Herederos y exiliados
En opinión de César Daniel Nájera Collado
Por más que trabajaron, por más que lucharon, los kulaks quedaron seguros que se avecinaban consecuencias catastróficas. Debido a una crisis de cosechas en los últimos meses de 1927, estos agricultores rusos se vieron forzados a enfrentarse a la crueldad de Stalin, quien había encontrado el pretexto perfecto.
En diciembre todos se enteraron de lo que sucedería. Después de entregar una cosecha dos millones de toneladas menor a la anterior, el régimen soviético dudo poco en emprender acciones radicales. Desde hace varios años, los líderes habían estado buscando la desaparición de los kulaks, todo por ser agricultores que consiguieron sus propiedades y seguridad económica durante la época zarista. Siendo considerados parte de una clase social “contrarrevolucionaria” y por ende “mala”, en 1928 Stalin anunció su extinción. Las opciones eran las siguientes: a los más “rebeldes”, les deparaba la ejecución o una estancia perpetua en campos de trabajo; a los “cómplices”, el exilio a Siberia junto con toda su familia; de no ser hallados culpables de lo anterior, los pocos restantes serían desalojados y enviados a trabajar en guetos.
El gobierno sustentó este proceso, a la postre causante de la muerte de más de 10 millones de personas, bajo la premisa que eran “grupos deseosos de minar el régimen”. El etnocidio no solo llevó a la opresión de los kulaks, sino que también se le sumaría la hambruna de Ucrania en los años 30. La parte que pertenecía a la Unión Soviética fue arbitrariamente despojada de millones de toneladas de cosecha, provocando la inanición de ciudadanos ucranianos. La crisis llegó a tal extremo, que el ejército debió retirar los cadáveres para evitar el creciente canibalismo.
He aquí un atroz ejemplo derivado del pensamiento clásico de identidad. El otorgar y establecer cualidades a integrantes de grupos solo por pertenecer a ellos, genera que automáticamente haya una división inamovible entre “buenos” y “malos”; unos son enteramente “culpables”, y otros, enteramente “oprimidos”. Y ver que se sigue pensando así...