieron a una profesional de la salud y nuevamente en Mérida, cuando a otra le aventaron café caliente en la espalda.

La reacción de la gente se explica en el miedo de ser contagiados, pero no se justifica de ninguna forma. Los médicos y las enfermeras son seres humanos que también tienen miedo, pero cuyo espíritu de servicio los mantiene firmes en una lucha global que libra la humanidad contra un virus. No hay manera de comprender una agresión, mucho menos cuando es contra un sector que todos los días arriesga su vida tratando de salvar las vidas de otros.

En Morelos también han aparecido ese tipo de reacciones: pobladores de Axochiapan amagaron con quemar el hospital de su comunidad si la Secretaría de Salud se atrevía a reconvertirlo en Hospital Covid-19; la gente actuó con violencia, amenazó con quemar el lugar o correr a todo el personal para que les dejaran el nosocomio, porque no querían correr riesgo de contagios y ahí “solo los atenderían a ellos”.

La expresión de los pobladores de Axochiapan rayó en la imbecilidad: ¿Quemar el hospital? ¿Expulsar al personal para quedárselo ellos? ¿Y luego? Fue una actuación por impulsos sin un ápice de inteligencia. En Sabinas Hidalgo, Nuevo León, incendiaron un hospital en desuso que sería habilitado por militares.

Dice el internista E. Torres: “La gente cree que quienes los contagiamos somos nosotros y como escucharon que con cloro se mata al virus es con lo primero que agreden… les avientan cloro a las enfermeras, pero no he escuchado que nadie le haya hecho lo mismo a algún médico”. Mayra Borbón, doctoranda en la UAM e integrante del Parlamento de Mujeres de Ciudad de México, cree que detrás de las agresiones hay misoginia: “El 85 por ciento de los profesionales de enfermería son mujeres. Esa profesión está ligada al ‘cuidado’ de los pacientes y no al ‘diagnóstico’, que le pertenece a la figura intelectual del médico. Una enfermera ‘ejecuta’ las indicaciones de un superior, por lo general, de un médico varón, y son vistas como profesionales de segunda, casi como técnicas. Por eso las personas asumen que pueden agredirlas”.

Cualquiera que sea el motivo y el fondo, agredir a médicos y enfermeras o a cualquier persona que está enfocada al cuidado de enfermos y combate al covid-19 es una tontería. Ellos son nuestra primera línea de batalla y las personas a quienes más deberíamos cuidar hoy y siempre.

Insisto: la pandemia saca lo mejor y lo peor de las personas.

  • post it

En 1975 el gobernador Felipe Rivera Crespo designó a Hugo Salgado Castañeda sustituto de notario; en 1982 el gobernador Armando León Bejarano lo confirmó como notario público número 2 en Cuernavaca Morelos. De eso hace ya 38 años.

Hugo Salgado continúa al frente de la notaría y durante este tiempo, además, ha participado en la academia, ha formado notarios, ha sido maestro de muchos abogados y se ha destacado como un entusiasta promotor de la identidad y el regionalismo; su amor por Cuernavaca es inocultable.

La fama y el reconocimiento de Hugo no son fortuitos, se sustentan en el trabajo profesional, en el esfuerzo constante y en la actitud positiva; muchas veces es el primero en llegar a su oficina y casi siempre es el último en irse. Dedicación y entrega es lo que pide a los demás y predica con el ejemplo.

Nativo de la capital de Morelos, del barrio de San Antón, Hugo es también una figura querida y reconocida por muchos, es alguien que siempre tiende la mano a los demás y de manera natural busca ayudar a quien lo necesita. Pocas personas hay en Morelos con la capacidad de conciliación y respeto de Hugo, su fama es resultado de años de esfuerzo cotidiano, de ahí que mucha gente de todos los rincones de México lo buscan todos los días para pedirle ayuda o consejo.

Treinta y ocho años como notario público no son poca cosa, son toda una vida dedicada a dar fé pública.

¡Felicidades primo!

  • redes sociales

Día… quien sabe cuántos de cuarentena. Entre todas las cosas importantes que no debemos perder está el ánimo.

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