Multitudes invitadas, multitudes agitadas

En opinión de Aura Hernández

Multitudes invitadas, multitudes agitadas

“La multitud es salvaje, impulsiva, envilecida y peligrosa y a la vez emotiva, buena, agradecida y complaciente. Es amiga cuando se le invita a expresar su contento y a expresar favores, y enemiga cuando manifiesta su cólera y sus burdos placeres. Es sobre todo indispensable.”

Arlette Farge, en La vida frágil

 

Era un momento histórico, y así lo consignó en su diario el General Lázaro Cárdenas la noche del 9 de marzo de 1938. Al anochecer de ese día, en el camino de regreso de la inauguración del ingenio Emiliano Zapata de Zacatepec, dos generales habrían de ponderar las implicaciones de una decisión histórica al modo de las campañas militares.  Cuenta Adolfo Gilly, en El Cardenismo. Una utopía mexicana, “a campo traviesa bajo las estrellas en la noche tibia de Morelos” Múgica y Cárdenas reflexionaron cerca de Palmira sobre la “oportunidad tan propicia, como la actual, para reintegrar a la nación su riqueza petrolera”.

El clima era propicio. Sólo unas horas antes habían consumado un acto de elemental justicia popular:  reintegraron a los campesinos morelenses, a través de la entrega del ingenio Emiliano Zapata de Zacatepec, la riqueza que durante mucho tiempo les había sido vedada explotar. La industria cañera, que desde siempre había sido territorio de explotadores y latifundistas, estaba ahora en manos de los campesinos y los obreros.

En esa ocasión, según se publicó en algunos periódicos de la época, el evento de inauguración del emblemático ingenio congregó no solo a miles de campesinos del estado de Morelos y a una gran parte del gabinete del gobierno de la República, sino también a cónsules y representantes extranjeros en México, que serían testigos de cómo una gran multitud de campesinos, obreros, burócratas, ex zapatistas, miembros de las élites regionales y nacionales respaldaban las decisiones de su Presidente.

Al parecer, la gran decisión de la expropiación de la industria petrolera a las compañías extranjeras que, como último acto de rebeldía, se negaron a cumplir un laudo de la Suprema Corte de Justicia, contaría con el respaldo popular que tanto necesitaba el presidente. Zacatepec fue un magnificó e inmejorable escenario para confirmarlo. La multitud fue indispensable.

La magnífica obra “La vida frágil”, de la historiadora francesa Arlette Farge dedica un capítulo al estudio de las multitudes y su relación con el poder y se refiere a éstas como una especie de juego y antijuego, en el que las élites sostienen con la gente anónima, pasajes de “amor y desamor difíciles de descifrar”. De acuerdo con esto, la demostración de fuerza que logró el General Cárdenas en Zacatepec, fue sin duda un pasaje de amor… era una multitud invitada.

Dice Farge, “nada más cotidiano que la escena de las multitudes y las concentraciones”. Según ella, con mucha regularidad el poder y la multitud se dan cita y, en esos encuentros se intenta llegar a acuerdos recíprocos, pero también puede ocurrir que en ese proceso, las lecturas del clima social y político que se generen sean paralelas y hasta contradictorias, pero ilustra, cómo, desde hace siglos las élites han usado a las multitudes para su legitimación, pero también de qué manera la gran masa de personas anónimas que llamamos multitud hace uso de ese recurso insustituible como lo es la movilización social.

En México los ejemplos de ese uso clientelar de las multitudes abundan a lo largo de su historia en los siglos XX, XXI y anteriores. En un sentido están los usos políticos que en la historia del siglo XX los gobiernos emanados de la Revolución realizaron para legitimarse, y en el otro sentido están las movilizaciones sociales que han dado origen a grandes transformaciones empezando por el propio movimiento revolucionario, el movimiento estudiantil de 1968 y ya en el siglo XXI las movilizaciones a favor de los derechos de las mujeres. Estás últimas serían, siguiendo con Farge, indudablemente multitudes agitadas.

El día 1 de diciembre pasado fuimos testigos de la materialización de las teorías que recupera Farge en la obra que comentamos aquí. Fuimos testigos también de esa relación de las multitudes con el poder, con la variante de que el poder lo representa ahora quien durante años encabezó a las multitudes. Lo que las convierte en multitudes invitadas.

Pero también atestiguamos un proceso de legitimación innecesario, en el cual las actuales élites se disputaron el campeonato del servilismo en espera de favores políticos frente a un mandatario que, quiéralo o no, se benefició de prácticas políticas que tanto se ha empeñado en desterrar, lo que pone en entredicho la congruencia no solo personal sino de todo un proyecto.

Ahora, como en los tiempos del General Cárdenas cuando ocurrió la expropiación petrolera, hay un gobierno con un amplio respaldo popular, que enfrenta una activa oposición de una clase política y económica desplazada de las grandes decisiones y, como ocurría entonces, las multitudes han sido invitadas a ser testigo de las acciones del poder, que tal parece, no pueden existir sin ser vistas. Lo que prueba que las multitudes siguen siendo indispensables. Su uso para la legitimación política no.