A Nivel Banqueta - Espejito, espejito, ¿quién es el candidato más bonito?
En opinión de Francisco Valverde Prado
Betsy Cohen, psicoterapeuta estadounidense, ideó el término “síndrome de Blancanieves”, caracterizado por una profunda inseguridad y envidia. A pesar que este trastorno no forma parte del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, los psicólogos prestan cada vez más atención a sus síntomas, que suelen aparecer en hombres y mujeres con más de cuarenta años.
Hoy en día, hablar de un candidato a un cargo de elección popular, es hablar (en muchos de los casos), de personajes que padecen el síndrome de Blancanieves. Hombres y mujeres que potencialmente pueden contar con una gran necesidad de aceptación y reconocimiento para así, lograr satisfacer un yo patológico y lograr adaptarse a una realidad determinada.
En últimos días, hemos sido testigos de distintas definiciones políticas en el estado de Morelos. Inician los tiempos de las fotografías y diseños que venden imágenes renovadas. Incluso podríamos pensar en la política de las imágenes versus la política de las ideas y conceptos. Hombres y mujeres -que por lo menos hasta ahora- nada proponen. Frases y palabras huecas, como: socialmente correcto, bienestar, somos más los que queremos que a Cuernavaca le vaya bien, sumamos, hagamos historia, menos pretextos y más resultados”, y más bla, bla, bla….
Lo único cierto es que hasta ahora, vemos imágenes pero no ideas. No hemos escuchado una sola propuesta en boca de los que aspiran a gobernar la ciudad de Cuernavaca, ¡ninguna! Entonces, ¿qué buscan? ¿Cuál es la razón de ser de su aspiración a dirigir el rumbo de una Cuernavaca a la que le urgen soluciones y no más verborrea? La respuesta es más sencilla y menos interesante de lo que nos gustaría pensar: su principal móvil no es la ciudad y menos sus consecuencias. Muchos de ellos buscan poder para satisfacer las necesidades de un ego inmaduro y no para genuinamente mejorar la calidad de vida de los ciudadanos de La Eterna Primavera.
Las redes sociales (por increíble que parezca) también han complicado -aún más- la crisis de liderazgos. Por medio de ellas, la oferta de ilusiones y apariencias, ha contribuido a la construcción de campañas políticas en las cuales ya no es tan importante ser, sino parecer. Históricamente, la política ha sido también, aquello que se percibe, se huele y se vive, no sólo la virtualidad de una imagen que nace y muere en el universo digital.
Hablar de Cuernavaca, el estado de Morelos y la mayoría de su clase política, es hablar de la política de la desilusión, del desencuentro y la ausencia de una realidad que tenga -siquiera- alguna conexión (por pequeña que sea) con el mundo material.
Detrás del síndrome de Blancanieves, existen enanos, que de no ser reconocidos a tiempo, bien pueden convertirse en nuestros posibles verdugos. El mejor antídoto para desenmascarar un reflejo, ilusión o síndrome de Blancanieves, es la realidad que se huele, escucha y siente. La mayoría de los rostros que vemos en campaña, han sido servidores públicos, dejando a su paso una realidad material, medible y palpable.
De todos los que aspiran a gobernar la ciudad de Cuernavaca, ¿quién cuenta con resultados positivos bajo su bolsillo? ¿Quién de ellos cuenta con resultados materiales en favor de la ciudad?
El candidato más bonito quizás sea el que mejor habita en la virtualidad de las imágenes, pero el gobernante más confiable será el que pueda verbalizar las mejores propuestas en favor de la ciudad. Propuestas claras, con nombres, formas y tiempos. Lo demás bien puede ser Disneylandia, no la Cuernavaca que soñamos: una ciudad verde del siglo XXI.
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