Cuando sea demasiado tarde… - La ola que viene.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Buen día, apreciado lector. Nuevamente tenemos la oportunidad de congregarnos entorno a estas líneas y disfrutar del alivio del fin de semana para agarrar valor y enfrentar las últimas semanas del año. La cosa, sin embargo, no ha dejado de apretar por todos lados. A nivel internacional siento que el conflicto en Ucrania está dejando de tener importancia, lo poco que se alcanza a ver en las noticias es que el conflicto sigue y la gente de alguna manera ha aprendido a vivir sus vidas en un estado de guerra. Cuando le subieron tres rayitas al conflicto entre Palestina e Israel, Ucrania pasó a segundo plano en la cobertura mediática. Ese otro conflicto también ha desacelerado en los medios, aunque las imágenes que emergen son desoladoras. Las noticias (e imágenes, que hago mucho por no ver) muestran un panorama bastante horripilante de destrucción, cadáveres, y gente sufriendo. Insisto que el dilema político es bastante complejo, pero el sufrimiento humano no lo es y desde esta pequeña tribuna condeno todos los actos de violencia en general.
También estuve esta semana un poco más al pendiente de las elecciones gringas, ya ven ustedes que siguen padeciendo a Don Trompas y no tiene para cuándo quitar el dedo del renglón. Los opinadores de por aquellos lares no dejan de llevarse las manos a la cabeza de lo bizarras que se están poniendo las circunstancias. Parece ser que el Don es el candidato más fuerte para representar al partido republicano, que se enfrentará a Joe Biden para su segunda vuelta. Yo creo que, si esa disputa ya entregó un resultado una vez, lo más probable es que el resultado de la segunda vuelta sea el mismo (quiero pensar). Sin embargo, el tema está siendo un verdadero dolor de cabeza por los temas legales implicados: por un lado, el cerco legal empieza a ahorcar al Don, pero por el otro parece tener dominio sobre las bases del GOP. Todo esto a un año del afamado Super Tuesday.
Ya en lo nacional y vamos aterrizando en el tema principal de esta semana, gobierno federal eliminó de un plumazo la tragedia en el puerto de Acapulco. Primero redujeron la declaratoria de emergencia de 40 municipios a sólo dos, y al parecer entre el jueves y el viernes se declaro terminada la emergencia en su totalidad y se publicó en el Diario Oficial de la Federación. Tan tan, ya no hay problemas en Acapulco y business as usual. Sin embargo, lo que veo en las noticias es que lo poco que se atendió se circunscribió a la zona turística del puerto, y todas las comunidades que pueden estar hasta a kilómetros del puerto no han recibido la más mínima ayuda. Sin embargo el López no parece inmutarse demasiado, y la contienda por la silla grande en este país sigue quedándose sin vapor porque veo a los contendientes mismos muy desgastados.
Aquí el problema es lo que va a pasar en los siguientes meses, y ya deje usted lo político. Ha comenzado a ser opción trasladarse de Acapulco a Taxco o Chilpancingo para abastecerse de víveres y productos de necesidad, puesto que de encontrarse algo a la venta en el puerto, se vende al 500% de su precio. ¿Eso que va a ocasionar? Que para mucha gente le resultará más fácil abandonar Acapulco y buscar suerte en ciudades más al norte, como las arriba mencionadas, hasta mi amada Cuernavaca o la Ciudad de México. Además de los inmigrantes de Centro y Sudamérica que empezaron a aglutinarse en el centro del país (que hasta diría que ha bajado un poco), ahora se suma un importante contingente de refugiados de Acapulco, que buscarán correr con mejor suerte por estos lares.
Así que como siempre, apreciado lector, si no tiene usted a qué salir, le ruego no lo haga. Perder la vida por fierro o plomo parece ser ya parte del folclor guayabo y morelense, por lo que le sugiero abrazar muy fuerte a los suyos y esperar a que llegue el siguiente sábado porque la migración no ha muerto, sólo se volvió más colorida.