Cuando sea demasiado tarde... - Legalizar el aborto.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Esta semana se volvió a encender la llama de la discusión al respecto de la legalización del aborto. Por lo general no suelo participar en este tipo de debates que no tienen fin, pero en esta ocasión me voy a permitir poner mis “two cents” al respecto del tema, y les voy a contar por qué. El tema del aborto no es igual al tema de la equidad de género, o la discriminación por la preferencia sexual. Es aplicable el mismo argumento a todos los diferentes escenarios: “si a usted no le agradan las relaciones con personas del mismo sexo, pues no tenga relaciones con personas del mismo sexo”. Fácil. Podríamos decir de la misma manera: “si usted no está de acuerdo con el aborto, pues no aborte”. Ahí ya no estuvo tan fácil.
El tema del aborto cae en la misma cancha que el matrimonio igualitario, o la adopción de niños por personas del mismo sexo. Es un tema que trasciende los prejuicios moralinos sobre la naturaleza, y las cosas como se designaron allá arriba, y los niños qué culpa tienen, etc., etc., etc. ad nauseam. Podemos contra argumentar que no hace falta evadir el modelo tradicional de la familia para ser un padre abusador, golpeador, negligente, violento, psicotizante, castrante, destructivo y no digno de tener hijos en general. Sin embargo, el dilema principal de este argumento ni siquiera recae ahí. El tema del aborto trasciende a la moral, los prejuicios, la diversidad sexual y el abanderamiento político.
El aborto es un tema de Salud Pública. El aborto es una práctica que ha existido desde hace mucho tiempo, y es una práctica que seguirá existiendo a pesar de las manifestaciones en contra y a favor. Conozco por lo menos un puñado de casos de mujeres que en algún momento de sus vidas decidieron voluntariamente interrumpir su embarazo, y aquí es donde la cosa se pone buena. Las razones por las que una mujer se embaraza pueden ser harto diversas (dado, sólo hay una manera de que una mujer quede embarazada, pero por eso dije “razones” y no “causas”), y las razones por las cuales dicha mujer tenga argumentos para interrumpir su embarazo también son harto diversas. Sin embargo, el problema, amable lector, tampoco yace en los por qués o los para qués.
El tema yace en la regularización de la práctica. Desde supuestos médicos que realizan la práctica en consultorios polvorientos que se encuentran en oscuros callejones, hasta costosas clínicas que se benefician de la desesperación de la gente. No se tiene acceso a información clara, a orientación cálida y nutritiva que permita realizar una toma de decisiones que beneficie a todas las partes. No lo voy a inundar con estadísticas, amable lector, hay cientos de estadísticas oficiales, organizaciones civiles, y notas periodísticas al respecto. Hoy en día la información es muchísimo más accesible de lo que era hace 30 años. La esperanza era que la regularización de la práctica permitiera tener un poco más de control y entendimiento de este fenómeno con el fin de proteger a todos los actores involucrados y que esta práctica ya no tenga que llevarse a cabo clandestinamente, en condiciones insalubres y con un alto índice de mortandad materna. Es importante sentar las bases sobre cómo la sociedad desea que una práctica se lleve a cabo, y así poder emprender el camino a la reconciliación y a una manera de administración pública que permita escuchar todas las voces, sin tener que dejar a nadie afuera porque no estamos de acuerdo con él. O ella.
El aborto es un tema que aqueja a esta sociedad, y negar a reconocerlo sólo empantana la situación mientras sigue cobrando vidas a diestra y siniestra.