A Nivel Banqueta - El centro de Cuernavaca
En opinión de Francisco Valverde Prado
¿Cuándo fue la última vez que fuimos al centro de nuestra ciudad? ¿A alguien le parecerá un espacio limpio, seguro y ordenado? En Cuernavaca, no resulta nada nuevo toparse con algún tipo de nostalgia, enamoramiento o memoria idealizada acerca del pasado de la Eterna Primavera. Para los que aquí nacimos o para los que llevamos muchos años habitándola, sabemos lo mucho que le ha cambiado el rostro a Cuernavaca.
Históricamente, el centro de la ciudad era agraciado, simpático, cómodo y seguro de caminar. No necesariamente porque se contara con muchos edificios de carácter patrimonial o de catálogo del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) pero sí, un muy bien plantado Jardín Borda, Palacio de Cortés, Museo Brady y simpático kiosco, donde se podía disfrutar de eskimos, globeros y escamochas.
La Parroquia y La Universal, eran también un lugar de encuentro, de ser visto, sitios para placearse y hacer de lo público un lugar de encuentro.
Una de las primeras intervenciones arquitectónicas en el primer cuadro de Cuernavaca, fue en la época de Jesús Giles y Marco Adame (más allá de las tuberías e instalaciones hidráulicas de los años ochenta). Esto no significa que esté defendiendo o sumándome a ninguna gestión o color partidista, pero debemos reconocer lo que se ha hecho bien, construir sobre lo construido y no caer en la división que actualmente está de moda en nuestro país. El odio, resentimiento y pasión por la destrucción, nada bueno dejan en favor de ningún ciudadano y mucho menos de México.
La calle Nezahualcóyotl, Hidalgo y calles perimetrales a Plaza de Armas, fueron un ejemplo de un proyecto bien diseñado y finamente ejecutado. El manejo de texturas en banquetas, pintura moderada y discreta en guarniciones, rampas, limpieza de imagen y manejo de colores, hicieron del centro, un lugar en el cual daban ganas de estar y visitar. El proyecto no tuvo continuidad y mucho menos mantenimiento, la historia de siempre. La agenda de los ciudadanos secuestrada por intereses partidistas y esfuerzos de carácter individual y egoísta.
Más tarde, llegaron otro tipo de obras y remodelaciones. Como olvidar la escultura de nuestro máximo héroe: Emiliano Zapata y su triste proporción, un auténtico pisa papeles. Una vez más se demostró que nada bueno dejan las ocurrencias.
Una de las obras más significativas, conceptualmente hablando, fue la de la Ecozona, en la que se buscaba que la política ambiental y comercial, se integrarán en favor de un nuevo modelo de ciudad. ¿Se logró?, en alguna medida sí. El proyecto inició y concluyó con la remodelación de plaza de armas y alrededores. Fue un buen inicio, pero terminó sepultado “once again”, un cambio de gobierno que le dio cero continuidad y mucho menos lo conservó en buen estado. Una vez más, la agenda de los ciudadanos, secuestrada por los intereses partidistas, esfuerzos individuales y no colectivos.
Los problemas del centro son muchos y de índoles diversas: la ilegalidad, comercio informal, desorden y falta de un proyecto a corto, mediano y largo plazo, han hecho del centro, un ejemplo de lo que verdaderamente adolescemos: cero planeación y nulo conocimiento de lo que una ciudad requiere para ofrecer una mojar calidad de vida a sus habitantes, avecindados o visitantes.
Por si fuera poco, un nuevo problema golpeó fuertemente no sólo a Cuernavaca, pero también al estado de Morelos: los candidatos improvisados, llenos de apodos y caricaturescos razgos. Lo que realmente significaba la ciudadanización era que la agenda de los ciudadanos llegara a la toma de decisiones y no, que las mentes más pobres nos gobernaran.
Digamos, que la decencia, preparación y principios, fueron confundidos por personajes que bien podrían haber participado en el programa televisivo dirigido por Laura Bozzo y, ¿nos sorprende el fracaso? ¡Nadie puede dar lo que no tiene!
Lo que el centro de Cuernavaca necesita, es un proyecto serio, profesional y que esté garantizado más allá de trienios y sexenios, un proyecto a corto, mediano y largo plazo. Un verdadero acuerdo que logre trascender caricaturas, venganzas y odios. Si no podemos ponernos de acuerdo en algo tan elemental, ¿cómo salir de este atolladero?
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