Habitar La Paz - La muerte tiene permiso

En opinión de José Antonio Sandoval Tajonar

Habitar La Paz - La muerte tiene permiso

En honor de Erick Osiel

 

La muerte tiene permiso, diría Valadez. La noticia del asesinato de un niño de trece años en el municipio de Xochitepec, cuyo cuerpo se encontró desmembrado el día de ayer, ha dado la vuelta en redes sociales. Erik Osiel, indican las autoridades, era su nombre. Sabemos que estudiaba el sexto año de primaria y que en su tiempo libre trabajaba como ayudante de albañil. Su padre reconoció los restos en una bolsa de plástico

En medio de la crisis de salud por el coronavirus, que hace que los muertos se cuenten por miles cada semana, continúa la crisis de salud pública, que significa la violencia, y ante la cual parece que como sociedad nos hemos resignado. Una sola vida arrancada por la violencia estaría llamada a sacudir la conciencia de un pueblo y más, si esta vida es la de un menor que está entrando a su adolescencia.

¿Será que la muerte ya tiene permiso entre nosotros? ¿Será que claudicamos ante el esfuerzo por erradicar esta violencia inhumana? ¿Es el miedo o la indiferencia, o ambas cosas, lo que nos hacen no levantar la voz cada vez que una vida es arrebatada en nuestra tierra?

Cada semana se acumulan los homicidios y otros hechos violentos en Morelos y la respuesta de la autoridad sigue siendo la misma de hace años: “de seguro andaba en malos pasos”; “se presume eran miembros de pandillas”; “investigaremos hasta las últimas consecuencias”.

Y si la autoridad se muestra rebasada ante la ola de violencia, el pasmo de quienes habitamos en Morelos es muy grave. Se mata a luz del día, se ejecuta gente en los velorios, aparecen cuerpos sin vida en medio de pastizales, y  la vida adelante sin que hagamos una pausa para levantar la voz para detener esta tragedia. No detenerse ante el dolor, no hará que desaparezca. Y aunque estos hechos no ocupen los titulares de los medios no pueden estar fuera de nuestra mirada.

Con la palabra Omertá, los italianos describen el silencio cómplice que permite que las actividades de los grupos delictivos vayan adelante. Romper el silencio, romper con la indiferencia, volver a un corazón sensible y hacer consciencia que éste no  puede ser nuestro destino en Morelos, nos permitiría buscar colectivamente caminos de salida.