Árbol inmóvil - El nacimiento de un poeta (I de II)
En opinión de Juan Lagunas
El abatimiento de la muerte suplica… Puntea cordajes alegóricos entre la ofuscación de la intranquilidad. Como la noche de tenebrosidades. Es un afluente adusto en el desierto de tus perniles.
El vate no nace. Siempre está enfermo y exangüe. Espera, sin que llegue, el ansia del desvanecimiento. El desvarío de la pared adyacente es imperecedero. Concluye y se difumina. De esta forma, la batología es una volatilización de las letras en el aire.
El carey abre una lasca de luz. La matriz se vuelve desavenencia (al igual que las yemas de tus prolongaciones). Estrofa de polvo y martirio. Frente sin cúspide.
Whitman retorna:
¡Oh, yo! ¡oh, vida!
De sus preguntas que vuelven,
del desfile interminable de los desleales,
de las ciudades llenas de necios,
de mí mismo que me reprocho siempre (pues,
¿quién es más necio que yo, ni más desleal?),
de los ojos que en vano ansían la luz,
Soy agua sucia. Un cúmulo de desdén y desmemoria entre la maleza de la repetición. No debí haber nacido. Tuve que… (¿Perezco dentro de la habitación desolada?).
“Alguien, no sé quién, dijo que no debería uno privarse del placer de la piedad”: Cioran. Es decir, el hálito no cae en el barrizal súbito. El resto de las palabras del mundo asume campillos semánticos de la potestad del aire. El horror asuela el alma.
El rapsoda (y su retentiva vana) sigue:
de los objetos despreciables,
de la lucha siempre renovada,
de lo malos resultados de todo,
de las multitudes afanosas y sórdidas que me rodean,
de los años vacíos e inútiles de los demás,
yo entrelazado con los demás,
Los confines de esa membrana (en la oscuridad) son… Algo. Una imagen de… El poeta es asesinado en la concepción.
la pregunta, ¡oh, yo!,
la pregunta triste que vuelve
¿qué de bueno hay en medio de estas cosas,
Oh, yo, Oh, vida?
No puedo volver a este sitio, donde nadie me quiere ni me extraña. Se trata de ruidos sin control. Una cuna hecha de pecina en la asengladura sin circunvalación.
Tras la… ¿Traslación? Uno se esconde debajo de una evasiva. El fuego viene. No puedo. Reverdy es decisivo (sólo ahora) en “Secreto”:
Campana vacía
Pájaros muertos
En la casa donde todo se adormece
Las nueve
La tierra se queda inmóvil
Se diría que alguien suspira
Los árboles parecen sonreír
En cada hogar la somnolencia es un vacío de insensatez. No sirven los secretos guardados (en la secesión). Ahí está ella. No respira. Amura en declive (símil a un verso griego o latino al que le falta una sílaba al fin).
El agua tiembla en la punta de cada hoja
Una nube atraviesa la noche
Frente a la puerta canta un hombre
La ventana se abre sin ruido
Abórtenlo. Que no prorrumpa en la franja de incomprensión. Es un peligro. Peor que un homicida en las desilusiones de la sospecha. No sabe en qué consiste la magnitud termodinámica que indica el grado de desorden molecular de un sistema.
Entre sus padres acaece una repulsión invariable, en la que la fluctuación diverge un hedor a ultraje. Es costumbre. Estipendio, tal vez. Visaje. Retorno a la vileza. Emancipación de…
Acá la perplejidad (adrede):
“No puedo escribir”.
ZALEMAS
¿El tiempo se extiende? Parece que sí. La gente contagiada (de covid) se incrusta en el mismo virus (aunque no lo desee). He aquí una exaltación:
Voy de salida
El Rapto es inminente. (¿El otro jueves vendrá?).
APOSTILLA
“No hay ni un alma entre los árboles…”.