Cuando sea demasiado tarde… - Coches, motos, y demás arbitrariedades…

En opinión de Gabriel Dorantes Argandar

Cuando sea demasiado tarde… - Coches, motos, y demás arbitrariedades…

Buen día, apreciado lector. Aquí estamos de vuelta después de un pequeño hiato interpuesto y autoimpuesto. ¿Cómo ha ido la cosa? Por estos lares ha estado moderadamente yéndose permanentemente para el sur. Hay muchísimas cosas que tengo para contar, pero lamentablemente no las puedo decir. También hay que ser sensatos y comprender que no todo va escrito, no todo se publica, y a veces no va uno solo por esta vida, aún teniendo la bendición de no tener bendiciones.

            Esta semana tengo que entregar el protocolo de la tesis que voy a presentar en la nueva maestría que estoy haciendo. Tuve la genial idea de inscribirme a un posgrado que tenía muchas ganas de hacer desde hace varios años, y por su pollo fue genial idea. Las clases son de las 7 de la mañana a las 15 todos los sábados. Las mejores clases son la de las 7, la de las 11 y la de las 13. He tenido la maravillosa oportunidad de volver a sentir lo que es ser estudiante, y es horrible. ¿En qué momento pensamos que obligar a los chamacos a leer y hacer cantidades desorbitantes de trabajo fue buena idea? Supongo que el propósito es que aprendan que el resto de sus vidas será sólo castigo y sufrimiento. Aprovechando el argumento foucaultiano, sostendré que yo propongo dos elementos más. Michel Foucault sostiene que una medida de cualquier sociedad son sus cárceles y sus hospitales psiquiátricos. ¿Cuántos milenios tenemos metiendo gente en cárceles y hospitales? ¿Qué es lo que hemos conseguido?

            Pues bien, ahí es donde viene el argumento de esta exposición. Su servidor quiere incorporar dos elementos más al argumento presentado por Foucault. No se moleste usted (aparentemente sólo vine a esta vida a incordiar al prójimo), no es un exceso de arrogancia, y de cierta manera sólo es una paráfrasis. Según yo, otra medida de cualquier sociedad también es, por un lado, la calidad de sus servicios educativos. Al final de cuentas, tocándole las ingles a San Burrhus Friederich Skinner, sólo somos el cúmulo de aquellas cosas que aprendemos. Por lo tanto, somos el cúmulo de aquellas cosas que se nos enseñan. La calidad de nuestras existencias de cierta manera está relacionada a la calidad de aquellas personas que nos enseñan. De ahí la concepción de “educación bancaria” de Paulo Freire: así como los vinos y los quesos, lo más selecto es necesariamente lo más caro. De alguna manera, si uno desea tener una educación de calidad, tiene que pagar por una educación de calidad, ¿cierto?

            Pues no. La educación pública de este país tiene un excelente nivel. El problema no son sus profesores, que todos los días tienen que enfrentar a las peripecias principalmente de la política interna y las vanidades de aquellos que los supervisan. Las evaluaciones de pares se hacen con la tripa en la mano: dime qué no hiciste y determinaré cuánto va a reducirse tu salario. Dime cuántas me debes, y te diré el tiempo que te tendrás que sufrir. Somos seres humanos, los profesores pasamos horas y horas peleando entre nosotros, mientras las instalaciones se desmoronan, los baños no tienen agua ni papel de baño, y la gente sin capacidad toma las decisiones sobre aquellos que son los que verdaderamente hacen. Mientras todo esto ocurre, los estudiantes sólo miran con las manos en la cabeza, tratando de determinar cómo harán para ser mejores personas.

            La segunda propuesta es, como siempre, la movilidad. Apreciado lector, ¿ha discutido usted con algún conductor de automóvil o motocicleta esta última semana? Otra medida del estado de cualquier comunidad es la calidad que tiene su movilidad, pero no sólo al respecto de su infraestructura. Lo más importante de la movilidad somos nosotros, los conductores. No importa si se conduce una motocicleta o un automóvil. Algunos lo hacemos para trasladarnos a lugares, otros lo hacen por ganarse la vida, otros para ayudar a otros a trasladarse. Todos estamos juntos en esto. Richard Lazarus sostiene que las relaciones interpersonales tienen temporalidad. Si yo me peleo con mi mamá (te quiero mucho Mami) y me voy a Siberia para no saber de ella, sigo teniendo una relación con mi mamá, porque es un vínculo irrompible. Sin embargo, la manera en la que tratamos a la gente que no conocemos y muy probablemente no volvamos a ver en nuestras vidas, es en gran medida la medida de quienes somos.

            Porque este país no ha muerto, y sólo vamos a ser nosotros los que lo levantemos en todas y cada unas de las cosas que hagamos todos los días.