Encontrarnos: Práctica y estrategia en el trabajo pedagógico

En opinión de David García Figueroa

Encontrarnos: Práctica y estrategia en el trabajo pedagógico

Siguiendo el hilo del escrito llamado Nuestra tradición oral, una historia contada en tiempos de pandemia, publicado el 18 de febrero en este mismo periódico, ahora comparto contigo un fragmento donde participan los niños y expongo porque es mejor hablar  de tener encuentros y no limitarnos a una “reunión o clase virtual”.

 

En una de mis entradas al escenario virtual donde descubríamos nuestro pasado empolvado de la historia de los mexicas, guiados por la cámara, cual si el lente fuera mi ojo, y haciendo un zoom a una pequeña protuberancia que se asomaba en las esquina del patio, proseguí a rascar con la mano, mientras les contaba de la posibilidad de encontrar una pieza prehispánica (la cual había enterrado un día antes), cuando se asomaba medio cuerpo de la pequeña escultura, una niña gritaba desde su dispositivo ¡Maestro, la encontró!, ¡la encontró¡, la encontramos le respondía. Mientras ya imaginaba que en una próxima clase podríamos explorar en lo profundo de nuestra historia, la cultura maya, y por qué no, comenzar con la vida de Gonzalo Guerrero, o bien con el cuento llamado “eclipse” de Augusto Monterroso. Y también proponerle a la maestra de grupo que vayamos pensando en una labor transversal, hagamos matemáticas contando los tiempos y eventos, y español, desde la lectura, comprensión y pasión por los textos orales y escritos.

 

No perder el carácter de encuentro en la reunión virtual, es una gran apuesta, lograr junto con los otros la emoción y la pasión de disfrutar una cita donde los contenidos no solo se leen o se memorizan, también se actúan, se ríen, lloran y se disfrutan. Ello me recuerda la luz de una lectura Shakesperiana; este mundo es como un gran escenario, y nosotros, actores y actrices, cada día salimos y actuamos, llegando la noche se cierra un telón.

Una de las posibilidades es apropiarnos del encanto de Sherezada; dejar siempre algo en lo inconcluso, para que nazca el deseo en el otro, a ella le salvó de la muerte y se consagró en la memoria de nuestras lecturas y recuerdos. 

En los diálogos filosóficos del zorro con el principito, se escucha revelar en medio de la domesticación los sentimientos del raposo frente a la eminente amistad; lazo afectivo que los humanos han ido olvidando, y que a manera desnuda nuestro mamífero le revela en forma de secreto a voces al pequeño príncipe “si por ejemplo, nos quedamos de ver a las cuatro, desde las tres comenzaré a estar contento” Insisto en construir estas reuniones virtuales, con carácter de encuentro, quedar para vernos, para escucharnos, para tejer juntos nuevas posibilidades, para acompañarnos, para aprender a vivir en la incertidumbre como bien nos invita Edgar Morin a sus casi 100 años de vida.