Serpientes y escaleras - Lucrar con la tragedia

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Lucrar con la tragedia

La estrategia de seguridad no funciona; en Morelos, como en el resto del país, todo pasa y nunca pasa nada.

 

Lucrar con la tragedia

La inseguridad en Morelos igual que en todo México es un problema muy grave, muy grave, que apunta a ponerse peor. Los constantes hechos de violencia y la impunidad con la que operan los grupos de la delincuencia organizada se combina con el incremento de los delitos del fuero común, esos que le pegan de lleno a todos los ciudadanos. En el estado la historia se repite una y otra vez sin que nada cambie: muertos, balaceras, ejecuciones, ajustes de cuentas, atentados… todo pasa y nunca pasa nada. Mientras tanto las autoridades y nuestros gobernantes pelean entre sí.

La agresión que sufrió la semana el exdiputado local Javier Estrada González se suma a la larga lista de hechos violentos que hemos visto en los últimos años, terribles todos, pero que a pesar de su impacto no modifican el estatus de las cosas. Pongámoslo de esta manera: nos hemos acostumbrado a vivir entre violencia, a cuidar nuestros movimientos y evitar zonas catalogadas como de alto riesgo, porque sabemos que las autoridades no hacen nada.

Los expertos en seguridad refieren que un atentado es imposible de prevenir, porque se trata de un acto violento premeditado, planeado con la intención de causar daño, destruir o provocar la muerte de una o varias personas. Por ser un acto deliberado y planificado hacia un objetivo específico, la prevención de una acción de este tipo es sumamente compleja y no existe una solución única o infalible; aunque los trabajos de prevención del delito ayudan a cuidar el entorno, en este tipo de hechos representan un desafío complejo y en evolución constante para las autoridades, porque se trata de eventos planeados que ocurren circunstancias específicas, tomando en consideración la ausencia de policía en el momento y lugar de los hechos.

Una y otra vez las autoridades de los tres niveles de gobierno han defendido su posición en este tipo de situaciones con el argumento de que son ataques directos, de acciones en las que participa la delincuencia organizada o que implica el ajuste de cuentas entre personas vinculadas a algún tipo de delito. En otros casos, como el de Juan Jaramillo Frikas, la diputada Gabriela Marín, Rogelio Vallejo, hermano de la diputada Macrina Vallejo o ahora Javier Estrada González, se trata de hechos distintos, de acciones que no encuadran en esa lógica, aunque evidentemente implican una acción premeditada.

El problema que vivimos los ciudadanos en materia delictiva no radica solo en las fallas del plan de seguridad que ha implementado el gobierno de la república y que se replica en la mayoría de los estados y municipios del país; evidentemente estamos frente a una estrategia fallida que ha costado la vida a cientos de miles de persones, que coloca los derechos humanos de los delincuentes por encima de las víctimas y carece coordinación, prevención y trabajo de inteligencia. Lo peor es que el tema, además, se ha politizado y desde hace años se volvió moneda de cambio entre actores de poder; en el caso de Morelos se volvió una herramienta para enfrentar al rival en turno.

Veamos lo que ocurre en la tierra de Zapata: en los últimos meses fue asesinada una diputada local en funciones, madre de una pequeña de apenas unos meses de nacida y más tarde también fue privado de la vida el hermano de otra representante popular; ahora ocurrió la agresión contra el dirigente del partido Verde, miembro de una de las familias más icónicas de Cuernavaca. ¿Qué paso luego de la ejecución de los dos primeros? Nada. ¿Qué sucederá tras la agresión al exdiputado? Probablemente nada.

En los últimos meses los morelenses hemos sido testigos de cómo la inseguridad se ha convertido en un elemento constante en el discurso político de los legisladores; pero a pesar de lo controversial, la postura de los diputados no ha ido más allá del escarnio, del ataque al gobernador y al comisionado de la seguridad por la falta de resultados; en contraste con su beligerancia contra el ejecutivo por los constantes hechos de violencia que ocurren en la entidad, existe una evidente pasividad y desinterés por que se aclaren los asesinatos de Gabriela Marín y Rogelio Vallejo. Para esta legislatura el problema de inseguridad no representa un problema social, sino un arma contra el gobernador.

El punto delicado de la situación que vivimos es ese: en lugar de que los representantes de los tres poderes sumen esfuerzos en un tema que evidentemente ha rebasado al estado mexicano y tiene a los ciudadanos contra la pared, utilizan la violencia para sacar raja política personal, para enfrentar al rival y lucrar con la desgracia; en el fondo a ninguno de los diputados les preocupa que la inseguridad aumente o que la violencia aparezca por todos lados. De esa manera la situación nunca va a cambiar.

Evidentemente la estrategia de seguridad implementada en Morelos no ha dado resultados y para muchos es considerada un fracaso, porque no ha mejorado la situación; el plan local es réplica de lo que se hace a nivel federal en todos los estados y el propio comisionado de seguridad José Antonio Ortiz Guarneros es una figura que llegó a la entidad enviado, avalado y respaldado por el gobierno de la república. El desastre de la estrategia local no es único, lo mismo se ve en otras entidades porque se trata del planteamiento del presidente Andrés Manuel López Obrador que se rige bajo la lógica de “abrazos y no balazos”.

Lo ocurrido la semana pasada a Javier Estrada González es muy grave, generó una enorme polémica y múltiples comentarios; lo mismo sucedió cuando privaron de la vida a la diputada Gabriela Marín. Lamentablemente la historia reciente nos hace pensar que a pesar de la gravedad de los hechos nada sucederá más allá del escándalo mediático y muy pronto la atención de todos estará puesta en la siguiente historia violenta o en el próximo escándalo político.

Nuestras autoridades y representantes populares han olvidado la esencia de su cargo y la responsabilidad que conlleva su puesto; desde hace años lo que prevalece en la agenda estatal es el interés personal, lo que guía sus pasos son los objetivos individuales y lo que define sus acciones es el rencor. La lucha contra la delincuencia no funciona no solo porque los encargados de las policías no han tenido la capacidad para hacer correctamente su trabajo, tampoco porque las corporaciones están cortas de recursos, les falta personal, equipo y armamento. No ha funcionado en buena medida porque quienes ostentan el poder están empeñados en hacer de este problema un instrumento político para acceder al poder.

A los políticos de Morelos les gusta lucrar con la tragedia.

·         posdata

Continuemos con el tema de los precandidatos de Morena en Morelos ¿Quién es capaz de generar unidad al interior del partido?

La senadora Lucía Meza Guzmán es la mujer con mayor conocimiento en las encuestas; obvio: ha participado en varias campañas políticas desde hace dos décadas, ocupa permanentemente espacios en los medios de comunicación por su rol como senadora de la república y tiene enfrente a dos precandidatas que nunca han competido en una elección.

El nivel de conocimiento de Meza Guzmán contrasta su alto nivel de desgaste público, es decir, muchos de quienes la conocen no tienen una buena imagen de su persona ni de su trabajo, y por supuesto no votarían por ella. Al interior de Morena tampoco se trata de la mejor carta que tiene el partido: empezando porque la senadora no es militante, ni se ha preocupado por acercarse a las bases morenistas, lo que representa para muchos es una figura fuertemente relacionada con el exgobernador Graco Ramírez, que durante cinco años jugó en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador de la mano de Ricardo Monreal y que en el 2021 impulsó la creación de un partido distinto a Morena, Fuerza por México, con los recursos de Pedro Haces.

La relación de la senadora con los precandidatos locales no es buena, aunque en los últimos meses ha tratado de dialogar con algunos de ellos; de los ocho aspirantes a la gubernatura solo tiene buena relación con Rafael Reyes. La dama está enfrentada con el gobernador, está distanciada de la dirigencia nacional del partido y enfrenta el veto del comité estatal; los políticos morelenses conocen bien a Lucía Meza, a su carácter y la forma como se comporta cuando ejerce el poder. La misma impresión que tienen de ella quienes en las encuestas dicen conocerla, pero no simpatizar con su figura la comparten sus compañeros de partido.

La senadora Lucía Meza Guzmán es la precandidata más conocida de Morena, pero no necesariamente la que más votos obtendría en una elección y está muy lejos de ser un factor de unidad entre quienes compiten por la nominación del Movimiento de Regeneración Nacional en Morelos. Un dato extra: el conocimiento es solo uno de los diez rubros que se toman en cuenta en las encuestas de Morena para seleccionar a sus candidatos en los estados.

·         nota

Hablando de odios políticos personales: apenas unos minutos después de conocerse la noticia sobre el atentado contra Javier Estrada González, el exgobernador Graco Ramírez se apuró a extender su pésame “por el artero crimen de Javier Estrada, dirigente del PVM #Morelos”.

Oportunista como siempre, el tabasqueño tomó un hecho lamentable para arremeter contra su sucesor, sin importarle que al momento de su publicación la víctima se encontraba en condición grave, pero con vida.

Ahí radica el problema de fondo en el tema de la inseguridad que hoy vivimos: a los políticos les interesa más lucrar con el dolor de la gente que atender la crisis. Precisamente por este tipo de posturas y odios personales, el gobierno de Graco Ramírez fracasó y fue un desastre en materia de combate a la delincuencia.

La estrategia de seguridad en esta administración no ha funcionado, pero lo que hizo Graco Ramírez en seis años es peor.

·         post it

Cuernavaca se convertirá en la candidatura más peleada por los morenistas después de que se elija al abanderado al gobierno estatal. En la capital Morena es oposición y el anterior alcalde, de Morena, fue a la cárcel por corrupto.

¿No será momento de que en la ciudad nos gobierne una mujer?

·         redes sociales

La agresión a Javier Estrada desató una oleada de mensajes y especulaciones en las redes sociales; la noticia corrió como reguero de pólvora y mostró la fragilidad de las redes sociales en términos de confianza. Muchas cuentas y portales se apresuraron a informar que el exdiputado había perdido la vida en el atentado, sin notar que en las imágenes que ellos compartían se veía a la víctima en una camilla. Cuestión de lógica: no se trastada a un hospital a alguien sin vida.

El tema es llamativo porque como este hay muchos ejemplos de cómo en el afán de “ganar la nota” u obtener likes, muchos dejan de lado la ética periodística y el respeto que merecen tanto las familias de las víctimas, como los lectores. Obviamente esto no lo entienden aquellos que sin rigor periodístico comparten información sin importarles que se trata de un rumor o de algo no confirmado.

Por cierto: algunos reporteros y medios serios, con credibilidad y profesionalismo, cometieron la pifia de asegurar que Javier Estrada había fallecido.

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