Repaso - La educación y lo morelense
En opinión de Carlos Gallardo Sánchez
En educación nadie o muy pocos de manera imperceptible, parecen estar preocupados por fomentar lo morelense, a partir del arraigo a la patria chica, al patrimonio cultural y natural regional, como eslabones desde el convencimiento individual para saberse, sentirse, experimentarse identificados con lo de aquí, lo que nos da rostro y palabra propios.
Para ser más preciso: en lo correspondiente a las medidas, políticas o programas dentro del sector educativo estatal, las autoridades involucradas, desde la pasada administración, han sido omisas por cuanto a fomentar el sentido de pertenencia hacia los bienes patrimoniales que dan sentido y razón de ser a esta entidad federativa mexicana. Aún más conciso: como que proyectan un desinterés bárbaro en la construcción de la identidad morelense.
Van a contrapelo de lo que históricamente se ha exigido para que el carácter centralista de las propuestas curriculares federales “no se coma” totalmente a las circunstancias locales geográficas, culturales, sociales, económicas, etcétera.
Esa exigencia tiene su pasado. Cuando en la reforma educativa de 1972, siendo secretario de Educación Víctor Bravo Ahuja, se implementaron los planes y programas por áreas de estudio, desparecieron las asignaturas. Durante casi 20 años no había espacio curricular formal para el análisis y valoración de lo regional. Quitaron casi completamente aquello del estudio de la comunidad en la que se vive. La globalización absorbió los tópicos locales, específicos, cercanos. El contexto inmediato fue arrumbado y sólo coyunturalmente o de refilón se abordaba en el desarrollo temático de las áreas a las que me refiero.
A partir de 1993, año en el que hubo una nueva revisión sobre los planes y programas de estudio de la educación básica, se volvió al enfoque por asignaturas y se abrió, por lo menos, un espacio curricular para una asignatura local en primaria y años más tarde en secundaria.
En la reforma peñanietista se mantiene en primaria ese espacio con la asignatura titulada “Historia, paisajes y convivencia en mi comunidad”. Antes estaba incorporada al currículo general de ese nivel la materia “Historia de la entidad donde vivo”. En secundaria quedó borrada la asignatura “Morelos, patrimonio natural y cultural”, que se cursaba en primer grado. Sin embargo, al amparo de uno de los componentes curriculares del plan y programa de estudios 2017, titulado “Aprendizajes clave para la educación integral”, identificado como el de Autonomía curricular, quedaba abierta la posibilidad de abordar temas en contextos locales desde cinco ámbitos: Ampliar la formación académica, Potenciar el desarrollo personal y social, Nuevos contenidos relevantes, Conocimientos regionales y Proyectos de impacto social.
Pues bien, sabrá dios qué mosco picó a las autoridades educativas locales en Morelos, para prácticamente eliminar el ámbito de Conocimientos regionales en sus propuestas de aplicación de la Autonomía curricular a través de la integración de clubes. Entre los tópicos que se sugieren en ese ámbito están: Patrimonio natural y cultural, Lenguas originarias, Microhistoria, Educación ambiental contextualizada, Tradiciones culinarias, etcétera. Pura savia regional la que allí se propone, la que sirve para sentirse morelense, saberse morelense, presumir lo morelense, pero que en las escuelas se desatiende, se desprecia, se margina.
Esa triste realidad se comprueba, por ejemplo, en los requisitos que se establecieron para que determinadas escuelas contrataran algún club ofrecido por un oferente particular. En el requisito número seis sólo se establecen otros ámbitos, menos el de Contenidos regionales. Aún más: en el formato de evaluación de Telesecundaria, de plano ya se determinó que sólo se considerasen los ámbitos Ampliar la formación académica y Potenciar el desarrollo personal y social.
Según mi punto de vista, estamos ante un panorama deprimente. La identidad morelense sólo quedará promoverla a las comunidades de nuestro estado, a un buen número de maestros que hacen mucho al respecto con las exposiciones, las visitas que realizan a lugares de interés o, incluso en los programas de festejos cívicos que llevan a cabo. Pero como política educativa definida, nada. Si así están las cosas, habría que pedirles a las autoridades del sector que volteen hacia el patrimonio regional, que es el que nos vincula con la esencia, disposición del ser de aquí.
A todo lo anterior, ¿entenderán de lo que hablo, tanto Luis Arturo Cornejo Alatorre, secretario de educación en el estado, como Eleacín Salgado de la Paz, director general del Instituto de la Educación Básica del Estado de Morelos? A lo mejor no. Son políticos, a mi juicio, abrumadoramente ajenos a estos temas. Alguien tiene que ayudarles a entender la problemática de la educación pública en Morelos. No sólo con buenos deseos, si los tienen, podrán suponer que cumplirán con la responsabilidad asumida.
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