Serpientes y escaleras - El equipo de la gobernadora

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - El equipo de la gobernadora

 

Tenemos una mandataria de primera con un equipo de segunda

 

El equipo de la gobernadora

Antes de iniciar su mandato Margarita González Saravia expuso las reglas de su administración: honestidad, trabajo, voluntad, respeto, identidad y confianza. Los nuevos funcionarios se comprometieron públicamente a una actuación apegada a estos valores, congruente con el proyecto de la 4T y comprometido con el estado. En cien días, dijo la gobernadora, se hará la primera evaluación del equipo. Veremos si es cierto.

“El tiempo se va muy rápido” comentó la gobernadora electa en una comida con directores de medios, un día después de haber recibido su constancia de mayoría que la acreditaba como ganadora de la elección. Han pasado varios meses desde entonces, transcurrieron más de cuarenta y cinco días del sexenio y pronto llegaremos al primer punto donde, dicho por la jefa del ejecutivo, se realizará la primera parada del gobierno para valorar lo que se ha hecho y la forma como se han desempeñado los miembros del gabinete.

Si tomamos como referencia lo que ha sucedido en gobiernos pasados esa fecha será de trámite, de autocomplacencia, para aplaudirse a sí mismos y presumir lo que se va a hacer. Hasta ahora las evaluaciones prometidas por los gobernadores han sido discursivas, porque nada se evalúa y nada cambia.

Margarita González Saravia no es la primera gobernante morelense que presenta un código de ética, que hace pública la filosofía del gobierno y pone plazos perentorios para evaluar el trabajo y/o presentar resultados. Hablamos de un formato común, de una acción trillada que se repite una y otra vez con distintos actores, pero siempre con el mismo resultado: nada.

Hasta ahora la gobernadora ha insistido que el suyo no será un gobierno como los de antes, que no repetirá las mismas fórmulas que han demostrado ser ineficientes, ni actuará en función de intereses particulares. Replicar lo mismo que ha fallado es garantía de que nada cambiará y eso, parece, no es lo que quiere la dama.

La duda razonable de los ciudadanos aparece cuando vemos a una gobernante que se enfrenta con una realidad difícil, con un estado convulsionado por la violencia, atrasado en el desarrollo, hundido en lo económico y desarticulado en lo social. La buena voluntad de Margarita González Saravia está fuera de duda, lo que no queda claro es si podrá alcanzar las metas trazadas con el equipo que tiene.

Y es que aunque en este punto del régimen todo es aplausos y buenos deseos, el gabinete que acompaña a la primera gobernadora de Morelos dista mucho de ser el que requiere alguien que plantea hacer cambios profundos. En el equipo de gobierno hay funcionarios valiosos, personajes con experiencia y capacidad, pero también figuras que nada tienen que aportar a una administración que dice ser diferente a las anteriores.

La gobernadora es una mujer de buena voluntad y una extraordinaria amiga; la confianza que profesa la jefa de gobierno a quienes la acompañas es loable, confirma que se trata de un ser humano con valores, solidaria, recíproca, que brinda su confianza sin cortapisas… lamentablemente no siempre recibe lo que ofrece, ni alcanza a ver más allá de lo que su buena voluntad le permite ver.

La tensión que comienza a generarse en torno a la nueva administración es producto de ello: el trabajo incansable de la gobernadora, su trato amable con todos y la accesibilidad que otorga a quien la busca contrasta con un gabinete disfuncional, dividido, a veces arrogante y en ciertos casos con la clara intención de repetir las prácticas de corrupción del pasado reciente.  

La luna de miel de la nueva administración terminará muy rápido, los signos comienzan a verse en todos lados, aunque desde la esfera institucional se niegue. La esperanza de un cambio positivo es mucha, pero la paciencia para esperar que llegue es poca.

El esfuerzo diario de la gobernadora es innegable, pero no está siendo percibido como debiera, se queda en los sitios en los que acude y en algunos pocos espacios que están atentos a su trabajo. Para el resto de la sociedad la historia del nuevo gobierno aún no se cuenta, pasamos de la guerra electoral, a la euforia del triunfo y ahora vivimos en un limbo político donde la gobernadora no acaba de construir la narrativa que necesita su administración.

Los primeros cien días del nuevo gobierno deberían ser, como lo dijo Margarita González Saravia, un punto de revisión interna, de valoración del trabajo y alcance de los objetivos; por supuesto es muy poco tiempo para observar algún cambio profundo o un movimiento estructural importante, pero sí permite medir el desempeño y la actitud de quienes forman parte del equipo.

Sí verdaderamente se hiciera un alto en el camino para evaluar las cosas, los cien días deberían dar paso a ajustes, algunos cambios y una nueva narrativa. Salvo el caso de la gobernadora en su actitud personal, en el resto del gobierno no se percibe un cambio que distinga una administración de otra, hablamos del mismo elefante blanco, de las mismas dependencias, con nuevos titulares, pero sin transformaciones que valga la pena resaltar.

En el terreno mediático las cosas no han mejorado: la percepción sobre el estado sigue siendo la misma: violento, convulsionado en lo político, dividido en lo social y desanimado hacia el futuro. El empuje que concedió el triunfo electoral no se está aprovechando, se está desperdiciando en retórica que no ayuda, que se pierde y que pronto se volverá desilusión.

Si lo vemos desde el terreno de la seguridad el arranque del nuevo gobierno ha sido el más violento de los últimos años, con más muertes, múltiples hechos delictivos y pocas acciones que hagan pensar que las cosas van a cambiar. La comunicación no es prioridad para este régimen y las consecuencias se comienzan a sentir en las ruedas de prensa, con preguntas cada vez más duras y pocas respuestas concretas, con una sociedad que comienza a perder la paciencia y lo expresa.

Tener una figura de valores y congruencia al frente del ejecutivo no es poca cosa, se trata de algo que no nos había tocado a los morelenses, una circunstancia que permite suponer que veremos cosas mejores, que finalmente llegarán los cambios que se esperan y se aplicará la justicia. Con una mujer como Margarita González Saravia como gobernadora se pueden pensar cosas chingonas, pero para que ocurran hace falta un mejor equipo.

La realidad supera la esperanza: Morelos requiere de mucho más que buena voluntad y el esfuerzo individual de la gobernadora, para que el estado salga del bache en el que se encuentra se requiere de un equipo de gobierno a la altura de las circunstancias, con capacidad, experiencia y la misma visión de su jefa. Y no lo tenemos.

Frente a la jefa del ejecutivo los funcionarios fingen, se mimetizan y simulan estar en la misma sintonía; cuando no están a su lado muestran su verdadero rostro, el mismo que han tenido los funcionarios de las últimas cuatro administraciones.

A Margarita González Saravia le hace falta gabinete.

·         posdata

El presupuesto 2025 fue entregado al congreso local; se trata del primer paquete económico elaborado por la nueva administración y también de una prueba para el equipo político de la gobernadora.

Morena tiene doce de las veinte curules que conforman la cámara local de diputados; para aprobar el presupuesto y cualquier otra reforma importante, incluida la destitución del fiscal general del estado, se necesitan catorce votos.

Los diputados de Morena tienen un enlace con el gobierno estatal y carecen de una figura de partido; fiel a la naturaleza de ese partido, el grupo parlamentario de la 4T está dividido, enfrentado y con figuras que juegan cada una para su lado.

La falta de conducción política en la bancada de Morena es notoria: no hay cabeza en el partido, no funciona la línea del ejecutivo y entre ellos apenas se soportan; incluso en lo cotidiano, en las iniciativas, en los discursos y en el debate, la oposición va ganando la batalla: se les nota más preparados, más profesionales y hasta con más habilidad para el duelo verbal.

La consistencia que se ve en el bloque opositor contrasta con la ambigüedad que hay en Morena; los primeros se mueven en un mismo sentido, operan juntos, dialogan permanentemente y tienen un mismo objetivo, del otro lado cada uno hace lo que quiere, la mayoría habla mal de su coordinador y comienzan a jalar agua para su molino.

Ese es el contexto en el que se discutirá el paquete económico 2025: por un lado veremos a una oposición incapaz de imponer sus condiciones, pero con los votos suficientes para detener el proceso; del otro lado hay una mayoría inservible, desarticulada y rebasada por las circunstancias.

Hay dos puntos que llaman la atención del presupuesto: el fideicomiso de obras municipales que crearon en la legislatura pasada, que manejaron a su antojo los diputados del G15 y la cláusula de transferencias que quiere el ejecutivo y que se volverá moneda de cambio.

El panorama no se ve sencillo porque unos querrán mantener vivo el fideicomiso, incrementando el techo financiero que era de más de 300 millones de pesos, mientras que los otros insistirán en conceder a la gobernadora la facultad de mover el dinero con libertad, cuando así lo requiera.

Los dos puntos pueden avanzar si las partes ceden, es decir, si Morena apoya el fideicomiso, que representa un negocio millonario para los legisladores y la oposición se hace de la vista gorda con la cláusula de transferencia. Sería un acuerdo de pillos: robas tú, robo yo, robamos todos.

Habrá que ver si en la propuesta del ejecutivo presentada al congreso se incluye el fideicomiso; si es así la posibilidad de un acuerdo con la oposición se fortalece, aunque sea replicando las mismas prácticas de corrupción que la gobernadora dice que combatirá. Si no se incluyó, la historia se pondrá interesante, confirmará que Margarita González Saravia cumplirá su promesa de “no dar dinero, aunque se quede sola” y corresponderá a su equipo político sacar adelante el paquete económico a base de diálogo, política y argumentos, no con sobornos.

En el tema del fiscal, el GP de Morena le falló a la gobernadora; el presupuesto es la segunda prueba para una bancada en donde sus integrantes aún no terminan de ponerse de acuerdo entre ellos.

·         nota

A propósito del fiscal: la gobernadora pasó de la promesa de cambiar al titular de la Fiscalía General de Justicia de Morelos a la súplica a la oposición para que la ayuden a remover a Uriel Carmona.

Margarita González Saravia ya se ve mal en el tema del fiscal, porque cada vez que habla de él demuestra que a pesar de que Morena controla el gobierno de México, el de Morelos y la mayoría legislativa en las cámaras federal y local, no pueden con un funcionario que con la sola ayuda de un grupo de diputados libró los embates del expresidente y del exgobernador.

Lo dicho: la gobernadora no tiene un equipo que la ayude.

·         post it

De recibir y analizar el presupuesto, Mirna Zavala pasó a ser quien entregue el paquete económico al congreso local.

La dama sabe que independientemente de lo técnico, el proyecto financiero del estado requiere de una alta dosis de trabajo político para salir adelante.

No puede haber una cosa sin la otra.

·         redes sociales

Ahora sí habrá coordinación entre el gobierno del estado y el gobierno de la capital, dice el alcalde José Luis Urióstegui.

Ojalá, hace muchos años que eso no ocurre.

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