Observador político - Chantaje del transporte; amenaza contra los más vulnerables

En opinión de Gerardo Suárez Dorantes

Observador político - Chantaje del transporte; amenaza contra los más vulnerables

La situación económica actual es un desafío monumental para la mayoría de los sectores de la población, pero su impacto es aún más devastador para quienes ya viven en condiciones de precariedad. En este contexto, el reciente intento de un pequeño grupo de concesionarios de transporte de incrementar las tarifas representa un golpe letal para los más pobres; estos empresarios, que parecen más interesados en maximizar sus ganancias que en el bienestar colectivo, han optado por amenazar con la suspensión del servicio y con movilizaciones disruptivas, incluyendo bloqueos de avenidas y autopistas.

MILES DE ESTUDIANTES RESULTARÁN AFECTADOS.- Este intento de extorsión no solo afecta a los usuarios del transporte, sino que también pone en riesgo el regreso a clases el próximo lunes de más de 400 mil estudiantes de nivel básico y alrededor de 40 mil de nivel medio y superior. La amenaza de interrupción del servicio durante un periodo crucial para la educación de miles de jóvenes exige una respuesta firme y decidida por parte de las autoridades estatales y de la Secretaría de Movilidad y Transporte; por lo que no se puede permitir que los chantajes de unos pocos concesionarios se salgan con la suya, especialmente cuando el aumento de tarifas se discutió y se aprobó hace apenas tres años.

Es fundamental que el gobierno tome medidas drásticas para proteger a la población vulnerable, por ejemplo, los concesionarios no son meros prestadores de servicios sino los beneficiarios de concesiones que en última instancia pertenecen al pueblo. Por lo que resulta esencial que se evalúe el impacto social de sus demandas y se considere retirarles las concesiones si continúan con prácticas que solo buscan enriquecerlos a expensas del sacrificio de la ciudadanía.

Además, no podemos pasar por alto la condición deplorable de muchas de las unidades de transporte, en lugar de reinvertir en la renovación de sus flotas, estos empresarios prefieren mantener vehículos en pésimas condiciones y seguir ganando a costa de la deteriorada calidad del servicio que ofrecen; esta actitud no solo refleja una falta de compromiso con la sociedad, sino también una avaricia desmedida que debería ser frenada por las autoridades.

En última instancia, la responsabilidad recae en el gobierno para asegurar que el servicio de transporte sea accesible y de calidad para todos. No podemos permitir que la ambición de unos pocos ponga en riesgo la estabilidad económica y el acceso a la educación de miles de ciudadanos. Es hora de que se tomen decisiones valientes y se actúe en defensa del interés público.

JUEGO DE PODER QUE AFECTA A CIUDADANOS.- Principio del formulario El inminente paro de transporte colectivo en Morelos, anunciado por los líderes de los transportistas, revela más que una simple disputa por tarifas: expone un conflicto profundo entre los intereses de unos pocos y el bienestar de la ciudadanía.

El panorama que se perfila es alarmante: más de 7,500 unidades de transporte colectivo pararán sus operaciones el próximo lunes, amenazando con colapsar el sistema de transporte en los 36 municipios del estado; este escenario es el resultado de la negativa del gobierno estatal, encabezado por Cuauhtémoc Blanco Bravo, de autorizar un aumento en la tarifa del pasaje.

Por lo que es imperativo cuestionar la naturaleza de este conflicto, donde la postura de los transportistas, liderados por Dagoberto Rivera Jaimes y Aurelio Carmona, de Rutas Unidas, no solo busca un incremento en la tarifa, sino que también amenaza con una paralización que dejará sin opciones de movilidad a miles de ciudadanos, muchos de los cuales dependen del transporte público para su subsistencia diaria. Esta táctica de presión, que incluye paros y bloqueos, plantea un dilema ético: ¿es aceptable recurrir a métodos que afectan gravemente a la población para lograr objetivos empresariales?

La respuesta del gobierno estatal ha sido igualmente firme ya que Cuauhtémoc Blanco dejó en claro que no permitirá imposiciones, intimidaciones ni chantajes, y advirtió que, de continuar la amenaza de paro, se aplicará la ley con rigor para garantizar la continuidad del servicio. En teoría, esta postura debería proteger a los ciudadanos de abusos y garantizar la prestación del servicio público, sin embargo, la realidad muestra una falta de diálogo efectivo y una clara falta de alternativas viables para resolver el conflicto de manera equitativa.

Este enfrentamiento es una manifestación de un problema estructural más amplio en el sistema de transporte público: la escasez de inversión estatal en un servicio esencial y la falta de mecanismos adecuados para la resolución de conflictos; más porque los transportistas, al solicitar un "ajuste" en la tarifa debido al aumento en los costos de insumos, están tratando de equilibrar sus propios intereses económicos con la realidad del servicio público. La promesa de mejorar las unidades, capacitar a los chóferes e instalar GPS es un avance positivo, pero no debe usarse como un pretexto para justificar un incremento en la tarifa que podría repercutir negativamente en los usuarios.

El problema se agrava cuando consideramos el contexto socioeconómico de muchos usuarios del transporte público en Morelos; a menudo, las tarifas del transporte son un porcentaje significativo del ingreso de los ciudadanos de clase trabajadora. Un aumento en la tarifa no solo representaría una carga económica adicional, sino que también podría marginar aún más a los sectores más vulnerables de la sociedad.

Por otro lado, es esencial que el gobierno estatal tome en serio la necesidad de una solución sostenible. Ignorar las demandas de los transportistas sin ofrecer alternativas adecuadas solo perpetúa un ciclo de conflicto que afecta a todos los involucrados. Es crucial que se busque un equilibrio justo que considere tanto las necesidades económicas de los transportistas como la capacidad de los ciudadanos para pagar por el servicio.

En última instancia, este conflicto debería servir como un llamado de atención para repensar el sistema de transporte público en Morelos, ya que es necesario un enfoque más integral y menos reactivo, que incluya inversiones en infraestructura, subsidios dirigidos a los sectores más vulnerables y una gestión más transparente y participativa.

La solución no debería depender de la imposición de tarifas o de la amenaza de paros, sino de un diálogo constructivo y de políticas públicas que realmente beneficien a la población en su conjunto.

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