Optimismo a prueba de contradicciones. Atrévete a ser un Sísifo con estilo
En opinión de Tania Jasso Blancas
Hoy escribo sobre un tema que nos toca a todos: el optimismo en tiempos contradictorios. Sí, esas épocas en las que nos bombardean con noticias catastróficas y, al mismo tiempo, nos exigen mantener la fe en un futuro brillante. ¡Vaya paradoja!
Resulta que ahora se nos pide esperanza, esa cualidad tan ambigua que combina la conciencia de los errores con la ilusión de que las cosas mejorarán. Y todo esto edificado sobre la duda y las carencias que percibimos. ¡Vaya cóctel explosivo de emociones contradictorias!
Pero, ¿sabe quién ya había experimentado estos claroscuros de la esperanza? Nada menos que el gran poeta griego Esquilo. Él sufrió en una época de luchas encarnizadas en la joven democracia ateniense, amenazada por peligros internos y externos. En sus obras teatrales, los personajes sufrían lo indecible para aprender que la armonía es fruto de una tensión de aquellos que te dejan los músculos hechos un flan. Esquilo era todo un visionario, creía que se podría reconciliar autoridad y comprensión, poder y libertad. Tragedias abiertas al optimismo. ¿Quién lo hubiera dicho?
Pero no nos quedemos en la antigua Grecia. Avanzamos en el tiempo, exactamente veinticinco siglos después, y nos encontramos con Albert Camus, otro personaje dividido entre la vitalidad y el pesimismo. Este hombre se inspiró en el mito de Sísifo, ese pobre diablo condenado a empujar una roca cuesta arriba una y otra vez, para demostrarnos que el verdadero espíritu de lucha se niega a ceder ante la desilusión.
Camus no creía en el triunfo completo de las grandes aspiraciones, pero nos animaba a trabajar por ellas. Decía que deberíamos reconocer el mal en toda su fuerza destructiva y, a falta de una seguridad definitiva, actuaría como si pudiéramos derrotarlo. ¿No es maravilloso? Podemos ser ilusos con estilo y gracia.
Así que aquí estamos, en la encrucijada de la realidad y la esperanza. Necesitamos algún tipo de optimismo lúcido, porque es lo único que nos podemos permitir en estos tiempos tan extraños. El pesimismo trágico tendrá que esperar a tiempos mejores, ¡pero no nos preocupemos, que siempre habrá tiempo para el desánimo!
En fin, no seamos meros espectadores de nuestras vidas. Asumamos nuestras verdades dolorosas con una sonrisa irónica en los labios y trabajemos por alcanzar esos ideales, aunque sepamos que son difíciles de conseguir. Seamos Sísifos modernos, pero con un estilo y un sarcasmo inigualables. ¡El mundo necesita más optimistas con un toque de humor! ¿Te unes a la causa?
Y recuerda, mientras empujas tu roca por esa colina interminable, no te olvides de echarle una mirada sarcástica a la vida. La risa siempre será un antídoto infalible para las contradicciones.