El régimen mexicano
En opinión de César Daniel Nájera Collado
Entiendo que pueda parecer extraño colocarle rasgos fascistas a un México considerablemente xenófilo, pero debemos recordar que no todos los regímenes o sociedades de este tipo son una copia de la Italia de Mussolini. Las características presentes en nuestro país son más bien un derivado y/o mutación de tal gobierno, aunque es de esperarse la aparición de similitudes, las cuales no se limitan a la esfera ejecutiva, sino que se propagan entre la población.
En el fascismo siempre habrá opresores y, por lo tanto, oprimidos. Pero en México, el trabajo que hacían los agentes de la policía hitleriana se ve complementado por varios integrantes de las élites. Además, tal opresión ya no solo se manifiesta coercitivamente, sino también a través del rechazo social. Los conocidos “mirreyes”, clasificando cualquier cosa que les incomode o resulte diferente como “naco”, es un banal pero fuerte ejemplo de ello. Porque nuestro país está moldeado para que los privilegiados se mantengan así de manera sempiterna. La falta o incluso rechazo del pensamiento crítico —importante rasgo fascista— por parte de millones de mexicanos es producto de una estructura construida con tal propósito, donde el conocimiento se vuelve privilegio (aunque llamarle “naco” a algo sea cobarde y no muy pensante). Además, este miedo a la diferencia, irremediablemente racista, es muy común. Véanse los casos donde la hija privilegiada del ejecutivo se casa con un privilegiado y futuro ejecutivo, usualmente blanco, y de ser posible, con pasaporte extranjero.
Con algo de trabajo, nuestro país no debe de ser así por siempre. Afortunadamente la gran mayoría de mexicanos no son los iniciadores de estas ideologías, sino los oprimidos por ellas, aún ignorando que el poder siempre puede cambiar o compartir manos. Sin embargo, no hay que olvidar que el cambio no solo es gubernamental sino mayormente cultural, por más difícil que se presupueste. Y López Obrador no es el salvador. Su populismo cualitativo, descalificando a todo quien lo contradiga bajo el pretexto de su “inutilidad”, también es una característica fascista. El cambio está en la gente, en todos. La riqueza no es un mal, pero la exclusión, criminalización e instauración voluntaria de la pobreza, sí. Es momento de crear nuevas estructuras donde haya satisfacción para todos, o al menos donde los sacrificios sean tolerables. Si pudiera nombrar alguna clase de “deber” que tenemos como mexicanos, es este.