TERCERO INTERESADO - No todo es política

En opinión de Carlos Tercero

TERCERO INTERESADO - No todo es política

La dinámica característica de la vida pública en nuestro país, las elecciones y los cambios de gobierno que vivimos este año, han marcado una época de polarización. Sin embargo, entre las disputas ideológicas y el constante ruido de la arena política, la Navidad emerge como un oasis de calma y humanidad; este período especial del año no solo transforma nuestra rutina diaria, sino que también crea un espacio para reflexionar sobre valores universales como la paz, la armonía y la solidaridad. La Navidad trasciende fronteras culturales y sociales, permitiendo a la humanidad detenerse, aunque sea por un instante, y recordar lo que realmente importa.

Uno de los aspectos más emotivos de la Navidad es su capacidad para fomentar treguas incluso en los contextos más hostiles. Un ejemplo emblemático de esto es la famosa "Tregua de Navidad" de 1914 durante la Primera Guerra Mundial. En el frente occidental, soldados británicos y alemanes dejaron de lado sus armas para intercambiar saludos, compartir alimentos y hasta jugar partidos de fútbol improvisados. Este evento histórico es un recordatorio de que, incluso en tiempos de guerra, el espíritu navideño puede prevalecer sobre las divisiones.

Esta capacidad de la Navidad para inspirar actos de bondad y reconciliación no se limita a eventos extraordinarios. En el ámbito cotidiano, también observamos cómo las diferencias se diluyen, dando paso a gestos de generosidad y comprensión. Familias distanciadas por desacuerdos propios de la conducta y naturaleza humana, se reúnen; los amigos se reencuentran y comunidades enteras se organizan para ayudar a quienes más lo necesitan.

Incluso los actores políticos, que suelen estar inmersos en agendas aparentemente impostergables y debates intensos, encuentran en la Navidad una oportunidad para hacer una pausa. Es común ver a líderes, legisladores y gobernantes dejar de lado sus diferencias para participar en actividades solidarias, enviar mensajes de unidad o simplemente disfrutar de tiempo en familia. Este breve paréntesis es significativo porque subraya la humanidad compartida que subyace a las complejidades de la política. Más allá de los discursos oficiales o las frases recurrentes de la temporada navideña, incluso las y los ciudadanos parecen reconocer que sus representantes y gobernantes, al igual que ellos, también son padres, madres, hijos e hijas. Este reconocimiento contribuye a humanizar la esfera pública y refuerza la idea de que la Navidad es propicia para construir o fortalecer los puentes entre sociedad y gobierno.

La llegada de la Navidad cambia el ritmo de la vida diaria. Las ciudades y hogares se llenan de luces y decoraciones que iluminan no solo las calles, sino también el ánimo de las personas. El aguinaldo que los trabajadores reciben como fruto de su esfuerzo a lo largo del año, es una de las prestaciones laborales más apreciadas y, a su vez, reactiva la economía, los centros comerciales, tiendas y mercados se convierten en escenarios de preparativos y regalos previos a las cenas familiares y encuentros con seres queridos, creando un ambiente festivo generalizado que impacta positivamente en el ánimo colectivo. Personas que en otros momentos podrían sentirse abrumadas por preocupaciones o estrés encuentran en las tradiciones navideñas una fuente de alegría renovada. La acción de dar, ya sea a través de regalos o actos de bondad, fortalece los lazos sociales y fomenta un sentido de comunidad.

Más allá de su enorme y fundamental significado religioso, la Navidad lleva consigo un mensaje universal de esperanza y renovación. En un mundo tan diverso y complejo, esta celebración nos recuerda que, al final del día, todos compartimos un deseo común de paz y felicidad. Este espíritu inclusivo es lo que hace de la Navidad una festividad tan especial: no discrimina ni excluye, sino que invita y contagia a todos.

En este sentido, la Navidad no solo es una pausa en la rutina, sino también una oportunidad para replantear prioridades y reconectar con nuestra humanidad, con la familia como pilar fundamental de lo que somos y así, a pesar de las diferencias, priorizar las coincidencias. La vida misma se atempera, recordándonos que, no todo es política.

Carlos Tercero

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