Cuando sea demasiado tarde… - Carta abierta a una persona desconocida.
En opinión de Gabriel Dorantes Argandar
Estimada persona desconocida. La razón por la cual usted me odia, ni si quiera es verdad, no fui yo quien inició la trifulca. Admito que participé, pero eso tiene más de diez años que ocurrió. Sin embargo, usted se las ha arreglado para subir escalafones a través de sus maniobras políticas. Aquellos que lo rodean han sido inocentes de aquello que hicieron: colocarlo a usted donde está. Usted ha hecho todo lo posible por desarmar todo aquello que tomó décadas construir, sólo porque su vanidad le hace pensar que lo que usted desea, es lo que tiene que ser. Tendría que serlo, ¿no? Si usted piensa que es así, ¿por qué no habría de serlo? Pues su arrogancia y su vanidad nos han llevado hasta aquí.
Lamento informarle que el mundo en el que usted vive ya no es el mundo que existe hoy en día. Nadie está de acuerdo con usted. Nadie piensa como usted. La gente que le sigue, sólo lo hace por conservar su empleo y sus privilegios. Está usted tan equivocado como querer mandar una cabra a la Luna (y no a la glorieta). Usted piensa que las cosas tienen que ser como eran hace treinta años, y descubrirá que, de los presentes, nadie participaba en esta labor hace treinta años. Es usted anacrónico y marchito, representante de un tiempo que, en caso de haber sido, ya no lo es. No es capaz de escuchar a la voz de la disidencia, no es usted capaz de escuchar la voz común, no es usted capaz de reconocer que la vida de hoy en día es muy diferente de lo que era hace treinta años o más. Quiere usted vivir en el pasado, quiere usted que las nuevas generaciones piensen como se pensaba en aquél entonces cuando usted era joven (que ya tiene rato). Este mundo es otro, este mundo es el que los chicos y chicas decidirán. Ya no nos corresponde a nosotros decidir cómo será el mundo en las siguientes décadas, les corresponde a aquellos que lo llevan sobre los hombros, y no somos ni usted, ni yo.
Usted sobra. Usted está haciendo todo lo posible por hacer que el mundo vuelva a ser como era cuando usted tenía veinte. Ya tiene mucho rato que ese momento se fue. Ahora le toca a la gente joven, esta nueva generación viene muy diferente. No se dejan, no están dispuestos a seguir con la corriente. Lo que usted está haciendo es tratar de volver a encasillarlos en las cajas que a usted le enseñaron a tener. El futuro no es de usted, no es mío, es de ellos. Todo el trabajo que ha hecho es corrupto, tramposo, mentiroso. Mucha gente tiene miedo de ser disidente, yo no. Ya llegamos al borde, ya sólo queda decir la verdad. Usted miente. Usted engaña. Usted hace trampa, y no estoy dispuesto a seguir bajo ese mandato. Terminen con mi voz, con mi esfuerzo, con mis aportaciones. Habrá quién sí aprecie el trabajo que he realizado, porque por supuesto usted ha hecho más que yo, y casi me dobla la edad.
Lo más digno que le queda es que presente usted su renuncia, inmediata e irrevocablemente. Usted no tiene la capacidad de llevar el cargo que ostenta. Nos está llevando, como comunidad, a un irremediable despeñadero. Nosotros, como grupo, no vamos a sobrevivir su autoridad. Es más importante para usted mantener su encargo que aceptar que las cosas se han ido para el sur de manera irremediable. En unos cuantos años, ha logrado usted regresarnos, precisamente, veinte o treinta años al pasado, cuando las cosas eran como usted las comprende, pero no como se requiere hoy en día.
Amablemente le ruego que recapacite, no es usted la persona más adecuada para llevarnos a donde vamos. De continuar así, el destino de nuestra comunidad sólo será la perdición. No porque no tenga el derecho de desearlo, no porque no tenga usted el derecho de pensar que las cosas serían mejor como eran en aquel entonces. Es porque no lo van a ser. Es porque escucho la disidencia en los pasillos, porque escucho lo molesta que está la gente, es porque nadie desea que esté usted ahí, y nadie tiene el valor de decírselo a la cara.
Pues el día de hoy hubo alguien. Está usted equivocado. Es usted un mal para nuestra comunidad, ya no necesitamos de sus intenciones, de sus servicios. Amablemente le ruego que entregue usted la envestidura y se vaya a los campos, a pastar. Ya no lo necesitamos.
Muchas gracias por su atención. El más cordial de todos mis saludos para usted y todos los suyos.
Gabriel Dorantes Argandar