Observador político - Urgente y necesario, un cambio de timón en seguridad
En opinión de Gerardo Suárez Dorantes
En un contexto de creciente violencia en Morelos, con más de seis mil asesinatos en el actual sexenio y un alarmante promedio de diez feminicidios mensuales en 2024, el Almirante José Antonio Ortiz Guarneros intentó, desesperadamente, imponer a su sucesor en la Comisión Estatal de Seguridad Pública.
FUERA ORTIZ GUARNEROS Y AMIGOS.- Y en su afán de perpetuar el status quo, Ortiz Guarneros propuso a su brazo derecho, el capitán Mario Isaac Vargas Santomé, como el próximo titular de esta crucial dependencia, empero, la gobernadora electa, Margarita González Saravia, puso freno a estos intentos al subrayar que la decisión final sobre la dirección de la nueva Secretaría de Seguridad Pública será tomada en conjunto con Claudia Sheinbaum y Omar García Harfuch, quienes asumen la responsabilidad de la seguridad federal.
La postura de González Saravia representa un giro necesario, un claro distanciamiento de la desastrosa gestión en materia de seguridad que ha dejado a Morelos en el ojo del huracán de la violencia; sobre todo, porque la gobernadora electa ha dejado claro que no tolerará la continuidad de funcionarios de la administración saliente, especialmente en un área donde el fracaso ha sido palpable y los resultados, inexistentes.
El almirante Ortiz Guarneros, en su intento de mantener a Vargas Santomé en el cargo, adelantó que él estaría a favor de la continuidad, como si los resultados de más de seis mil crímenes en el actual sexenio sean un logro, por lo que la urgencia de un cambio radical en la estrategia de seguridad es más que necesaria. Y aunque Vargas Santomé posee una trayectoria respetable y ha demostrado capacidad en su papel actual, el contexto exige una revisión completa y profunda de las políticas de seguridad, es decir, la ineficacia de la actual administración en frenar a los grupos delictivos demanda un cambio de liderazgo y enfoque, no una mera continuación de las mismas tácticas fallidas.
José Antonio Ortíz Guarneros justificó su propuesta argumentando la necesidad de "continuidad" y la supuesta curva de aprendizaje que enfrentaría un nuevo titular, argumento que cae por su propio peso cuando se considera el saldo de violencia y criminalidad que la administración actual ha dejado en su estela; más aún, cuando el país no puede permitirse un año y medio de inacción o adaptación mientras el crimen sigue proliferando.
La gobernadora electa ha hecho bien en rechazar la propuesta de Ortiz Guarneros y con su luz propia y firme decisión de alejarse de los responsables de la actual crisis de seguridad es un paso necesario para iniciar una nueva etapa en la gestión de la seguridad en Morelos; el actual, es un momento crítico para rediseñar la estrategia de seguridad, no para perpetuar el fracaso de administraciones anteriores.
En este sentido, es imperativo que la nueva administración tome decisiones audaces y fundamente su estrategia en un análisis profundo de la situación actual y en la incorporación de nuevas perspectivas y enfoques; que vean y aprovechen todo lo bueno que se hizo en el periodo del Comisionado José Antonio Ortiz Guarneros, pero que de igual manera, se deje de lado todo lo malo, lo negativo y sobre todo los pésimos resultados por el número de personas que han sido asesinadas y a las cuáles la sociedad poco a poco se ha ido acostumbrando a leer y escuchar del tema cuando es inconcebible el solo hecho de tener esa percepción.
Más aún, porque el tema de la seguridad es que prácticamente reconocieron todos los candidatos a los diferentes cargos de representación popular, fue el que le solicitó la sociedad y que ahora, con las nuevas autoridades exigirá respuestas efectivas, no continuidades que solo prolongan el sufrimiento y la inseguridad. Por ejemplo, el cambio de la Comisión a Secretaría de Seguridad Pública debe ser real y comprometido con la justicia y la seguridad de los ciudadanos y no solo de imagen.
EL PRD Y SU DESOMPOSICIÓN INTERNA.- En las próximas semanas, es posible que el PRD logre mantener su registro, como lo adelantó su dirigente, Sergio Prado. Sin embargo, el futuro del partido se dibuja incierto y sombrío, con una amenaza real de desaparición debido a la desconfianza ciudadana que se manifestó en las urnas en la última elección nacional. En Morelos, el destino del PRD es prácticamente el mismo: una lenta pero inevitable desaparición.
Los excesos y malas gestiones durante el gobierno de Graco Ramírez (2012-2018), junto con las decisiones cuestionables de los diputados de la Legislatura LII y LVIII, han dejado al estado con una herencia financiera devastadora. Las deudas multimillonarias aprobadas por estos cuerpos legislativos, destinadas a proyectos que jamás se concretaron, siguen pesando sobre las finanzas estatales, mientras los fondos destinados a estas obras desaparecieron como por arte de magia. En 2021, esta falta de confianza resultó en una votación pírrica para el PRD en Morelos, que no alcanzó ni siquiera el 3% del total, llevándolo a perder su registro.
A pesar de estos antecedentes, Sergio Prado Alemán se muestra optimista y confía en que el partido alcanzará el porcentaje de votación necesario para conservar su registro. No obstante, lo que Prado no podrá alcanzar son los recursos económicos tan esenciales para cualquier partido político. La falta del 3% en las últimas elecciones de diputados locales ha dejado al PRD sin prerrogativas y sin posibilidad de obtener una curul en el Congreso local.
En contraste, el PRD logró superar el 3% de la votación para la gobernatura con Lucía Meza Guzmán, quien había sido identificada con el partido antes de migrar al Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y luego regresar a la coalición opositora que incluyó al PAN, PRI, PRD y RSP. A pesar de este logro, la situación del PRD es triste y refleja un espectáculo de autodestrucción política.
La lucha interna por el control del PRD ha alcanzado niveles alarmantes. Los líderes históricos del partido, conocidos como los “Chuchos”, han mostrado su insaciable apetito por el poder, pero ahora se encuentran en una feroz disputa por los restos de lo que alguna vez fue una fuerza prominente en la política mexicana. La ambición de figuras como Díaz Contreras y Jesús Zambrano, quienes han disfrutado de cargos de representación popular, está marcando el fin de una era para el PRD en Morelos.
El partido, que no alcanzó el 3% de la votación total en la reciente elección local, no solo pierde la oportunidad de obtener una diputación local en la Legislatura LV, sino que también queda sin acceso a las prerrogativas y al financiamiento público del Impepac. Aunque logró superar el umbral del 3% en la votación para gobernadora, su estatus se reduce a ser un partido local sin representación en el Congreso local ni acceso a recursos públicos.
En resumen, el PRD enfrenta un futuro sombrío, caracterizado por la descomposición interna y la irrelevancia política. Lo que queda del partido parece condenado a una lucha interna cada vez más destructiva, mientras los recursos escasean y la confianza ciudadana se evapora. La sombra de su antigua prominencia se desvanece rápidamente, dejando al PRD al borde de la extinción.
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