Punto Kairo - En la escuela estamos seguros

En opinión de Juan Salvador Nambo

Punto Kairo - En la escuela estamos seguros

Aunque pudiera parecer sarcasmo debido a las noticias que proliferan en los medios, especialmente con la nueva masacre presentada en Estados Unidos en una escuela de nivel básico, las escuelas en México siguen siendo consideradas lugares seguros para su comunidad.

Desde la década pasada, en el municipio de Cuernavaca, capital del estado de Morelos en México, se hizo común escuchar sobre la ejecución de estrategias de seguridad escolar en las escuelas de nivel básico: Operativos Mochila, DARE (Drug Abuse Resistance Education, por sus siglas en inglés, traducido al español como Educación para Resistir el Abuso de las Drogas), Escuela Segura, Mi Escuela Segura y el Cóndor, Beto y los Servicios Públicos.

El principal objetivo de dichos programas era el de prevenir la violencia y la drogadicción dentro y fuera de las escuelas de nivel básico, debido a la proliferación de pandillas y denuncias de padres de familia, estudiantes y maestros sobre la venta de drogas afuera de las instituciones educativas; además del incremento de actos vandálicos y criminalidad en colonias populares consideradas como puntos rojos por parte de las dependencias federal, estatal y municipal de seguridad.

Estas acciones se realizaron de forma constante en las escuelas primarias y secundarias del municipio y fueron impulsadas por autoridades encargadas de la prevención del delito en Cuernavaca. En 2005 se aplicó el programa “Mochila Segura”, el cual prevé la vigilancia policíaca en los circuitos escolares y la revisión de mochilas a los estudiantes en coordinación con padres y madres de familia y profesores; en 2007 inició el DARE, el cual contempla el uso de policías como instructores regulares en aulas de educación básica; y en el 2008 el Programa Escuela Segura, al cual se le dio seguimiento hasta el 2016 que cambió de nombre y objetivos al ser nombrado como el Programa Nacional de Convivencia Escolar (Secretaría de Educación Pública, 2016).

La escuela se había convertido en una zona de riesgo. Para entonces había ya varios estudios relacionados con el entramado de la violencia escolar. La discusión sobre este tema mostraba que la violencia escolar que se generaba dentro y fuera de la escuela, en varios de los casos estudiados, era producto de factores sociales más generales y un resultado de las interrelaciones entre la escuela y la sociedad. Es decir, la situación de la violencia escolar dependía mucho del contexto en el que se desarrollaba.

En este sentido, Tani Adams (2012) propone una iniciativa colaborativa que conjunte esfuerzos de actores internacionales, nacionales y locales para desarrollar enfoques más efectivos por medio de la investigación, la reforma de políticas públicas y la acción social para evitar lo que señala como violencia crónica.

Por su parte José Vicente Tabares-dos-Santos (2009) afirma que con el propósito de hacer eficientes las distintas acciones que se han desarrollado en la escuela, resulta necesario una actuación multisectorial de la administración pública, tanto municipal como estatal.

En el caso de Porto Alegre, Brasil, destaca, desde la década de 1990 un conjunto de acciones públicas, la participación de la Brigada Militar y de la Policía Civil; algunos avances legislativos se hicieron sentir, tal como la institucionalización de la acción contra la violencia en la Escuela como política pública. También la ley municipal ya exige la apertura de las escuelas en los fines de semana para actividades comunitarias; la participación de los Consejos Escolares, entre otros.

Las comunidades escolares instrumentan mecanismos de defensa ante la violencia escolar, aunque también con sus límites, sus deficiencias, sus miedos, sobre todo porque aún no se han configurado programas participativos adecuados, integrales, en la medida de lo posible, y porque mientras se impida el empoderamiento de las propias comunidades de barrios y pueblos, ningún programa podrá ser suficiente.

Han sido los estudiantes los encargados de demostrar que la escuela es un espacio de convivencia que vale la pena cuidar y respetar, aunque al interior hay problemas de comunicación con los profesores, agentes educativos y con los mismos padres de familia.

La inseguridad que ocurre en México y de forma particular en Morelos, se ve reflejada en diversos tipos de violencia social; sin embargo, la violencia escolar que se registra aún en las escuelas tiene matices distintos y no es considerada grave

Asimismo, hay una estrecha relación entre la violencia registrada al exterior con lo que ocurre al interior de la escuela. Es decir, la violencia que se ve en las calles, principalmente las de pandillas y vendedores clandestinos de droga, afecta de manera grave a la escuela y sus formas de convivencia, especialmente con el regreso a clases después de la pandemia.

En este sentido, es importante decir que los integrantes de la comunidad escolar han desarrollado lo que podemos llamar “prácticas creativas de seguridad”, para impedir ser afectados por la violencia que se vive en el entorno escolar. De esta manera, los agentes sociales se apropian y resignifican los recursos y orientaciones culturales existentes, más que ocuparse de vigilar a quien pueda ser peligroso en la escuela. Es decir, hay prácticas que se realizan para evitar la inseguridad y que no han sido parte de una política específica sino por el simple hecho de vivir y sobrevivir a una colonia considerada peligrosa.

 

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