Serpientes y escaleras - Gobernar en solitario

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Gobernar en solitario

La confianza se gana segundo a segundo. Y se pierde en un segundo

 

Gobernar en solitario

La captura del ex gobernador de Chihuahua acusado por diversos delitos financieros cometidos contra las arcas de aquel estado obliga a volver a preguntar ¿Y a Graco Ramírez cuándo? Cuauhtémoc Blanco prometió una sola cosa en campaña: encarcelar al corrupto gobernador del PRD. Casi dos años más tarde la impunidad continúa, los ladrones se regodean y algunos que prometían llevarlo a juicio ya se sentaron con él y pactaron. La premisa de inicio de sexenio continúa: si no hay justicia, el enojo se volverá contra el nuevo gobierno. El problema es que detener a los pillos no es tan fácil como parecía.

Desde que fue alcalde de Cuernavaca el futbolista percibió que en el tabasqueño había un aura de maldad, por eso casi desde el principio de su administración se rehusó a pactar con él y rechazó cualquier alianza con su hijastro. A pesar de la insistencia que hubo de parte del jefe del ejecutivo y algunos personeros que estaban al lado del entonces edil capitalino, Blanco se mantuvo firme y defendió su postura y al hacerlo se convirtió en el estandarte de muchos que fueron lastimados por ese gobierno.

La postura del alcalde de retar al gobernador tuvo consecuencias inmediatas: desde el gobierno estatal se comenzaron a poner piedras en el camino de su administración, se retrasaba la entrega de participaciones al municipio, se negaban apoyos que recibían otros alcaldes, lo dejaron fuera de los proyectos estatales y la obra que se realizó en la capital se hizo sin la intervención del ayuntamiento.

Pero las cosas no quedaron ahí: desde la dirigencia estatal del PRD que ocupaba Rodrigo Gayosso inició una persecución personal contra Blanco Bravo, utilizaron distintos mecanismos para acceder a información privada del futbolista, se compraron voluntades y se formó un bloque político en el congreso cuyo principal objetivo fue impedir el avance del presidente municipal de Cuernavaca.

Poco a poco el ex seleccionado nacional se fue aislando de la clase política local; sus promotores, los hermanos Julio y Roberto Yáñez dieron el salto al bando contrario y vendieron información que pudiera llevar a juicio a Cuauhtémoc. Lo mismo pasó con quien fuera su coordinador de campaña Manuel Martínez Garrigós, con su amigo ex futbolista Moctezuma Serratos, con su cuate Juan José Arrese y su aliado José Luis Borbolla. El recelo del deportista hacia los morelenses se entiende a partir de eso: llegó a Morelos sin conocer a nadie y con quienes se juntó, le dieron la espalda y lo engañaron.

Frente a la orfandad política en la que quedó, el presidente municipal capitalino se refugió en aliados coyunturales como el obispo de Cuernavaca, y nuevos amigos que fueron surgiendo en el camino y le acompañan hasta la fecha, como Alejandro Villarreal, Pablo Ojeda, Víctor Mercado, Alexander Pisa o Eliacín Salgado.

Sortear la tempestad que derivó de enfrentar al gobernador no fue cosa fácil y personalmente costó muchas horas de sueño al futbolista. Los ataques contra el edil fueron desde todos los flancos: en lo financiero contra su administración, en lo político como figura pública y hasta en lo personal, interviniendo su comunicación privada, agrediendo a su familia y amenazándolo con llevarlo a la cárcel.

Hubo tres frentes de ataque contra Cuauhtémoc Blanco: el ejecutivo estatal, la dirigencia estatal del PRD y el congreso local. En este último espacio, controlado absolutamente por el hijastro del mandatario estatal, hubo personajes que jugaron un rol principal, operando políticamente con el resto de los legisladores, entregando apoyos económicos para alcanzar acuerdos, buscando respaldo federal para golpear al futbolista y aportando información personal que lastimara a la familia de Blanco. Julio Yáñez, Francisco Moreno, Jaime Álvarez, Francisco Santillán, Julio Espín, Mario Chávez, Silvia Irra, Hortencia Figueroa, Beatriz Alatriste, Enrique Laffite, Norma Popoca, Edwin Brito y Eder Rodríguez eran el primer escuadrón de ataque de Rodrigo Gayosso.

Con estos diputados Graco Ramírez y Rodrigo Gayosso no solo atacaron las aspiraciones políticas y la vida personal de Cuauhtémoc Blanco; ellos fueron piezas clave para que el gobierno anterior realizara una serie de cambios legales y administrativos que representarían a la postre la mayor y más fuerte red de protección del tabasqueño luego de que dejara el cargo.

Fue esa legislatura la que dio autonomía y nombró a los fiscales que hoy protegen a Graco Ramírez, también fue ahí donde se cambiaron leyes e hicieron reformas constitucionales para prevenir investigaciones y sanciones futuras a la administración 2012-2018, fue en ese parlamento que se ideó y ejecutó el juicio político que pretendía expulsar del ayuntamiento y meter a la cárcel a Cuauhtémoc Blanco y también en donde se proceso el acuerdo con el poder judicial, para que los procesos jurídicos contra el tabasqueño no avanzaran.

El recuento de todo esto sirve solo para hacer memoria de lo que ha ocurrido en los últimos años en Morelos y para recordar a quienes hoy hablan de honestidad y en el pasado fueron parte de la corrupción; también nos permiten entender el recelo personal del jefe del ejecutivo hacia la clase política y sobre todo comprender porqué ha sido tan complicado llevar a juicio al ex gobernador y a sus secuaces.

Cumplir con su única promesa de campaña ha sido muy difícil para el mandatario morelense por dos razones concretas: hay una estructura política, legal e institucional muy fuerte que protege al gobierno anterior y el equipo que acompaña a Cuauhtémoc Blanco Bravo no sabe cómo librar esta barrera ni se deja ayudar.

El incumplimiento de esta promesa de campaña es un punto que muchos dentro del gobierno estatal no han observado con la importancia que requiere; para el primer círculo del mandatario este tema quedó en el pasado, ha dejado de ser prioritario y solo eventualmente, cuando se acuerdan, vuelven a abordarlo sin tomar en cuenta que dentro del poder ejecutivo hay personas que ya se sentaron a pactar con el es gobernador.

Cuauhtémoc Blanco tiene fundadas razones para desconfiar de la clase política local y para insistir, como lo dijo recientemente, que él “nunca ha sido ni será político”. Tomando en cuenta su primera experiencia con el poder y la manera como fue engañado, usado y traicionado por quienes supuso sus amigos, es comprensible su recelo a convivir con un sector que ha hecho del engaño una forma de vida.

El mandatario no puede estar al lado o actuar de la misma forma que este tipo de personajes, pero tampoco puede gobernar solo. Sería muy grave que el jefe del ejecutivo emulara a aquellos a quienes combatió, que repitiera lo mismo que siempre criticó o se hiciera acompañar de quienes reiteradamente han lastimado a la ciudadanía.

Igual de peligroso es continuar como hasta ahora: receloso, aislado, escuchando solo a los mismos, confiando en quienes no han dado resultados y bajo la misma línea que le ha generado problemas. El mandatario necesita darse la oportunidad de confiar en la gente de Morelos, de conocer mejor al estado y a sus habitantes; Cuauhtémoc necesita recuperar el instinto que en las canchas lo convirtió en una reconocida internacionalmente.

Morelos enfrenta un escenario complejo que no se resolverá en el corto plazo y está más allá del alcance de un gobierno. El estado necesita la suma de todos, la multiplicación de fuerzas y la definición de un mejor enfoque institucional. Cuauhtémoc Blanco necesita ayuda, requiere de la sociedad para avanzar en los objetivos de la agenda y le urge una revisión profunda al actuar de su gobierno bajo una premisa básica: resultados.

Hacer justicia en Morelos, llevar a juicio a los corruptos, dar un golpe certero a la impunidad y poner un alto a los abusos, son aspectos que sí están al alcance del gobernador. Para lograr estos objetivos se requiere voluntad, decisión, conocimiento… y hacer a un lado a quienes desde el gabinete ayudan a los pillos.

Llamar a cuentas a los corruptos no es solo una incumplida promesa de campaña, representa un punto que ha lastimado severamente la credibilidad en la nueva administración.

  • posdata

En política no actuar o hacerlo tarde tiene consecuencias.

Jorge Carrillo Olea fue advertido durante mucho tiempo de los problemas que le ocasionaría su policía, de las graves situaciones que se presentaban en su procuraduría y de cómo desde su estructura de seguridad se orquestaban los secuestros. El mandatario nunca escuchó y cuando finalmente reaccionó ya era tarde.

Lo mismo ocurrió el sexenio con Sergio Estrada Cajigal: al panista se le dijo en innumerables ocasiones que su frivolidad personal tendría consecuencias políticas, que la confianza brindada a sus amigos no se respondía con resultados y que su jefe de policía era un torturador y asesino. El mecánico nunca quiso escuchar y la bomba le explotó en las manos; cuando trató de corregir fue tarde.

Marco Adame llegó con la fama de ser un hombre honesto, prudente y sensible a las necesidades de la población. Rápidamente esa imagen se perdió porque desde el primer día de su mandato comenzaron a notarse los excesos de su familia, brilló la ambición de su esposa y se hicieron públicos los escándalos de sus hijos. Al médico se le advirtió que esa actitud le generaría problemas y no escuchó; al final, quien no pudo controlar a su familia fue incapaz de gobernar al estado.

Cosa similar sucedió con Graco Ramírez: la fuerte personalidad del perredista fue domada por la dura actitud de su señora y las ocurrencias de sus hijos. El tabasqueño cometió diversos errores desde el principio, el principal compartir el poder; de ahí derivó todo lo demás que concluyó con el fracaso de una administración que pasará a la historia como una de las peores. A Graco se le dijo siempre cuál sería su problema, pero no escuchó o su esposa lo obligó a que no hiciera caso.

En política no se trata de escuchar todo y a todos, pero es importante saber escuchar a tiempo lo que realmente está sucediendo. Para ello es clave que el gobernador se salga de la burbuja que normalmente rodea a la gente de poder.

  • nota

Antonio Villalobos quiere y puede volver a competir y eventualmente ganar la presidencia municipal de Cuernavaca. El joven político llegó al cargo de rebote, comenzó de manera trompicada, cometió errores por los malos consejos de su hermano y luego rectificó y comenzó una carrera ascendente en medio de la pandemia.

En el futuro político de Villalobos está Cuernavaca, sobre todo ahora que su dirigencia nacional ha dado luz verde a la reelección. El panorama electoral no es sencillo para el edil, pero las condiciones para que arranque su campaña con ventaja sobre los demás es evidente.

Entendamos algo: si es postulado por Morena, Antonio Villalobos irá por primera vez a una campaña como titular; el munícipe debe actuar con prudencia, no pecar de confiado y entender que a pesar de que ha crecido mucho desde que asumió el cargo, no es experto en estrategia, ni cuenta con experiencia en materia electoral.

Dejar de ir a pleitos innecesarios y mostrar una cara más madura es clave para la proyección que debe dar como candidato titular.

Si compite y gana, su proyección al gobierno estatal quedará trazada.

  • post it

Asegura Jorge Argüelles que el PES sí puede ir en coalición en Morelos en el próximo proceso electoral y añade que ya están en pláticas con algunos partidos para concretar este tipo de alianzas.

Obviamente el diputado Belindo no sabe de leyes e ignora casi todo lo que no tenga que ver con “bisnes”.

Su acceso a un cargo de elección popular es un error de la democracia; que alguien lo tenga como asesor/operador político es una tragedia.

  • redes sociales

Cuentan en redes sociales que recientemente se vieron juntos en un evento público a algunos tristemente célebres personajes de la vida política local. Ahí estaban Manuel Martínez Garrigós, Francisco Moreno Merino y Sergio Estrada Cajigal.

Curiosa es la política mexicana cuando algunos de sus actores comparten historias, mala fama y hasta pasajes de su vida personal.

Algún abogado penalista podría advertir que se trata de una asociación delictuosa.

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