Observador político - Está dividido, Morena en Morelos
En opinión de Gerardo Suárez Dorantes
En un contexto político donde la esperanza de cambio se ha visto empañada por el abuso de poder y la manipulación electoral, la situación en Morelos revela un profundo deterioro en la ética del partido que prometió transformar al país. Ulises Bravo Molina, quien se ha erigido como el verdadero mandamás en el gobierno de Morelos en los últimos años, utilizando su parentesco con el gobernador Cuauhtémoc Blanco para consolidar su posición como dirigente de Morena en la entidad, provocó fracturas difícil de solucionar entre la militancia.
MORENA, VICIOS Y “MARRANADAS” EN SU ELECCIÓN.- El último proceso electoral interno en Morena, que se llevó a cabo en agosto de 2022, puso de manifiesto la descomposición de un partido que, en sus inicios, parecía encarnar la esperanza de una nueva política; empero, las acusaciones de compra de votos y acarreo durante esta elección fueron numerosas y escandalosas. La propia Alejandra Flores, actual consejera y aspirante a la alcaldía de Cuernavaca, denunció la intervención del gobierno de Cuauhtémoc Blanco en un proceso que debía ser transparente y democrático. La hoy directora del IMRIT, acusó la manipulación de la voluntad popular por intereses personalistas y corruptos y afirmó en su momento que el gobierno pagó entre 350 y 500 pesos a los votantes para asegurarse su participación.
Lo cierto, es que si era grotesco ver como miles de ciudadanos hacían largas filas en los módulos de votación, especialmente en Cuernavaca, Jojutla y Yautepec, contrastando con las prácticas deleznables que se han documentado. La llegada de personas, muchas de ellas mujeres y adultos mayores, reflejó la desesperación y vulnerabilidad de una población que, atrapada en la pobreza, es utilizada como carne de cañón en un juego político donde su dignidad es pisoteada.
El testimonio de Margarita González Saravia, entonces directora de la Lotería Nacional y ahora gobernadora, es revelador, al advertir sobre el uso de la población humilde para beneficio de políticos oportunistas, por ello, fue ella quien recordó que hay quienes aún creen en los ideales de la Cuarta Transformación. Sin embargo, este tipo de abusos pone en entredicho no solo la credibilidad de Morena, sino también la viabilidad de un proyecto que prometía alejarse de las prácticas del pasado.
GANADOR, DERROTADO.- En esa reciente historia de la dirigencia de Morena en Morelos se evidencia un claro reflejo de las contradicciones y conflictos que han marcado al partido en su búsqueda de transformación política y donde la llegada de Ulises Bravo Molina ha sido de claroscuros, debido a que fue él quien logró hacerse con la presidencia estatal del partido por un estrecho margen de 25 votos contra 24, se ha convertido en un símbolo de la división interna y la falta de transparencia que caracteriza a la actual política mexicana, hace poco más de dos años que empezó esa travesura política.
Y es que, a pesar de su victoria, que debería haber sido un motivo de celebración, Ulises Bravo se encontró en una situación de precariedad porque su ascenso al poder, estuvo respaldado por el dirigente nacional, Mario Delgado, y poco importó que haya estado plagado de artimañas que no solo han minado la legitimidad de su liderazgo, sino que también han profundizado las divisiones dentro de Morena. Este conflicto interno no es solo una batalla de egos, sino un reflejo de la lucha por el control de un partido que, en sus inicios, prometió ser un faro de esperanza para una política más justa y democrática.
La situación se tornó aún más complicada cuando, el 31 de agosto de 2022, la Sala Superior declaró inelegible a Ulises Bravo para ser congresista nacional, un fallo que puso en jaque su dirigencia. A pesar de la decisión unánime de los magistrados, que basaron su resolución en la normatividad interna del partido, la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de Morena optó por declarar improcedente la cancelación de su registro. Este tipo de decisiones contradictorias y la falta de coherencia en el manejo de la justicia interna solo alimentan la percepción de que la política en Morena se basa más en lealtades personales que en principios sólidos.
La historia de Bravo, con su pasado en el extinto Partido Encuentro Social y Partido Encuentro Solidario, debería ser un claro aviso sobre las viejas prácticas que continúan infiltrando un partido que se suponía iba a romper con el pasado. Su designación como "presidente por encargo" y su posterior nombramiento como delegado especial en funciones de presidente son solo más evidencias de un sistema que prefiere la consolidación del poder en lugar de la verdadera democracia interna.
¿UN TERCERO EN DISCORDIA EN MORENA? La lucha por la dirigencia estatal de Morena se ha convertido en un escenario de tensiones y rivalidades que amenazan con fragmentar aún más a un partido que ya enfrenta desafíos internos significativos. Carmelo Enríquez y Raúl Tadeo son dos figuras clave en esta contienda, ambos con una trayectoria que les otorga peso, pero cuyas aspiraciones reflejan la polarización que se vive en la militancia morenista.
Carmelo Enríquez, quien ha estado en la carrera por más tiempo, ha dejado claro que su proyecto es independiente del de Tadeo. Sin embargo, este último ha comenzado a ganar terreno en los últimos días, a pesar de su cuestionable historial, que incluye antecedentes penales que lo llevaron a la cárcel. Esta situación plantea serias interrogantes sobre la naturaleza de la ética política dentro de un partido que se había propuesto como abanderado de la honestidad y la transparencia.
El conflicto entre Enríquez y Tadeo no solo es personal; es un reflejo de una lucha más amplia por el control de un partido que, en lugar de unirse, parece estar fragmentándose en facciones rivales. La militancia se encuentra en una encrucijada, atrapada entre dos visiones que prometen más de lo mismo: intereses personales disfrazados de proyectos colectivos. Los consejeros, hoy considerados "huérfanos políticos", carecen de la guía y el apoyo de líderes que, como Rabindranath Salazar y Ulises Bravo, han perdido fuerza e influencia.
Esta división podría abrir la puerta a un tercer contendiente, un elemento que Carmelo Enríquez no descarta; la llegada de nuevas voces en la arena política podría ser tanto una oportunidad como un desafío. En un contexto donde la desilusión y el desencanto son palpables, es esencial que surjan alternativas genuinas que realmente representen los intereses de la militancia y de la ciudadanía en general.
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