Serpientes y escaleras - Política y coyunturas

En opinión de Eolo Pacheco

Serpientes y escaleras - Política y coyunturas

 

En una elección no siempre gana el mejor; las circunstancias también influyen en una campaña.

 

Política y coyunturas

La política no es una ciencia, pero es un proceso sumamente complejo que regularmente se distorsiona porque no se entiende o se pretende simplificar. Una parte de la actividad política es el ejercicio del poder desde el gobierno, pero para llegar a él primero se tiene que ganar una elección y eso no siempre depende de la capacidad, de la inteligencia o de la trayectoria de los candidatos. En la política como en las elecciones las circunstancias también juegan.

En todos los procesos electorales siempre hay un candidato favorito, un adversario que pelea desde el segundo lugar y de cuando en cuando aparece un caballo negro, es decir, alguien a quien nadie pone atención hasta que rebasa y se lleva la elección.

El control que los operadores de las campañas quieren tener del proceso no siempre es total porque hay muchos aspectos que los rebasan y cotidianamente aparecen hechos coyunturales que inciden en la elección y mueven las cosas. Digámoslo de esta forma: por muy bien diseñada y organizada que esté una campaña, siempre hay situaciones que aparecen en el entorno de los partidos o de sus candidatos que son imposibles de prever.

Un primer elemento llamativo en las elecciones que vivimos ahora en Morelos es sin duda el número de partidos con registro: en la entidad hay 23 instituciones políticas que fueron avaladas por el órgano electoral y tienen capacidad de postular personas a los diferentes cargos de elección. Con estos números y tomando en cuenta todos los espacios en disputa el resultado es que ante las autoridades del INE y del IMPEPAC hay casi 9 mil ciudadanos registrados como candidatos.

Otro aspecto que usualmente se mete a la elección es el entorno social: en el proceso electoral del 2018 el factor que movía a la gente era la inseguridad: la violencia desatada en todo el estado y las evidentes redes de complicidad que había con el gobierno estatal anterior provocaron una molestia masiva que se vio reflejada en el voto. Otro aspecto que el votante tenía en la mente era la corrupción: Morelos llevaba años sumido en una espiral de impunidad en la que todo el tiempo veíamos excesos, abusos institucionales y criminales de cuello blanco que saqueaban las arcas en complicidad con el gobernador y su familia.

Ambos temas siguen pendientes de resolver en la agenda social y política del estado y del país, pero en este 2021 no son los aspectos que más preocupan a la ciudadanía; tras una larga pandemia que ha quitado la vida a más de 200 mil personas y ha dejado sin trabajo a millones más, la mayor preocupación de la gente en este momento es la situación económica y la salud. Aún y cuando el problema delictivo sigue vigente, a las familias les inquieta más la subsistencia diaria y el riesgo de enfermarse.

En un proceso electoral los gobiernos y sus candidatos casi siempre llevan la peor parte sin importar las siglas que representen. El ejercicio del poder es muy satisfactorio para quienes lo ostentan, pero también sumamente desgastante; quienes tienen una aspiración política y comparten siglas con quien gobierna llevan la peor parte, porque todos los reclamos, todas las críticas y todo el enfado se canaliza hacia ellos. Electoralmente hablando siempre es más fácil se candidato de oposición, sobre todo en una elección intermedia, cuando baja el apoyo a los gobernantes.

El proceso electoral del 2021 está caracterizado por una notable división de opiniones respecto a la labor que llevan a cabo las autoridades federales; la fuerza personal de Andrés Manuel López Obrador se deja ver en las encuestas y ayuda a mantener alta la confianza en su gobierno, pero no alcanza para cubrir los errores que está cometiendo su partido, ni alcanzará para hacer ganar a todos los candidatos de Morena

Digámoslo en castellano: todavía hay muchas personas que reconocen la fuerza moral del presidente, pero están marcando su distancia con los candidatos de su partido, particularmente de aquellos que como en Guerrero, Michoacán y Nuevo León han sido expuestos por actos de corrupción, violencia o nexos con la delincuencia organizada.

Hay situaciones dentro de la actividad política que aparecen de cuando en cuando y a pesar de que pudieron ser previstas les explotan en la cara a los gobernantes. Recordemos dos momentos claves en el sexenio de Enrique Peña Nieto: el escándalo de la Casa Blanca y la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa; el primero fue un asunto familiar que el gobierno federal no pudo explicar de manera convincente mientras que el segundo se trató de un crimen político que la presidencia pudo haber evitado, pero fue incapaz de hacerlo porque tardó en reaccionar y comunicó muy mal las cosas.

En estos primeros años el gobierno federal ha vivido situaciones que en otro tiempo hubieran sido motivo de una crisis de estado, pero dada la fuerza moral de Andrés Manuel López Obrador todo ha quedado en un escándalo mediático. Algunos funcionarios de primer nivel del gobierno federal como Manuel Bartlett, Irma Erendira Sandoval o los hijos del presidente han sido puestos bajo la lupa por supuestos actos de corrupción o por presumir los nuevos lujos de su vida, pero todo se ha justificado desde la presidencia bajo el argumento de que “no somos iguales”.

Pero en política también juegan la suerte y las circunstancias: hasta hace poco ninguna critica opositora hacía mella en la imagen del presidente Andrés Manuel López Obrador: ni la fallida rifa del avión, ni la cancelación del NAICM, ni la apuesta por una refinería en lugar de energías limpias, ni la quiebra de Pemex, ni el tren Maya, ni las inundaciones en Tabasco, ni el saludo a la mamá del Chapo… nada afectaba la simpatía hacia el presidente porque “él tenía otros datos”.

Sin embargo todo tiene su límite y lo que no pudo hacer la oposición política en México lo ha causado el partido: los problemas recurrentes en los que se han visto envueltos personajes de primer nivel de Morena han derivado en una pérdida de confianza hacia el proyecto de la Cuarta Transformación que se podría reflejar en las urnas el próximo 06 de junio.

Veámoslo de esta manera: la gente simpatiza con Andrés Manuel López Obrador, pero no con Mario Delgado; el pueblo sabio le perdona todo al presidente, pero no a candidatos que notoriamente son la cara opuesta de la 4T, aunque porten sus colores. El colapso en un tramo de la Línea 12 del metro de la Ciudad de México y la terrible forma como las autoridades capitalinas han atendido la situación ha cambiado la narrativa social, porque ese incidente se convirtió en el detonador de todos los conflictos acumulados en la agenda política del país.

Después de lo ocurrido la semana pasada en la Línea 12 todo se ve diferente, porque en lugar de que el gobierno federal apueste por el castigo a los responsables de las desgracias, siguiendo su propio discurso de combate frontal a la corrupción, se ha dedicado a deslegitimar las críticas y evadir el dolor de la gente. La más grave equivocación que comete en este momento el presidente Andrés Manuel López Obrador es suponer que los medios de comunicación son el origen del problema, cuando estos son simplemente los mensajeros del sentir ciudadano.

Cuando el presidente se enfrentaba con la clase política o con los grupos de poder siempre ganaba porque su calidad moral es superior a la de los demás, aunque los argumentos no estuvieran de su lado. Ahora que se enfrenta con la gente la historia cambia, porque quienes lo critican son aquellos que hace un par de años votaron por él.

Las circunstancias de la política han cambiado antes del día de la elección.

                                                      

 

  • posdata

El presidente municipal tiene que trabajar para que las cosas sucedan, dice Jorge Argüelles. Cierto. Aunque el ejercicio de gobierno es una labor de equipo, para que las cosas funcionen se requiere la atención directa de la cabeza, porque si no todo queda en discurso.

Los problemas que enfrenta la ciudad capital son muchos desde hace varios años, tienen que ver con la seguridad pública, pero también con los servicios, el desarrollo y la calidad de vida.

Se entiende que resolver el problema delictivo y de violencia es un tema sumamente complejo y de largo plazo que, además, no corresponde en este momento a las autoridades municipales porque existe un Mando Coordinado de Policía y porque los grupos delictivos han alcanzado niveles tan altos que en muchas ocasiones superan la fuerza del estado.

Pero lo que sí está al alcance de un presidente municipal son los servicios públicos municipales, la atención directa a los ciudadanos y la solución inmediata de problemas que atañen al ayuntamiento. Estos aspectos son de índole operativo, administrativo y se reflejan en la calidad de vida de la gente.

Hoy Cuernavaca enfrenta un problema muy severo de falta de agua potable, resultado de una pésima administración del sistema administrador del vital líquido; también es pública la corrupción que existe en casi todas las áreas del ayuntamiento, donde el ciudadano es víctima de extorsiones y chantajes que cometen las propias autoridades municipales con la complacencia del alcalde.

Estos dos temas son el ejemplo de lo que pasa actualmente en el gobierno capitalino, son asuntos del conocimiento público y de los cuales el presidente Antonio Villalobos está enterado, pero no hace nada; es imposible entender un engranaje de corrupción tan complejo dentro de un municipio sin la complicidad directa de quien está a cargo de la administración.

Justo ahí cobra relevancia la expresión del candidato Jorge Argüelles: “El presidente municipal tiene que trabajar para que las cosas sucedan”.

Cuernavaca necesita un alcalde que se dedique a gobernar, que entienda la situación que enfrenta la ciudad y tenga la capacidad de buscarles solución; gobernar no es un asunto de buena voluntad, para que las cosas sucedan se requiere capacidad, conocimiento y relaciones.

Para revolver el problema de desabasto de agua en Cuernavaca se necesita la ayuda del gobierno federal y estatal y en ambos casos Argüelles tiene manera de tocar puertas; para ponerle un freno a la corrupción institucional en el ayuntamiento es necesario que el alcalde saque las manos del negocio y se comprometa a erradicar la impunidad.

Para que la situación mejore en la capital de Morelos se necesita un presidente municipal que sea la cara opuesta a quien hoy gobierna la ciudad.

  • nota

La jornada nacional de vacunación en Morelos dedicada a la inmunización del personal docente y los trabajadores de las escuelas concluyó; la mayoría de los trabajadores de la educación en la entidad, de escuelas públicas y privadas han recibido su vacuna contra el covid.

Lo que sigue, de acuerdo con el plan del gobierno federal es el regreso a las aulas; esto último podría darse en las siguientes semanas o hasta el próximo ciclo escolar, depende de cómo avance Morelos en el semáforo epidemiológico.

La palabra final en este tema dice el gobierno estatal a través del secretario de educación, la tienen los padres de familia. Ellos decidirán si sus hijos regresan ya a la escuela.

  • post it

En la zona norte de la ciudad se han colgado varias lonas con el siguiente texto: “¡No quiero playeras ni gorras! ¡Quiero agua!”

El mensaje es muy duro por lo que representa: la crisis de agua potable en la ciudad está agobiando a miles de ciudadanos y se mezcla con la incapacidad de la administración municipal para solucionar el problema.

Es peculiar que el alcalde busque su reelección prometiendo mejorar las cosas Cuernavaca cuando desde hace más de dos años está a cargo de la administración capitalina y no ha podido resolver los problemas primordiales de la ciudad.

Cuando la gente reclama lo más básico y primordial que debe brindar una autoridad, como lo es el agua, es que las cosas están verdaderamente mal en el gobierno.

  • redes sociales

¿Seguirán pensando los morenistas que las redes sociales son benditas?

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