La salud de una sociedad: un diagnóstico lingüístico
En opinión de Tania Jasso Blancas
La salud de una sociedad se puede diagnosticar auscultando sus palabras. A simple vista, esta afirmación de Tucídides puede parecer una exageración, una noción abstracta que pocos se atreverían a tomar en serio. Sin embargo, si nos tomamos un momento para reflexionar, descubriremos que las palabras son el tejido conectivo de nuestra realidad social. Son las herramientas con las que construimos nuestras creencias, nuestras normas y nuestras instituciones. Si las palabras se deforman y pierden su significado, la sociedad entera se tambaleará como un castillo de naipes.
No puedo resistirme a la tentación de jugar con esta idea. Después de todo, ¿quién necesita palabras con significado cuando podamos reemplazarlas con un batiburrillo de jerga vacía y políticamente correcta? Si algo hemos aprendido de nuestros políticos contemporáneos es que pueden hablar durante horas sin decir absolutamente nada. Después de una conferencia de prensa de tres horas, te encontrarás preguntándote si estás más confundido que al principio o si simplemente has perdido la capacidad de entender el lenguaje humano. ¡Es magia, señoras y señores!
Pero volviendo al sabio Tucídides, su advertencia sobre el deterioro de la política es más relevante que nunca. ¿No es maravilloso cómo los líderes actuales pueden hacer exactamente lo contrario de lo que predican y aun así mantener una cara seria mientras prometen "cambiar el mundo"? Si la política se deteriora cuando el servilismo se llama lealtad, entonces estamos en una era dorada de política de alto nivel. Después de todo, ¿quién necesita lealtad cuando puedes tener adulación a raudales?
El bien común como botón es otra genialidad contemporánea. ¿Quién necesita bienestar social cuando puedes tener recortes de fideicomisos incomodos, pero aumentos en los fideicomisos buenos? ¡Eso sí que es una forma innovadora de redistribución de la riqueza! En lugar de llamarlo "botín", podríamos llamarlo "eficiencia económica" o "fomento de la inversión". Suena mucho mejor, ¿verdad?
Y luego está la cuestión de quién es listo y quién es cobarde. Aparentemente, ser listo implica conspirar en las sombras y manipular las reglas del juego en tu propio beneficio. Mientras tanto, aquellos que se toman un momento para reflexionar y considerar las consecuencias a largo plazo son simplemente unos cobardes. La próxima vez que alguien te acuse de ser cobarde por no saltar a la primera oportunidad de ganar a costa de otros, simplemente sonríe y agradece su consejo. Después de todo, la valentía está altamente sobrevalorada.
Hablemos de pactos y acuerdos. En el mundo de la política actual, un pacto es más o menos equivalente a un "entendimiento mutuo temporal basado en intereses contingentes". ¡Suena mucho más cómoda, ¿verdad? Los antiguos tiempos en los que un apretón de manos y un juramento significaban algo están definitivamente pasados de moda. Ahora, los juramentos tienen la misma validez que una promesa de campaña electoral. ¡Así que no te preocupes si alguien promete algo en un discurso, la probabilidad de que se cumpla es aproximadamente del 50/50!
Entonces, ¿cómo diagnosticamos la salud de nuestra sociedad a través de sus palabras? Bueno, parece que estamos en medio de una fiebre del lenguaje vacío. Las palabras se han vuelto tan flexibles que podríamos construir un puente con ellas y cruzarlo mientras hablamos sobre "sinergias de vanguardia" y "optimización de recursos estratégicos". Pero quizás esta sea la nueva normalidad. Tal vez el arte de la política radica en la habilidad de decir mucho sin decir nada en absoluto.
En conclusión, Tucídides estaba en lo cierto: la salud de una sociedad se puede diagnosticar auscultando sus palabras. En nuestro mundo actual, las palabras son tan maleables que podríamos doblarlas y torcerlas en formas inimaginables. Pero no te preocupes, porque al final del día, lo que realmente importa es cómo suenan las palabras, no lo que significan. Así que sigue disfrutando de los discursos políticos y las promesas vacías, porque en este circo de las palabras, el entretenimiento nunca termina. ¡Salud, sociedad moderna!