Escala de Grises - ¿Quién marca la agenda?
En opinión de Arendy Ávalos
El viernes 10 de marzo, la conferencia matutina desde Palacio Nacional se desarrollaba de manera normal. Nayeli Roldán, una de las periodistas mexicanas más reconocidas de los últimos años, compartió a través de su cuenta de Twitter que intentaría abordar al presidente sobre un tema en particular.
A las 7:11 de la mañana, en primera fila y vestida de amarillo, la integrante de Animal Político esperó su turno para cuestionar a Andrés Manuel López Obrador sobre la investigación “Ejercito Espía”; un documento que expuso las labores de espionaje realizadas por la Secretaría de Defensa Nacional en este sexenio.
Sin embargo, aunque la investigación realizada por organizaciones y medios de comunicación me parece relevante, en este espacio he decidido abordar la reacción del presidente ante la confrontación periodística, sus respuestas y los focos rojos que esta sola conversación representa para el periodismo a nivel nacional.
“¿Usted fue informado de esto? ¿Usted lo autorizó?” fueron las primeras preguntas de Roldán a López Obrador, quien (en una muestra más de sus habilidades de evasión) respondió que se debía hacer investigación, mas no espionaje. “Nosotros sostenemos que es muy importante utilizar la inteligencia, para no usar la fuerza”.
¿A qué se refería con “usar la fuerza”? ¿Qué medidas está contemplando el gobierno federal para “evitar” llegar al uso de esa fuerza? ¿Podríamos interpretar esas palabras como una amenaza? Luego de esa declaración (que podría parecernos cualquier cosa, menos inocente), AMLO aseguró estar enterado de la investigación y, del mismo modo, afirmó que no se cometió ningún tipo de ilegalidad.
El presidente, por supuesto, no perdió la oportunidad de asegurar que los medios y organizaciones que participaron en la recopilación de información siempre han estado en contra de él y su proyecto. Más de diez minutos seguidos, el presidente procedió a deslegitimar a todo el periodismo que lo cuestiona.
“Si ya sabemos que todos los medios, con sus honrosas excepciones, están en contra de la transformación, ¿para qué los vamos a espiar? Nada más es cuestión de ver lo que publican”. De acuerdo con él, aquellos medios de comunicación que no lo alaban, representan al conservadurismo.
“Es un periodismo que representa a los corruptos, a los que se sentían dueños de México”. El argumento por parte de López Obrador es que, como ya no tienen los privilegios que tenían con los gobiernos anteriores, ahora lo único que buscan es atacar. Como le decía hace algunos párrafos, las declaraciones realizadas por Andrés Manuel no son tiros al aire, lo que resulta aún más grave. Me explico.
El presidente de la República tiene un espacio diario para hablar sin filtros, lo que implica la posibilidad de posicionarse abiertamente en contra de la libertad de expresión que no concuerde con su proyecto de transformación. Este fenómeno discursivo es algo que nos ha demostrado desde el principio de su sexenio y lo ha corroborado incluso con el espacio titulado “¿Quién es quién en las mentiras?”.
Para Andrés Manuel López Obrador, todas aquellas personas que no están con él están en su contra. Tal como se ha abordado en este espacio diversas ocasiones, los constantes ataques del presidente hacia el periodismo en México son una forma de reforzar la violencia a la que se enfrenta el gremio desde hace décadas y, a la vez, una forma de legitimarla.
México continúa siendo el país más peligroso para ejercer el periodismo a nivel internacional y, a pesar de ello, Andrés Manuel continúa diciendo que “no hay objetividad, no hay profesionalismo, es una prensa tendenciosa, vendida, alquilada, al servicio de los corruptos”.
De acuerdo con la organización Artículo 19, la intimidación, el hostigamiento en contra de los periodistas, las amenazas, los ataques físicos, el bloqueo o alteración de contenido, la remoción de contenidos y la privación de libertad y homicidios forman parte de las constantes agresiones en contra del gremio periodístico nacional.
Esos mismos ataques, están respaldados por el Estado mismo. Primero, gracias a la impunidad y a la incapacidad que tiene el gobierno para proteger a les periodistas. Y, segundo, debido a todas aquellas personas que se dedican a la función pública y están directamente vinculadas con los casos de censura y violación a los derechos humanos.
Cuando Nayeli Roldán insinuó que las conferencias matutinas deberían ser espacios de rendición de cuentas, el presidente solo alcanzó a responder “ustedes no van a poner la agenda”. Y esa, probablemente, es una de las revelaciones más importantes que nos han regalado las mañaneras.
Andrés Manuel se ha esforzado por casi cinco años a definir los titulares, las primeras planas, los temas que deben colocarse en los medios de comunicación. De eso se tratan sus conferencias matutinas. Gracias a sus respuestas, el presidente evidenció que, contrario a lo que ha dicho siempre, no hay un ejercicio de transparencia.
Y, aparentemente, tampoco de transformación:
@Arendy_Avalos en Twitter