El mundo en vilo y la postpandemia.
En opinión de Aura Hernández
“Hoy dijo la radio que han hallado muerto al niño que yo fui, que han pagado un pasote de pelas por una acuarela falsa de Dalí, que ha caído la bolsa en el cielo (…) que subió la marea (…) que creció el agujero de ozono, que el hombre de hoy es el padre del mono del año 2000.”
Joaquín Sabina en Eclipse de Sol.
Si Usted querido lector es de las personas que, como yo, aseguraba que la pandemia nos haría mejores personas, siento decirle que nos equivocamos rotundamente. El mundo no es mejor lugar ahora que antes del 2020.
Los seres humanos no somos ahora unas criaturas de este planeta que transitamos de la arrogancia, la ambición de poder y riquezas, la depredación de la naturaleza, el consumismo, el racismo y la xenofobia a la solidaridad universal, a la humildad, al reconocimiento de la igualdad humana y a tomar acciones para detener el calentamiento global, solo por citar algunos de los pendientes que tenemos como especie humana.
Al contrario, pareciera que todas las condiciones inéditas que vivimos con motivo de la pandemia que ataca al planeta desde hace dos años, exacerbaron nuestras peores miserias. Para documentar mi pesimismo, no hace falta gran cosa, que no sea un recorrido por los medios de comunicación y las redes sociales. La pandemia parece estar cediendo, los problemas sociales y la desigualdad, no.
Ahí, tenemos acceso a una profusa exhibición de los problemas más apremiantes que actualmente aquejan a la humanidad, noticias falsas incluidas. La invasión rusa a Ucrania, las agresiones israelíes a la comunidad Palestina, la depredación ambiental a escala global y los fracasos de todas las iniciativas para detenerla, las campañas de las derechas en el mundo para revertir muchos derechos de las minorías alcanzados después de años de lucha, las expectativas cumplidas y no cumplidas de muchos gobiernos.
En América Latina la esperanza que representa el triunfo de Gabriel Boric en Chile, pero también la permanencia energúmenos que se hicieron del poder solo para hacer retroceder lo avanzado sobre todo en materia de bienestar y en la conquista de derechos, mientras que los olvidados de siempre siguen en el mismo lugar.
En nuestro país, tenemos comunidades enteras asoladas por la delincuencia organizada que no solo ha envenado a nuestra juventud y ha convertido medio país en un gigantesco cementerio, sino que ocupa espacios que muchas autoridades, por negligencia o por corrupción, van dejando en el vacío. Y de todo esto, Morelos no es la excepción.
Aquí unas estampas: hace apenas unos días fuimos testigos en las redes sociales del ataque, con un arma punzo cortante, de un chofer de taxi a otro conductor en lo que parecía un incidente de tráfico, a plena luz del día y en el lugar que se supone es el más vigilado de Cuernavaca: el centro de la ciudad. Pero también en otros municipios como Jiutepec y algunos del sur y el poniente del estado, se registran continuamente incidentes de violencia que tienen como denominador común la impunidad.
Otra estampa que exhibió a la clase política morelense fue la falta de definición de los diputados que integran la Legislatura del estado, luego de que su propio órgano de fiscalización dio a conocer un presunto fraude por más de mil 300 millones de pesos, que funcionarios de la administración anterior cometieron en detrimento del llamado Fondo Unidos por Morelos, instituido para dar atención a las personas afectados por el sismo del 19 de septiembre de 2017, que tuvo como epicentro a Axochiapan.
Posiblemente la responsabilidad por los presuntos malos manejos de los recursos que estaban destinados para atender las afectaciones por el temblor que afectó a una cantidad considerable de habitantes del estado de Morelos se quede en la impunidad, porque el principal señalado es un colaborador de un influyente legislador que, de acuerdo con reportes de los medios de comunicación, hará lo posible por protegerlo.
Sin embargo, ahora que muchos países han empezado a anunciar que la pandemia está de salida, que nuestro país tiene más de 80 por ciento de su población adulta vacunada, que nuestro dolor por las personas que perdimos se apacigua y va quedando en un rincón imborrable de nuestra memoria, como me gustaría que la pesadilla que significó la Covid en nuestras vidas nos hubiera transformado en mejores personas.
Cuanto me gustaría enterarme de se detuvo la invasión a Ucrania, que Israel dejó de agredir al pueblo palestino, que empezamos a tomar acciones contra el cambio climático, que la violencia ha disminuido, que los políticos se dedican a gobernarnos, que se acabó la corrupción, que no hay discriminación, que no hay feminicidios, que los incidentes de tráfico no terminen en agresiones armadas.
En fin, perdón por la tristeza como escribió Joaquín Sabina, pero me gana el pesimismo.