El reconocimiento
En opinión de Hertino Aviles Albavera

Uno de los principales factores que explican la discriminación y la desigualdad es la manera en que se instituye la idea de inferioridad. Negar a las personas un reconocimiento como iguales implica, de forma indirecta, considerarlas como inferiores y despojarlas de valor social dentro de la sociedad.
Aunque a primera vista podría parecer una premisa lógica, en realidad este proceso responde a mecanismos sociales complejos. Axel Honneth lo ilustra al señalar que existen tres modelos de reconocimiento mediante los cuales una persona puede ser considerada “valiosa”: el emocional, el jurídico y el solidario.
El primero se basa en reconocer a los individuos como seres capaces de establecer vínculos afectivos con otros, es decir, en la empatía hacia su dimensión emocional y física. El segundo radica en garantizar su protección dentro de los marcos normativos, como una forma de protección institucional. El tercero corresponde a la solidaridad, entendida como la capacidad de reconocer sus objetivos y funciones dentro de la vida social.
Un ejemplo claro se observa en los grupos en situación de vulnerabilidad, que difícilmente acceden a estas tres clasificaciones de reconocimiento en igualdad de condiciones. Los migrantes, suelen ser excluidos de los tres niveles. En el plano emocional, no generan empatía en la mayoría de la población, lo que coloca su bienestar físico fuera de la preocupación social. En el ámbito jurídico, su falta de reconocimiento como sujetos “valiosos” debilita los mecanismos normativos que deberían protegerlos. En la dimensión solidaria, al no ser percibidos como partícipes de los mismos objetivos colectivos, quedan marginados de la vida social.
Esta dinámica no afecta únicamente a los migrantes. Diversos grupos sociales enfrentan exclusiones similares: las personas adultas mayores, a quienes muchas veces se les niega el valor de su experiencia; las personas con discapacidad, que suelen ser reducidas a sus limitaciones y no a sus capacidades; las mujeres, quienes históricamente han enfrentado desigualdades de género en todos los ámbitos de la vida; las comunidades indígenas, relegadas y estigmatizadas a pesar de su riqueza cultural; y la comunidad LGBT+, que todavía padece altos niveles de discriminación y violencia.
En todos estos casos, parece que la regla general es la misma: la falta de reconocimiento los expone a diferentes formas de violencia, desde la exclusión hasta la violencia física y estructural, lo que perpetúa un círculo de desigualdad.