Escala de Grises - [In]tolerancia
En opinión de Arendy Ávalos
Luego de que Ana Daniela Vega, egresada de la Universidad de Guanajuato (UG), fuera presuntamente asfixiada por su novio, la Fiscalía General del Estado de Guanajuato informó que el caso se investigaría como suicidio u homicidio.
Esta situación sacudió la colmena de dicha universidad y el estudiantado convocó a un paro de actividades para demandar más seguridad, atención a los problemas de género y exigir que el caso de su compañera se abordara como feminicidio. Un día después, las autoridades tipificaron el delito como tal y arrestaron a quien fuera la pareja de Daniela como presunto responsable.
Con la etiqueta #NiUnaAbejaMenos—que hace referencia a la mascota oficial de la UG— las y los usuarios de Twitter se movilizaron para denunciar la violencia de género y el acoso del que han sido víctimas en dicha casa de estudios.
Entre las demandas dentro del pliego petitorio se encuentran las siguientes: Reconocimiento de los casos de alumnos violentados, la creación de protocolos de seguridad, reconocimiento y atención a los casos de acoso; destitución, despido de docentes y expulsión de alumnos involucrados en casos de acoso y violencia, entre otras.
Hasta el cierre de esta edición, el paro que inició el pasado 4 de diciembre se mantiene, debido a que las autoridades involucradas, entre las que se encuentra el gobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, no han dado una respuesta concreta a las demandas mencionadas anteriormente.
Asimismo, en los últimos días, circuló una petición de denuncia para la cuenta “Mujeres no tan santas de Guanajuato”, perfil en Twitter donde se daban a conocer “nombres de chavas que se han metido con varios hombres”, según la descripción.
En los últimos meses, Guanajuato ha formado parte de los primeros lugares en las listas sobre violencia a nivel nacional, siendo la violencia de género una de las más visibles. Casos que podrían parecer tan superficiales como una cuenta en Twitter, son una muestra [bastante significativa] de los problemas que todavía nos faltan por resolver en materia de género. Las peticiones no son excesivas ni desproporcionadas, son justas. La seguridad de todas las personas no debería tener condiciones para ser garantizada.
¡Ay, los libros!
En la pasada edición, se habló sobre el performance “Un violador en tu camino” y su importancia simbólica dentro de la lucha en contra de la violencia de género. Este himno ha tenido un alcance impresionante y se ha ido quedando en las voces de miles de mujeres alrededor del mundo.
A nivel local, varias de las ciudades más importantes del país se han sumado a este movimiento y Guadalajara no ha sido la excepción. Durante la trigésima tercera Feria Internacional del Libro (FIL) en tierras tapatías, un grupo de feministas llenó de pañuelos verdes el evento para corear que la culpa no es de las víctimas, de dónde estaban ni de cómo vestían. Del mismo modo, corearon consignas en las que, afirmaron, “América Latina será toda feminista”.
Después de lo anterior, el grupo se concentró en la explanada del lugar y comenzó a romper y quemar ejemplares del libro “Psico-Terapia Pastoral”, un texto que está en contra de la diversidad de género.
La noticia se viralizó y los comentarios llegaron a un punto tal en el que se comparó dicha protesta con la Inquisición y el fascismo, argumentando que la historia es muy clara: “quien quema libros, quema personas”. ¿Usted también se está riendo? Yo espero que sí.
Como siempre, vamos por partes. Últimamente, a todo el mundo le encanta usar la Historia como sustento de cualquier tesis, por menos plausible que esta sea; empero, nos estamos olvidando de la parte más importante: el contexto.
Durante la Santa Inquisición, la quema de libros no tenía discriminación alguna; se quemaba y torturaba a las mujeres porque se creía que eran brujas y “desobedecían” a Dios. ¡Ni hablemos de la persecución a quienes se dedicaban a la ciencia!
Equiparar la quema de ejemplares que retratan la homosexualidad como una “crisis de identidad” con este periodo, además de exagerado, me parece gravísimo. Ahora, la pregunta principal —creo yo— es ¿por qué se siguen difundiendo estas “teorías de conversión” en espacios tan importantes como la FIL?
Por otra parte, si usted pertenece a ese porcentaje que venera al libro como objeto, permítame decirle que la quema realizada por las feministas fue simbólica. Publicaciones que promuevan la violencia, lamentablemente, nunca harán falta. No se trata de una supresión o represión de la libertad de expresión, sino de manifestar el desacuerdo ante esas ideas.
La discusión sobre qué protestas son válidas o no, ya está agotada; sin embargo, hay que resaltar que la homofobia y la misoginia forman parte de un círculo estructural de violencia al que nos enfrentamos todos los días en donde se promueve la discriminación y el odio hacia cierto grupo de personas por sus características inherentes, es decir, por aquello que no pueden dejar de ser.
Hagamos a un lado el moralismo. ¿No cree usted que ya es momento de darle la vuelta a la historia (esa que usamos como escudo, aunque no sepamos bien de dónde agarrar) y empezar a enfocar nuestra intolerancia hacia cosas más concretas? Yo nada más digo…
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