El tercer ojo - El pragmatismo político o el fin justifica los medios
En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara
Apreciados lectores y seguidores de nuestra columna semanal El Tercer Ojo, esta ocasión quiero atraer su atención sobre un hecho del cual hemos sido testigos en esta era preelectoral. Los actos circenses de los saltimbanquis que, de partido en partido político, realizan saltos acrobáticos buscando ser los elegidos para poseer una candidatura a cualesquiera de los cargos de elección popular —léase presidencias municipales, regidurías, diputaciones, senadurias o gubernaturas; sin descontar la búsqueda perenne de alguno de las cargos dentro de las instancias de gobierno—, estos movimientos ocupan el centro de la atención e información mediática.
Esta era y hora da muestra fehaciente e irrefutable de la “muerte de los partidos políticos” con programas, proyectos de nación, principios estratégicos y tácticos y, naturalmente, “política de alianzas”. Todo lo antedicho en aras de alcanzar los objetivos estratégicos antepuestos a la acción política, electorales o no. En otras épocas los partidos políticos trascendían a los procesos electorales y buscaban la organización y participación en diversos actos de naturaleza ideológica y política.
Hoy por hoy es inexistente ello; las “coaliciones”, “frentes” o “movimientos” son lo política y realmente existente. Asimismo, estos conglomerados reducen su actuación política a los procesos electorales; en consecuencia, los intereses particulares y personales, en muchos de estos casos, son el real y verdadero propósito de la acción política electoral.
Por otro lado, como podemos apreciar, esta hora y era da muestra plena de que una idea trunca de la “democracia” es la que subyace a estas prácticas políticas e ideológicas. Se concibe que es esta una “democracia representativa” en la cual, los ciudadanos, y solamente ellos, eligen, emitiendo su voto, a quiene los representarán en las diferentes instancias gubernamentales; si acaso ello, algunas ocasiones, mediante procesos de “consulta” se preguntará a los ciudadanos, y únicamente a ellos, sobre ciertos asuntos que se consideran trascendentes en las acciones y políticas de gobierno; sin embargo, las decisiones serán tomadas exclusivamente por quienes dicen “representar” a la ciudadanía porque para ello fueron electos.
En virtud de ello, esta interpretación de lo que es la “democracia representativa” reduce la participación y la acción política de la ciudadanía a un único acto legal: “emitir el voto” el día de las elecciones o, en su defecto, en las “consultas”, el resto se reduce a la asistencia en los actos masivos —de mítines, campañas, cierres de campaña o actos de apoyo a uno u otro candidato o coalición”. La acción participativa se reduce tambien a la denominada “fiesta de la democracia”. Es decir y léase, a votar un día preestablecido y únicamente eso.
Es también dable para mí, como tecleador y opinador, considerar que este enfoque de la “democracia” es trunco o incompleto porque reduce nuestra existencia a un único acto: votar un, también único, día, o varios, si hay “consultas”.
La participación política efectiva entre proceso y proceso electoral es prácticamente nula.
Quizás también por ello, podría sostener que esta visión de la “política electoral”, la “democracia electoral” y la confrontación política electoral es lo único que, hasta ahora, tenemos para heredar a las subsecuentes generaciones de ciudadanos.
Aún resta que comencemos y demos continuidad a una búsqueda por construir una verdadera “democracia participativa” que trascienda el carácter trunco e incompleto de la “democracia representativa”, de la “democracia electoral”.
Ahora bien, si tratásemos de extraer algunas consecuencias de este enfoque sobre la vida democrática y política nacional, sin duda podremos comprender que el pragmatismo en esta etapa electoral obedece a un único propósito: ganar las elecciones y, para ello, todo vales, hasta los movimientos acrobáticos de supuestas alianzas y saltos de un espacio político a otro.
Nada es tan importante como ganar las elecciones, si para ello debo pactar con el demonio, habrá que hacerse. Si para ello y para estar en las listas de elección debo saltar de un lado a otro debería hacerlo. Lo primero son mis intereses. El fin justifica los medíos.