Secreto a voces - Los balazos, en Ecuador (17)
En opinión de Rafael Alfaro Izarraraz
En pocas ocasiones la ONU alcanza la lucidez como en el caso de Ecuador, en donde ha declarado que una guerra en contra del crimen organizado, es decir, una salida de corte militar, no es recomendable. El argumento de la ONU es muy simple y entendible: con la guerra se atienden los efectos, pero no las causas sociales del fenómeno. Y en este punto que bueno que una institución como la ONU hace una declaración de ese tipo.
Todo lo contrario de la Organización de Estados Americanos (OEA). Apenas el gobierno de Daniel Noboa declaró la guerra interna contra los terroristas, así llamó a los grupos del crimen organizado en un claro giro de las palabras para justificar su política, y ya la OEA había declarado su total apoyo a las políticas del presidente Noboa. No extraña. La OEA ha sido una de las principales promotoras de la inestabilidad en Latinoamérica apoyando golpes de Estado como ocurrió en Bolivia.
¿Por qué es correcta la postura de la ONU? La razón es muy sencilla, cuando se inicia una guerra como la instaurada por Noboa generalmente la política se dirige a puntos aislados y no se va al fondo del problema, de sus causas, que tiene que ver con lo social, la justicia, las instituciones. Mientras se abandona lo social se incrementa, como contrapartida, el miedo social y la mentira. Lo anterior, con el fin de facilitar la aplicación de modelos neoliberales de economía.
Ecuador, es un narco estado como ocurría en México, en donde reina la mentira. La guerra de Noboa contra los “terroristas” es un juego verbal perverso para justificar la guerra. El lenguaje es muy importante y lo ha sido, aunque los analistas de corte marxista le dan más importancia a la base material de la sociedad industrial. Lo que se diga después de que con toda la conciencia del mundo se llama terroristas al crimen organizado, es mentira no obstante el peligro que significa su existencia.
El uso de la narrativa sobre el terrorismo tiene como sede Estados Unidos e Israel. Para estas naciones y sus dirigentes, los efectos de buscar imponer su supremacía en el mundo les ha costado que los ofendidos por sus políticas respondan por lo que hacen contra sus pueblos. Sin justificar las acciones que afectan a personas inocentes, los llamados terroristas son habitantes de pueblos arrasados por la violencia de Estados como ahora ocurre con Israel con respecto a los palestinos.
Los grupos del crimen organizado ecuatorianos, con vínculos con el cartel de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación, mexicanos, no son en sentido estricto terroristas. No son grupos que controlen un Estado y anden buscando pleitos por todo el mundo. Su existencia, son el efecto de la pobreza, de la ausencia de políticas dirigidas a los excluidos, de un país que comparte fronteras con países productores de cocaína (Colombia y Perú).
El gobierno de Rafael Correa, tuvo una política de atención a las bandas urbanas, atendiendo lo social. Aunque las bandas de aquella época no son lo mismo que las actuales, el punto es que los gobiernos de Moreno y de Lasso (que siguieron al de Correa) aplicaron políticas neoliberales que dejaron a la población y sobre todo a los jóvenes en el desamparo social. El narco les “tendió la mano”. Lenin Moreno, sucesor de Correa, traicionó al correísmo.
En tanto que Correa ofrecía una opción a las bandas juveniles, los narcos colombianos contrataban pescadores ecuatorianos para que con su experiencia transportaran droga a regiones de Centroamérica, así nació el Pablo Escobar ecuatoriano Washington Prado Alva. El capital Telmo Castro, murió asesinado en una cárcel de Guayaquil, luego de servir al narco. Dritan Rexhepi, albanés que transportaba droga de Ecuador a Europa. Desde la cárcel dirigía 14 clanes de la droga. Fue detenido con un pasaporte colombiano en Turquía. José Luis Zambrano, líder histórico de los choneros, que entraba y salía de la cárcel (Ver Soraya Constante: Ecuador ¿Cómo llegamos a la guerra? En: El salto, 2024).
El poder en Ecuador pasa de grupos bancarios que encabezó Guillermo Lasso a un grupo de empresarios exportadores, de la agroindustria. Ya hemos expuesto que Daniel Noboa es hijo de uno de los más prominentes exportadores de plátano, entre otros negocios. Los empresarios neoliberales lo que quieren es que el Estado se transforme en un acompañante de los negocios (Ver Soraya Constante: Ecuador ¿Cómo llegamos a la guerra? En: El salto, 2024).
El presupuesto ecuatoriano tiene un desfase de aproximadamente seis mil millones de dólares. Para cubrir ese déficit los correistas dentro del Congreso ecuatoriano propusieron que el faltante se financiara con la imposición del pago de un impuesto a los empresarios más ricos del país que tienen sobre ganancias. Noboa, quiere que se incremente el IVA de un 12 a un 15 por ciento, lo que le daría aproximadamente mil millones de dólares.
La propuesta del actual presidente es muy clara, que pague el pueblo y no los empresarios. Pero faltarían cinco mil millones de dólares. El gobierno de Lenin Moreno, cuando quiso imponer en 2019 una política de incremento de la gasolina, el pueblo respondió con sendas movilizaciones que lo hicieron retroceder parcialmente en sus políticas. Lo que han hecho los gobiernos neoliberales es endeudarse con el FMI.
Como ocurría en México, Noboa tiene a la “Justicia” de su lado. Asesinaron al Fiscal que investigaba la toma del canal TV Televisión, César Suárez, que aparentemente fue un montaje gubernamental para justificar la guerra. Fernando Villavicencio, ex candidato presidencial fue asesinado: los seis detenidos e implicados en su asesinato material perdieron la vida cuando llegaron a la cárcel. Telmo Castro, capitán del ejército, transportaba droga en unidades del ejército, fue asesinado en 2019 cuando estaba preso. Entre otros tantos casos.
Noboa requiere de dinero para financiar el presupuesto y el problema que tiene es que si lo hace como sus antecesores (Moreno y Lasso) lo más seguro es que pierda la elección de febrero de 2025. Su discurso, de manera sorpresiva, ha sido el de que no le interesa la elección presidencial de 2025. Los hechos lo contradicen. Con la guerra desatada contra los “terroristas” está jugando sus cartas precisamente para el 2025.
Noboa no quiere tocar las estructuras del poder. Antes de asumir la presidencia lo primero que hizo fue llevar a cabo cambios dentro del ejército. Dijo en aquella ocasión que se buscaría erradicar la violencia y que el ejército cumpliría un papel estelar contra los terroristas que controlaban las cárceles y era motivo de preocupación entre la sociedad. Pero desvincular al ejército del crimen, así como a la justicia, una la economía dolarizada que llama al lavado de dinero, la pobreza, no están dentro de su agenda.
Se atacan los eslabones más débiles, pero el fondo no se deja tal como está.