¿Qué hacemos con la ciudad? La Cuernavaca que queremos.

En Opinión de Aura Hernández

¿Qué hacemos con la ciudad? La Cuernavaca que queremos.

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

 

Eduardo Galeano.

 

En mi caso, los temas que abordo en este espacio me los da la gente, hoy pensé que no podía dejar de escribir del feminicidio de Abril, de Magaly, de Mariana Lima, de las marchas feministas vandalizadas, de las lecciones de las mujeres chilenas, pero como la utopía de Galeano, hoy el tema me lo dio… caminar.

Si las labores cotidianas me lo permiten, una de las cosas que más placer y paz me proporciona es caminar sin prisa. Normalmente camino el centro de la Ciudad de Cuernavaca, que es el lugar en la que he pasado más de la mitad de mi vida.

Ayer, mientras lo hacía, me encontré pegado en una pared desvencijada de Boulevard Juárez, un cartel de la campaña proselitista del abogado José Luis Uriostegui en la que pedía el voto a los ciudadanos con el lema “por la Cuernavaca que queremos” y coincidí con él en que la actual, no es la mejor versión de este sitio para mí,  entrañable.

Cuernavaca una ciudad con un bello centro histórico colonial que aún con sus inconvenientes conserva la belleza de la ciudad que fue. No solo por su clima envidiable sino por su gente, la ciudad de la eterna primavera como la bautizó Alexander von Humbolt, ha sido un sitio para reunir aquí a lo largo de su historia a personalidades que van desde Hernán Cortés, Maximiliano, Rosa King, Plutarco Elías Calles, el embajador norteamericano Dwitgh Morrow, Diego Rivera Rufino Tamayo, Iván Ilich, y tantas otras personas anónimas, que le han dado un cariz de ciudad cosmopolita, aún con su infraestructura pueblerina.

Me gusta Cuernavaca y me duele verla en el completo abandono. Me duele que esta ciudad con su belleza y con su historia, sea también rehén de las luchas por el poder, porque ni siquiera se puede decir que sean diferencias políticas, pues en Morelos hemos llegado al punto de tener políticos sin ideología, y eso es culpa de los partidos políticos.

Cuernavaca, está herida no solo como resultado de la inseguridad, sino por sus calles destrozadas, su pésimo alumbrado nocturno que es caldo de cultivo para la violencia, sus vialidades caóticas, la sobreexplotación de sus recursos naturales, su pésimo sistema de saneamiento y manejo de residuos, sus sitios históricos derruidos, sus calles llenas de basura, la corrupción en la administración de los servicios, el hedor de las barrancas y la incapacidad para intentar sanearlas. Y su centro histórico en el completo abandono, anárquico, sucio.

Hasta fines de los años ochenta, todavía el zócalo de Cuernavaca, era una zona arbolada fresca y limpia hasta que se decidió hacer en ella un “manifestodrómo” que tuvo como saldo la devastación de sus áreas verdes, posteriormente se intentó hacer del centro histórico una gran zona peatonal al estilo de las ciudades europeas, con un gran estacionamiento debajo de la plancha del zócalo, pero como había un cierto tufo a corrupción hubo oposición y el proyecto no se realizó.

A partir del año 2000, durante años se hicieron “obras” en el centro histórico que solo recrudecieron la conflictividad vial y engrosaron los bolsillos de los gobiernos promotores de las mismas, ya en el sexenio anterior, se realizaron obras con una gran inversión, para dejarlo en las condiciones deplorables en las que hoy se encuentra ante la negligencia de las autoridades del municipio pero también del gobierno del estado.

Cuernavaca, es el centro político del estado de Morelos, es una joya arquitectónica, aún con todo, es una ciudad con una gran reserva verde, tiene un paisaje y un clima envidiable, es una ciudad con mucha historia, es la ciudad generosa que nos dio acogida. Nos ha dado tanto que nos reclama que luchemos por dignificarla.

La Ciudad habla de las personas que la habitan, pero sobre todo de las que la gobiernan.