Árbol inmóvil - Acantilado de muerte

En opinión de Juan Lagunas

Árbol inmóvil - Acantilado de muerte

No especularé las causas (no soy arúspice). Empero, sí me compete cavilar en torno al atentado que se perpetró contra la diputada del Partido del Trabajo, Érika García Zaragoza. El móvil se encuentra en una baldosa de innumerables diaspros. Una teoría me permite el siguiente corolario: el crecimiento de la espiral violenta.

            No se necesita un oráculo para ponderar que el gobernador, Cuauhtémoc Blanco Bravo, quien emergió de los élitros del hartazgo, no sirve para este oficio. Si jamás comprendió el “juego limpio” (dentro del balompié) y honesto, su mirada aciaga no le deja divisar la pulcritud indispensable: el compromiso social.

            Su equipo lo emula. Si él no cede, el séquito perpetúa la conducta. Sociológicamente, los patrones se conducen por la mente estrafalaria, en donde se anidan en dolor, la inopia y el desdén de las enseñanzas paradigmáticas.

            Faltan alrededor de cuatro años de este régimen concupiscente y anormal. La gente, en la periferia, se está muriendo. Al unísono, hipa, mas nadie la oye. En este instante, en algún hogar, alguien está temblando; se suscita un plagio, un robo, un ataque entre cárteles, un trasiego de enervantes; una calamidad del crimen -que se mueve, horondo, por las dehesas de los árboles-.

            No necesito convertirme en nigromante, para establecer que, en la universidad, la escuela pública o privada, la central de abastos, la tienda de conveniencia, el laboratorio y el nosocomio, existe una amenaza de abuso. Nadie está alerta. A José Antonio Ortiz Guarneros le quedó grande la Comisión Estatal de Seguridad.

Este miércoles, en un cónclave superfluo, acordaron indagar el crimen contra la congresista. ¿Y? Nada saldrá, se los aseguro. No se dan cuenta que los poderes del estado se sitúan en el acantilado de la muerte. No hay escapatoria.

Los asesinatos siguen… el descontrol no es proporcional a la veleidad de los integrantes del gabinete. Se avecinan dos sucesos:

  1. Dimisiones y…
  2. Cambios deliberados (impuestos).

Al fin y al cabo, la taxonomía del error, en la clase política, sólo admite un punto: “Pese a las críticas, vamos avanzando”. ¡Qué terrible justificación!

 

ZALEMAS

            El río es un flujo de cabellos. Ahí, en silencio, navegan (en el vaivén de la tranquilidad del agua): el eterno movimiento fijo de la impaciencia detenida; la mano cerrada, que se abre en tu piel; el cielo gris y limpio de nubes, que se esconde en el alba; las almas incandescentes de la ceguedad y, por tanto, evasión de la casa sosegada.

 

            En “Ajedrez”, Borges metaforiza:

En su grave rincón, los jugadores

rigen las lentas piezas. El tablero

los demora hasta el alba en su severo

ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores

las formas: torre homérica, ligero

caballo, armada reina, rey postrero,

oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,

cuando el tiempo los haya consumido,

ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra

cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.

Como el otro, este juego es infinito.

 

            He ahí la luz de tinta negra. Está escondida en los escaques, en este caso. No se ve y, al mismo tiempo, se observa que avanza… Enmudece en palabras siempre innecesarias, como tus ojos y tu vos… Ese cuerpo, en que ciertas tardes dormí, no es el mismo. Es igual, pero diferente. No cabe en la luna, ni en los rayos equidistantes del sol seco, el cual, inescrutablemente sucumbe.

(Hasta el próximo jueves… Sin angustia).