Preludio al maestro; la proa a mar abierto
¨Estoy en deuda con mi padre por vivir, pero con mi maestro por vivir bien¨: Alejandro Magno
Los progenitores son un estribor; empero, el maestro simboliza la línea de crujía, puesto que, utilizando su imaginación, nos conduce hacia el piélago del conocimiento.
La profesora Mary (Blas Martínez), en cuarto y sexto de primaria, iba del silencio a la euforia. Cuando abordó el tema de la consumación de la Independencia, nos sobresaltó: logramos divisar el arribo del Ejército Trigarante a la Ciudad de México (¿Agustín de Iturbide alteró la logística, para trasladarse al balcón de “La Güera” Rodríguez, su amante?).
Los catecúmenos se sentían, sin saberlo, en una línea de flotación (es decir, la intersección del agua con el casco del buque).
El pizarrón adhería los símbolos ingrávidos (a partir del gis): letras, signos de puntuación, pictogramas…
El aula era un sínodo de palabas y, a la vez, de desolación, porque los temperamentos se colisionaban; el tiempo se detenía de lunes a viernes. Durante los fines de semana prorrumpía la intranquilidad; sólo Edmundo de Amicis disipó el alargamiento de las horas y… la muerte, mediante una de sus obras: Cuore.
El mar abierto no tenía nebulosidad. Los velámenes de la maestra Fabiola, en tercero, fueron decisivos: los juegos, el sismo, el llanto, el amor, la alegría de los compañeros, el anillo que se despeña…
Ahí se comenzaron a experimentar los levantamientos de manos, cuando se nos sometía a cuestionamientos de las lecturas.
En sexto sucedió lo que jamás imaginamos: el accidente de la mentora Mary: se fracturó un tobillo. Para no entorpecer el ciclo lectivo, el grupo tomó clases extraordinarias (en las tardes), en casa de aquélla. Antes de llegar, solíamos conducir un caballo de acero inexacto… ¡Qué velocidad!
María Efrén Pedro Carlos tomó la responsabilidad de la enseñanza. Lo primero: ¿Por qué surgió la Revolución Francesa?: debido a la toma de la Bastilla y el ataque a Versalles. Sólo uno contestó de modo certero. El resto, impertérrito… Los encomios se oyeron.
El recuerdo se difumina en este 15 de mayo, cuando se da prioridad al confinamiento, a causa de la pandemia.
Las clases son virtuales ahora. El mentor de enfrente olvidó su rostro sobre el pasillo de la escuela, donde el bullicio de las voces anunciaba el silencio propiciado por la aplicación de un examen.
Las escuelas están abandonadas. Se parecen a los árboles infecundos en un desierto lejano. Las contracciones de los niños (como en Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco) siguen haciendo resonancia.
La inmundicia del “enemigo invisible” anegó el estrépito en el subsuelo, las paredes y la yerba áspera. El retorno se pierde en la deriva de la oscuridad…