Serpientes y escaleras - El regreso de los graquistas

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - El regreso de los graquistas

El duelo epistolar de la senadora y el exgobernador no es cualquier cosa.

 

El regreso de los graquistas

En poco más de doce semanas, tres meses, los ciudadanos del Estado de México y de Coahuila elegirán un nuevo gobernador (a); las elecciones en esos estados son la antesala de la contienda presidencial, que irá acompañada de nueve procesos estatales, entre ellos el de Morelos. La cercanía con la sucesión incrementa la efervescencia política y reacomodará el escenario político local; por ello los graquistas vienen de regreso.

El duelo epistolar que esta semana sostuvieron la senadora Lucía Meza Guzmán y el exgobernador Graco Ramírez es parte de la trama que veremos en el proceso electoral venidero: ella busca reivindicarse con Morena, con Cuauhtémoc Blanco y con quienes influirán en la designación de las candidaturas; él reaparece en el debate político y lo hace fustigando a quien considera su hechura, su creación y parte de los activos que durante seis años tuvo en el ejecutivo estatal.

El cruce de mensajes entre estos personajes es más interesante que las acusaciones y los adjetivos que utilizaron; detrás de sus posturas está el reacomodo político de cara al arranque del proceso electoral y la definición de posturas en una elección que será muy distinta a la del 2018.

Durante cinco años la senadora Meza Guzmán se mantuvo alejada de Morelos, descuidó su estructura, apostó por un partido distinto al Movimiento de Regeneración Nacional y se confrontó con el gobernador Cuauhtémoc Blanco. Bajo el argumento de que estaba ocupada en la agenda nacional, la dama asumió una línea monrealista, opuesta en varias ocasiones al presidente Andrés Manuel López Obrador y abiertamente en contra del jefe del ejecutivo morelense.

Por acciones y decisiones propias la senadora se fue quedando fuera del rompecabezas político del 2024: en la elección intermedia apostó su capital político a la creación de un nuevo partido, Fuerza Por México, auspiciado por Pedro Haces y reforzado por Ricardo Monreal; Lucía Meza, Ricardo Robledo y el resto de su equipo construyeron esta nueva propuesta en el estado y reclutaron candidatos que en el 2021 jugaron en contra de Morena. El pecado de la senadora es que se sobrevaluó a sí misma, supuso que su rentabilidad era mayor a la de la 4T y que con canicas propias lograría superar al partido que le abrió las puertas en el 2018.

El despertar de ese sueño fue amargo: Fuerza por México perdió el registro local y federal, aunque por alguna argucia legaloide en Morelos le dieron vida artificial. El fracaso de FxM fue más allá de lo electoral, donde quedó expuesta la realidad política de Meza Guzmán, también se convirtió en un duro argumento que muchos morenistas han utilizado para colocar a la cuautlense como adversaria, a pesar de que forma parte del grupo parlamentario morenista en el senado.

Pasó mucho tiempo para que Lucía Meza entendiera el grave error de cálculo que cometió al enfrentarse al gobernador y distanciarse del partido. Explico: 1- Aunque atacar a Cuauhtémoc Blanco ha sido políticamente rentable para algunos actores locales, funciona solo en aquellos personajes que forman parte de la oposición y cuyas críticas han sido contundentes; Lucía Meza le ha pegado de manera intermitente, superficial, sin ir a fondo y sobre todo sin aportar pruebas de sus señalamientos. Peor: las críticas que durante cinco años ha hecho la senadora no son sobresalientes porque se perdieron, es decir, ni siquiera en esa lucha la cuautlense supo ser original. Y 2- La dama perdió de vista un aspecto político muy importante en su estrategia: Cuauhtémoc Blanco es un gobernador muy cercano al presidente de México y totalmente respaldado por el gobierno federal; ahora, además, el hermano del gobernador tiene a su cargo el manejo del partido con todo el respaldo de la dirigencia nacional, lo cual le cierra totalmente el camino a la senadora. A pesar de sus insistentes ataques el gobernador nunca le ha contestado a Lucía Meza; su respuesta ha sido más dura: la ha ignorado.

El intento de transformación política de la senadora no está saliendo como ella esperaba, ni tampoco es visto con simpatía por la opinión pública. La dama no se ve genuina ni en sus posturas ni en sus declaraciones, se le nota tensa, forzada, incómoda y evidentemente desesperada por reivindicarse con quien ha sido su sparring político a lo largo de todo el sexenio. Y de repente se le apareció Graco Ramírez.

El perrerdista ha ido regresando a la discusión política a través de sus redes sociales y en reuniones que sostiene desde hace varios meses con algunos de sus excolaboradores y personas con las que mantiene relación. El tabasqueño organiza reuniones, vuelve a hablar de política y en todos los casos fustiga al gobernador Cuauhtémoc Blanco y al presidente López Obrador, a quien despectivamente llama “el mesías de Macuspana”.

Graco Ramírez ha hecho vacío a los ataques que constantemente recibe de su sucesor a pesar de que lo ha llamado ladrón con todas sus letras. El perredista es un hombre corrupto, pero no tonto, sabe el poder que tiene un ejecutivo estatal, sobre todo cuando se goza del cobijo federal, como él lo tuvo durante casi todo su sexenio. El tabasqueño aguanta vara, apechuga con los adjetivos del futbolista y sostiene la idea que hay tiempos para todo “para juntar varas y para echar cohetes”.

Su tolerancia, empero, no incluye a otros actores como la senadora, a quien considera hechura propia; y tiene razones para ello: Graco Ramírez hizo a Lucía Meza en todos los sentidos, le dio trabajo en el senado, la impulsó al congreso local, la volvió pieza clave de su gobierno estatal y siempre le tuvo consideraciones políticas y personales, aún por encima de la opinión de muchos de sus colaboradores.

Las acusaciones contra Graco Ramírez y su familia tienen sustento a pesar de que no se puedan comprobar; basta hacer memoria y recordar como hace unos el tabasqueño cobraba en dependencias federales y pedía dinero prestado a varias personas, Carlos Ahumada uno de ellos. El paso por el senado de la república fortaleció sus finanzas, pero los seis años que gobernó el estado de Morelos lo volvieron millonario a él, a su familia y a muchos de sus amigos, entre ellos Meza Guzmán.

Graco Ramírez y Lucía Meza se saben mutuamente muchas cosas, porque convivieron más de veinte años años; el duelo que recientemente protagonizaron en redes sociales va más allá de lo mediático: para ella es un intento de reivindicación que difícilmente prosperará, porque los agravios en contra del gobernador Cuauhtémoc Blanco fueron demasiados; en el caso de Graco Ramírez le permite lanzar un golpe político abierto al tiempo de enviar un mensaje de vida política, que se suma al trabajo preelectoral que desde hace meses realiza con varios personajes de la vida pública, empezando por los diputados del G15.

Lo expresado por la senadora y el exgobernador en sus cuentas de Twitter es llamativo porque expone el tono en el que veremos las siguientes campañas; además de ello vale la pena observar que pese a lo duro de las expresiones de Graco Ramírez contra Lucía Meza, la dama guardo silencio y se comió el revire de un personaje despreciable, despreciado, pero también experto en el terreno político.

Ya vimos a Graco Ramírez lanzar los primeros golpes de cara al proceso electoral que comenzará en unos meses; lo que sigue es el reagrupamiento del graquismo, de todos aquellos que se han mantenido escondidos durante cinco años y ahora ven la oportunidad de sacar la cabeza para buscar venganza, porque el pleito mediático es lo suyo y representa el ambiente más favorable para ellos.

Seamos claros: a Graco Ramírez se le acusa de corrupto, no de pendejo.

·         posdata

Los graquistas se están reagrupando en privado y tomando posiciones en varios lugares, apoyando a diversos precandidatos, incluyendo algunos de Morena. Un bastión graquista clave está en el Congreso local, desde ahí el exgobernador ha ido recuperando terreno y reagrupando a su equipo de cara al proceso electoral del 2024.

El tabasqueño tiene dos elementos muy importantes a su favor: tiempo y dinero; ambos están puestos en escena y a partir de ellos el perredista construye una ruta política que intentará colocar a varios alfiles en la boleta, pensando en una venganza contra quienes lo han perseguido a lo largo de cinco años.

Del lado del ejecutivo se ha dejado de lado el tema de las denuncias contra el gobierno anterior; si bien es cierto se han presentado varias demandas ante las instancias competentes, no se les ha dado la fuerza documental ni el empuje político para que procedan. Pareciera que se presentaron solo para cubrir las apariencias.

Graco Ramírez nunca perdió de vista que al término de su gobierno podría ser perseguido, porque aunque durante mucho tiempo consideró que su fuerza política e influencia gubernamental duraría al menos durante dos sexenios, no olvidó construir un andamiaje legal y estructural que le permitiera resistir los embates, si las cosas no salían como él esperaba.

En la recta final del sexenio es claro que las redes de protección del tabasqueño han funcionado y funcionarán cuando su objetivo ya no sea defender, sino atacar. Explico: el periodo de los fiscales y de los encargados de las áreas fiscalizadores rebasará el sexenio de Cuauhtémoc Blanco; hasta ahora las dependencias han sido cómplices y protectoras de los graquistas, pero en el futuro cercano serán persecutoras de Cuauhtémoc Blanco y los suyos, sobre todo si el primer paso lo da el congreso local.

La impunidad que rodea al graquismo se va a convertir en un elemento muy peligroso para los morenistas en la elección y para el gobierno saliente después del 2024; si la administración actual no logra que los procesos en contra de esos corruptos avancen, a nadie deberá sorprender que en unos meses los señalados sean ellos.

Recordemos: golpe que no mata, fortalece.

·         nota

Mitofsky presentó su última encuesta sobre la aprobación de Andrés Manuel López Obrador en 150 municipios de México; en el estudio aparecen varias municipalidades morelenses, empezando por Jojutla en el 7º lugar: ahí el presidente de México tiene un 74.5 por ciento de aprobación. Después está Cuautla en el lugar 61 con 60.5 por ciento de aprobación, Jiutepec en el 93 con 53.4 por ciento y Cuernavaca en el 130 con 48.5 por ciento.

En términos generales Morelos mantiene una simpatía obradorista con el 66 por ciento de aprobación a la figura del presidente Andrés Manuel López Obrador, lo cual confirma la hegemonía del Movimiento de Regeneración Nacional y la hipótesis que sostienen algunos de que “con cualquier candidato o candidata Morena va a ganar el 2024”.

Si damos por hecho esta suposición, entonces la 4T puede elegir al candidato que desee, sin importar su rentabilidad electoral o militancia.

Ergo: la candidatura de Morelos puede servir para cumplir con un compromiso político. ¿O no?

·         post it

Si los morenistas originales no se ponen de acuerdo entre ellos, los neomorenistas les van a ganar el mandado en el 2024.

Solo digo.

·         redes sociales

Si activan los procesos judiciales en contra de los graquistas, el exgobernador le va a bajar diez rayitas a su activismo.

Cuando encarcelaron a Beltrán Toto, el tabasqueño no durmió por varios días.

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