Morena, la izquierda, el oportunismo y la necesaria autocrítica.
En opinión de Aura Hernández
Es regla invariable del poder que resulta mejor cortar las cabezas antes de que comiencen a pensar.
José Saramago en Ensayo sobre la lucidez.
Fue el propio presidente de la República quien en una de sus conferencias mañaneras contó la semana pasada cómo fueron los inicios de lo que hoy es un gran movimiento -el lopezobradorismo-, cuyo brazo político es el partido Morena.
Entre otras cosas el líder y principal forjador de ese movimiento, hoy con licencia, narró cómo cuando inició su movimiento. Dijo por ejemplo que en los pueblos y comunidades de su natal Tabasco a sus mítines llegaba una solo persona, también recordó cómo se distribuía información en camiones de pasajeros, como se caminaba y se tocaban puertas con un morral y un sombrero.
Ni que pensar que llegara a convertirse en el partido de masas que es hoy, y por el cual su ingreso se disputa incluso a golpes… de toda índole. Muchos en Morelos lo ven como la oportunidad para obtener cargos públicos y sobre todo poder. Y lo más lamentable como una fábrica dinero para llenar sus arcas personales con recursos públicos. No me alcanzarían los dedos de las manos y los pies para darles ejemplos de sobra conocidos.
En la misma semana el presidente dijo también refiriéndose a los malos morenistas que “el que hace trampa, el que no es respetuoso de la voluntad popular, el antidemocrático, no es de izquierda”. Tristemente a los aludidos en el párrafo anterior, no les interesa ni siquiera parecerlo.
Posiblemente los responsables de operativo de las elecciones en Morelos no ven las conferencias matutinas del presidente, porque ahí les dijo también “el que quiere triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole, no es de izquierda, ese es conservador, oportunista, arribista, convenenciero, corrupto (..)”.
Muchos, yo incluida, pensamos que esa especie de decálogo que esbozó el Presidente en dos de sus encuentros con los medios la semana previa a las elecciones, serviría para contener al mapache que muchos morenistas y simpatizantes del movimiento en Morelos, llevan dentro.
Y hablo de Morelos porque es lo que yo observé el domingo pasado durante la jornada electoral que para le reorganización de la estructura del partido se realizó a nivel nacional, y en nuestro estado con características muy peculiares.
Un apabullante operativo para “acercar” a los militantes y simpatizantes a los centros distritales de votación, lonches, instrucciones sobre quién votar, uso del aparato institucional y muchas más de esas prácticas aberrantes que durante años su combate, fue bandera de lo que hoy conocemos como el partido Morena. Lo único que no me consta es pago por el voto.
A partir de las consideraciones anteriores, pero también por su desempeño en estos años y por los personajes que hoy son parte de ese movimiento en Morelos, ya sea en los cargos dentro de la administración pública o en la vida parlamentaria o dentro de la estructura partidaria, ha quedado muy claro que el partido Morena en Morelos es todo, menos de izquierda y que prevalecen en la convivencia vicios y resabios de una vieja cultura política muy difíciles de erradicar.
Muchas personas serias y respetables desde dentro de Morena han dicho que los incidentes ocurridos durante la jornada de elecciones fueron magnificados por la oposición, lo cual es cierto. También es cierto que hubo infiltración de esa misma oposición que desde el 2018 no las trae todas consigo.
También es cierta la narrativa clasista que permea la mayoría de sus juicios. También es muy cierto que hay mucho dinero invertido para descarrilar este movimiento que quitó privilegios a la oligarquía de siempre y es totalmente acertado que una golondrina no hace verano y que hubo miles de personas que acudieron a afiliarse y a votar de manera consciente y voluntaria. Y es una verdad de inobjetable que la autocrítica no hace daño a nadie.
Pero también es cierto que un operativo como el que se montó en la mayoría de los municipios de Morelos requirió una cantidad considerable de recursos, que por desgracia posiblemente provienen del erario y que podrían servir para atender carencias elementales como por ejemplo para atención a la salud, para rehabilitar escuelas, para seguridad, para rehabilitación de caminos y calles y tantas otras. Si no fue así nos tendrían que explicar, como bien lo dijo Chico Ché: “¿quién pompo?”