Depredadores en casa
En opinión de Lorena Elizabeth Castillo
Debido a las hondas y dañinas secuelas e implicaciones en la vida emocional y productiva de las personas víctimas del Abuso Sexual Infantil (ASI), autoridades y directivos de los sectores público y social debemos empeñarnos en acciones para revertir tal fenómeno masivo, del cual Morelos ocupa el sexto lugar en el país.
Por ello, la presente colaboración semanal para El Regional la dedicamos a exponer a ese enemigo agazapado entre la aparente seguridad de los hogares, estancias infantiles y escuelas. El ASI es el peligro inminente y callado del que debemos hacer conscientes a niñas, niños y adultos, mediante el hábito del respeto a su cuerpo y persona, motivando a unos y otras a acusar y exhibir cualquier conducta indebida que se pretenda ocultar.
En este sentido, es urgente llamar la atención de las legislaturas federal y estatales, ya que, pese a la gravedad del fenómeno, el Abuso Sexual Infantil no tiene aún en México y muchos países, una definición jurídica y legal definida; en otras palabras, el ASI no está tipificado como delito, pese a los comprobados daños psíquicos y emocionales sobre un elevado número de personas.
Para dar argumentos a esta última aseveración revisemos algunos datos recientes sobre el ASI: el 51.27% de los abusos sexuales ocurre a manos de un familiar de la víctima; en orden decreciente, es infligido por un desconocido, ya sea por un vecino o vecina, un amigo, el novio o la pareja.
En este punto es necesario distinguir el abuso violento sobre un joven o adulto que es consciente de la acción, a diferencia del ataque no violento y sutil a niña o niño (ASI), quienes desconocen naturaleza y objetivo del mismo, el cual es la raíz del posterior trauma.
Entre otras implicaciones del ASI, aquella carencia de tipificación jurídica y legal ocasiona también que el 81.67% de las víctimas de ASI no reciben atención después del abuso; en otras palabras, si no hay denuncia, mucho menos existe atención postraumática. Por sus propias características, el ASI es del tipo de daño que, de hecho, pasan años sin que la víctima sea consciente del mismo; sin embargo, las afectaciones directas y colaterales, determinan la calidad de su vida emocional.
Por el contrario, una vez que la víctima asume el hecho del abuso, así hayan pasado años, incluso décadas del mismo, el 50 por ciento no denuncia y casi el 25 por ciento no lo hacen por ignorancia; estos porcentajes evidencian que, en materia de conciencia individual y colectiva sobre la vigencia de los ASI, estamos prácticamente menos que en pañales.
En el mismo sentido, es necesario resaltar que, en materia de cifras del abuso sexual infantil, no hay diferencia por nivel socieconómico; es decir, este tipo de agresión no hace diferencias entre estatus económicos, afecta por igual a ricos y pobres, con o sin preparación académica y profesional.
Cuando no se corta la cadena de abusos sexuales, ya sea que los eslabones correspondan al pasado remoto o reciente, el daño exponencial a las víctimas puede convertirse en transgeneracional y propiciar su multiplicación en nuevas víctimas, convertidas a su vez en victimarios y potenciales depredadores sexuales en casa.