La importancia de una llamada

En opinión de Alma Patricia Romero

La importancia de una llamada

Los últimos envíos de estas notas han aportado a la población y a la educación inclusiva, en torno a reflexiones, estrategias, actividades, acuerdos, en fin, ideas para sobrellevar la contingencia sanitaria y el acto de quedarse en casa.  En la nota del 23 de abril, señala Amador Ocampo la importancia de la salud mental de los niños. De esa nota quiero partir para hacer de mi escritura una anotación.

La cosa es: ¿Cuándo dejamos de ser niños, cuándo salimos de la infancia? ¿En el momento en que nos volvemos independientes, en el momento en que dejamos de jugar, creer, imaginar e inventar; en el que asumimos responsabilidades o formamos parte del mundo laboral, cuando nos volvemos padres o madres?

En nuestro interior, ante una situación difícil, volvemos a interactuar con nuestras primeras impresiones personales que reviven la infancia.

Así que en estos días, enrarecidos por el riesgo en el que estamos todos, se reactivan todo tipo de temores, y, al estar en convivencia con la parte más íntima de nuestra proximidad como es la familia, en funciones tan difíciles como las de ser padre, madre, hijo, hija, hermano, hermana, amigo, se acrecientan los niveles de estrés y frustración, por lo que necesitamos recurrir a las mayores experiencias de cuidado de sí que hayamos desarrollado.

Debemos saber que estamos en un momento prodigioso, donde cada cosa que nos pase es nuestra. ¡Es oro puro para acercarnos a nuestra propia salud mental! Hablar con quien nos sintamos escuchados es parte de los cuidados con los que en esta era, moderna, postmoderna y neoliberal, contamos. Allí, en ese hablar, podremos explayar eso que empieza como escozor y descubre una llaga viva. Hablar servirá para curar esa herida que nos remite a nuestra  subjetividad.

Hay otros cuidados como la meditación, la yoga, la fe, prácticas que seguramente hemos realizado y podremos realizar como una tarea, a la que hay que llegar, para estar en condiciones de no padecernos a nosotros mismos.

Esta contingencia sanitaria nos arrojó de las escuelas, aulas, de la cercanía que teníamos con las niñas, niños y adolescentes. ¡Qué difícil! Primero, dejar trabajos para 15 días; después, regresar a clases en plataformas virtuales. Mucho tiempo de aprendizaje, de conocer nuevas aplicaciones y su uso. Sí, aprendo, me ocupo, sigo la liga, sigo la corriente, pero …  ¡No solo eso! La mayor parte de la población con la que trabajo no tiene acceso para lograr esa conectividad y manejar esas herramientas de interacción.

¡Se necesita una llamada telefónica!, porque ahí sí están los niños, esperando, preguntando, riendo felices de ese contacto, de seguir escuchando la voz de quienes los escuchan, para que digan cómo están, cómo viven esta interrupción, pausa de sus espacios propios.

La llamada, la voz cuenta, porque no sólo somos un granito de arena en la vasta vida de este universo, somos seres hablantes y en ese camino, la cosa renguea para todos.