¡Cállate los ojos! Cuando la muerte se presenta de manera dulce VII Del Cuento «Atorado en el Sueño de los Justos»
Lina Ma. Pastrana en Cultura
Si este es agradable ¡Qué bien! Pero si estás en medio de una pesadilla ¿qué sucede? ¿Quién te avisa que tu vida llegó a su límite? Hasta cuándo puedes tomar conciencia de tu nueva realidad.
En esos momentos Fabián se levantó de la silla y se metió a la cocina para no escuchar más. ¡Eso! era exactamente lo que había ocurrido con él. Había muerto en medio de una pesadilla. Levantó la vista hacia el techo y pensó: “Y ahora Dios mío ¿qué es lo que sigue? Recordó a su hijo y se dirigió a su recámara.
Comenzó a acariciarle el cabello mientras le decía en voz baja — ¡No entiendo! Porque eres tú el único que me ve. El niño lo abrazó al tiempo que le contestaba: ¡No te entendí Papá, habla más fuerte!
Inspirado por una extraña sabiduría comenzó una conversación con Leonardo:
¡Leo! Mañana tú y tu Mamá van a ir al Jardín en donde están los abuelos, y se encuentra una Capilla. El niño le preguntó con aplomo.
— ¿Estás hablando del Panteón Papá? Fabián sonrió al entender que su hijo no era tan ingenuo como imaginaba y continuó con la plática: — Así es, Recuerdas que a Mamá le gustaba llevarle flores a los Abuelos. Mañana hará lo mismo, solo que en esta ocasión las flores serán un regalo para mí. Tengo que despedirme ahora, pero nos veremos en el Panteón para que tú y yo terminemos esta plática. ¿Estás de acuerdo?
Como respuesta el niño lo abrazó, Y Fabián después de besarlo salió de la recámara.
Al día siguiente mientras todos seguían con atención la misa Leonardo buscaba con la mirada a su Padre. Se dirigió hacia la puerta de la Capilla y de pronto vio aparecer en una tumba cercana a Fabián. El niño se acercó a él y le dijo:
— Pudiste cumplir papá. El niño lo abrazo y continuó diciendo. — ¡Qué elegante vienes!
Fabián se había presentado con un traje azul obscuro y una corbata gris, además llevaba en la muñeca aquella pulsera de cordón rojo que su esposa le había regalado y que usaba como amuleto. Se sentó entonces en la banca mientras respondía: — El mérito es de tu Mamá. Ella me escogió esta ropa y esta pulsera.
El pequeño observó los pies de su Padre y le dijo:
— ¡Sí! Pero olvidó otra vez tus zapatos, yo por eso no quería que los regalara. Fabián rió ante el comentario y después le dijo:
— Vengo a despedirme Leo. Tengo que ir a un lugar que se encuentra muy lejos.
El niño le preguntó con voz triste: — Pero ¿Te voy a volver a ver Papá? Y él le respondió:
— De eso, estoy completamente seguro. ¡Pero! para que eso suceda va a tener que pasar mucho ¡mucho tiempo!
El niño con la mirada baja le preguntó: — A dónde vas Papá. Fabián tratando de animarlo le contestó con entusiasmo: — A un lugar muy especial, es tan especial que no hace falta el dinero, ni la comida, ni los zapatos. ¿Qué te parece?
El niño hizo una mueca de desagrado cuando respondió. — Pues ¡no sé ¡ Suena muy aburrido.
Fabián comenzó a reír y continuó diciendo. — ¡No hijo! En ese lugar existe ¡todo! Menos el aburrimiento. Es el mejor lugar del Universo.
Fabián se levantó de la banca y tomando al niño por la mano, lo acercó hacia donde se encontraba su familia y mientras caminaban le dijo: — ¡Leo! Aunque no entiendas porqué Mamá hace determinadas cosas ¡tú! La tienes que obedecer. Ella solo está tratando de cuidarte. Y tengo que decirte algo más. ¡No le platiques a ella que vine a visitarte.
-¿Por qué Papá?
— Porque podría asustarse y eso no estaría bien. Únicamente cuando seas grande y estés de mi tamaño o del tamaño del tío Martín será el momento para que le cuentes. Le dirás entonces cómo me viste vestido lo que yo te platiqué y lo que tú me dijiste. Estoy seguro que en ese momento Mamá te va a creer.
Fabián dejó a Leonardo al lado de su madre y se despidió diciendo: — Lo más importante hijito, es que recuerdes que ¡te quiero mucho!
Después de despedirse comenzó a caminar de espaldas, y es que no podía dejar de mirarlo. El niño por su lado agitaba su manita en señal de despedida hasta que lo vio perderse en el jardín.
En ese momento el niño no pudo contenerse y comenzó a llorar. Mercedes lo abrazó al tiempo que le preguntaba: — ¡Leo! ¿Por qué lloras chiquito?
Leonardo se secó las lágrimas con sus manos y tratando de ser fuerte le contestó: - Lo que pasa es que voy a extrañar mucho a mi papá, pero ¡ya no voy a llorar!, porque sé, que él se fue al mejor lugar del Universo y también sé que aunque tenga que esperar mucho, muchísimo tiempo, voy a volverlo a ver.
Mercedes de pronto se sintió aliviada. De alguna forma, aunque ni ella misma entendía ¡cómo! su hijo asimilaba la muerte de Fabián y esta aceptación la había expresado en una forma tan hermosa que la daba la impresión de que “alguien” le había echado la mano.
FIN
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