Escala de Grises - Insuficiencias de Estado
En opinión de Arendy Ávalos
El lunes 24 de abril, Diana Guadalupe Peña tenía una cita de trabajo en el sur de la Ciudad de México, por lo que salió temprano de su casa. Poco después de las 10:00 a.m. su teléfono dejó de recibir mensajes y mostrar su ubicación en tiempo real; 48 horas después, aún era imposible contactarla.
Dada la situación, su familia comenzó a alarmarse y contactó a las autoridades correspondientes para que dieran inicio a las investigaciones y pudieran localizar a la mujer de 33 años. Sin embargo, sólo se pudo localizar su automóvil en una autopista federal del Estado de México, sin rastro de Diana ni de sus pertenencias.
Con la intención de visibilizar el caso, familiares y personas cercanas a Diana se reunieron con pancartas y boletines impresos para visibilizar el caso. Seis días más tarde, a las 6:30 de la mañana, elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional reportaron la localización de una mujer en la carretera que une Cuernavaca y Huitzilac.
Según la versión difundida por el diario El País, la mujer estaba visiblemente desorientada y con signos de deshidratación, por lo que el Ejército se acercó a ver qué sucedía y solicitó el apoyo de la policía municipal. Diana Peña pudo decirles a las autoridades su nombre completo y el último recuerdo que tenía.
Diana informó que iba manejando sobre la autopista cuando un auto se le emparejó para informarle que tenía una llanta ponchada. Después de eso, no sabe qué más pasó. La estrategia resulta clara: alertar a la víctima respecto a una presunta falla en su vehículo para provocar que se detenga y, de este modo, poder atacarla.
¿Con qué objetivo? Las opciones son tan inciertas como alarmantes. Trata de personas, secuestro, robo o cualquier otro delito puede agravarse si le agregamos el factor de violencia de género. Por ello, agotar todas las líneas de investigación es indispensable para poder actuar al respecto.
Luego de reunirse de nuevo con su familia, Diana Peña fue trasladada a un hospital de Cuernavaca para recibir atención especializada. Hasta el momento en que se escribió esta columna, se desconocía si la mujer tenía signos de violencia o alguna lesión que debiera ser considerada por el personal de seguridad mexiquense.
Afortunadamente, Diana fue localizada con vida. Sin embargo, fue hallada a 70 kilómetros de donde había sido vista por última vez, en una zona donde se han localizado a dos mujeres, con síntomas parecidos, durante las últimas semanas. ¿Qué otra señal se necesita para actuar al respecto? ¿Cuántas mujeres más deben aparecer en la misma zona boscosa de Morelos para que las autoridades se planteen la posibilidad de hacer algo al respecto?
Respecto al caso de Diana, la Fiscalía del Estado de México abrió una carpeta de investigación, donde también colaboran elementos de seguridad pertenecientes al estado de Morelos, con el objetivo de esclarecer lo sucedido. A pesar de los esfuerzos, el lugar donde se localizó a la mujer de 33 años no cuenta con alumbrado público y mucho menos con cámaras de vigilancia; de ese grado la insuficiencia por parte del Estado.
Tal como ocurre con el caso de Diana y el de todas las víctimas de desaparición forzada o violencia de género, este es un caso más que sirve para demostrar la ausencia de justicia y seguridad a la que nos enfrentamos en México. Pongámoslo claro. A plena luz del día, en una autopista, una mujer fue privada de su libertad. ¿Gravísimo, no le parece?
En nuestro país, todos los días, diez mujeres son asesinadas por cuestiones de género y siete más desaparecen. Todos los días. La crisis de violencia y seguridad se ha convertido en un monstruo imposible de controlar, para el que no bastan estrategias de comunicación y que, por supuesto, no se combate con darle más presupuesto a la Guardia Nacional.
En México hay más de 110 mil personas víctimas de desaparición forzada y todavía se desconoce la cantidad de fosas clandestinas que existen en todo el territorio nacional. Las consecuencias que representa este delito a nivel social se han vuelto incalculables. No hay investigaciones ni recursos que basten para solucionar los daños perpetrados durante más de dos décadas.
El horror se ha vuelto parte de la cotidianidad, al igual que la impunidad. ¿Cómo hablamos de justicia? ¿Qué significa la palabra seguridad? ¿Cuál es el fin de un Estado que no protege a su población? ¿Cuáles son las alternativas que tenemos? ¿Cerrar las carreteras y vialidades principales para obtener la atención de los medios y que eso motive a las Fiscalías? ¿Que las madres buscadoras realicen siempre un trabajo que corresponde a las autoridades?
Como siempre decimos en este espacio, el primer paso es aceptar que existe un problema. Por otro lado, es indispensable atender las causas estructurales que atraviesan la violencia de género y la desaparición forzada, por mencionar un par de ejemplos. Pretender solucionar lo que ocurre de forma superficial no hace más que agravar la situación.
Recordemos que medidas como la prevención y la garantía de no repetición son indispensables para la justicia:
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