El Congreso y el Gatopardo
En opinión de Aura Hernández
“Halló refugio en la prudencia, la más dúctil y la de más fácil manejo de todas las virtudes cardinales”.
Giuseppe de Lampedusa en “Il Gattopardo”
Giuseppe Tomassi de Lampedusa, murió en 1957 sin saber que su libro El Gatopardo, se convertiría a lo largo del tiempo en el emblema del cinismo en la política. La ahora célebre obra que fue rescatada del olvido en una caja fuerte del Círculo italiano del libro en Roma por Elena Croce, hija de Benedetto Croce, es la historia de la familia Salina de Lampedusa ambientada en la época de la reunificación italiana que atestigua el derrumbe del absolutismo borbónico en 1861.
Es la historia del príncipe Fabrizio Salina en el tránsito de los dos sicilias a la historia de la Italia unificada después del desembarco de Garibaldi en Marsala y su momento cumbre es cuando Tancredi, sobrino del monarca, advirtiendo que la revolución que les quitará el poder es inevitable, le dice a su tío y mentor que hay que apoyar a los garibaldinos para que nada cambie en Sicilia.
Fabrizio sabe desde el principio que todo va a cambiar y para ello, sabe que para que todo siga igual, es él quien debe ponerse al frente de la revuelta y unirse a Garibaldi. “Il Gattopardo” es el nombre del felino que representa el emblema de la aristocrática familia Salina y de ahí el nombre de esta emblemática obra.
Tal vez la idea de Tomassi de Lampedusa de la manera de enfrentar los cambios políticos para que todo siga igual, sea demasiado sofisticada para aplicarse a la realidad política que nos aqueja actualmente, pero sin duda lo que sí se actualiza es la vigencia de la cultura del cinismo en la “realpolitik” de nuestro país, de nuestro estado de Morelos, de sus poderes y sobre todo de su poder legislativo.
La ciudadanía morelense viene apenas despertándose de un mal sueño de tres años, en los tuvimos una legislatura local integrada por una mayoría avasallante de mujeres que paradójicamente se distinguieron por su falta de solidaridad hacia los temas de género, como su omisión de legislar sobre identidad de género para las personas trans que era una demanda de los sectores organizados de LGBT y Más.
Pero también por su desatención a los temas de violencia de género, pero sobre todo por su nula capacidad de diálogo con los grupos políticos del estado que originaron prácticamente la paralización del Poder Legislativo. La expectativa frente a la nueva Legislatura es grande. Se avizoran tiempos de cambios, esperemos que no sean al estilo Gatopardo, pues los pendientes son muchos.
Y digo lo anterior porque la actual legislatura que rompió la hegemonía, desperdiciada por cierto, del partido Morena cuenta con un cuerpo plural de legisladores que podría llegar a ser un buen contrapeso frente a los otros poderes y ha proyectado, por lo menos mediáticamente, una imagen de más orden y oficio político que su antecesora. Que la actual legislatura se ha preocupado por las formas, es indudable. Pero ¿qué hay del fondo?
En el fondo están las pifias y acuerdos mafiosos que poco han trascendido mediáticamente, como las negociaciones por las cuotas de representación de los grupos en situación de vulnerabilidad como los de la diversidad sexual, las personas con discapacidad o las personas, pueblos y comunidades indígenas. Afortunadamente por la vía jurisdiccional se ha corregido alguno de ellos. Todavía falta corregir aquellas cuotas que se intercambiaron por negocios o por cargos públicos.
De fondo está también el hecho de que una legisladora local que llegó a la diputación como cuota de un grupo en situación de vulnerabilidad, como es la representación indígena, haya votado en contra de una modificación legislativa que reconoce el derecho de las personas trans a su identidad de género, otro grupo históricamente discriminado. La votación de la diputada del PES, no fue ninguna sorpresa, pues solo fue coherente con los principios del partido al que representa y cumplió con la máxima de representar a su partido y no a la ciudadanía.
Y ni qué decir de las negociaciones para el nombramiento de los funcionarios de las diversas áreas de apoyo y administrativas del Congreso, en las que han colocado a personajes que históricamente no se han distinguido precisamente por su probidad, ni en política ni en el manejo de recursos públicos, pero por los que se ha apostado debido a su experiencia política. Yo diría que hay de experiencias a experiencias: hay las que son dignas de imitar y las que son execrables. O ¿será gatopardismo?
Todos los cambios crean expectativas y esperanzas y sobre todo cuando el pasado ha sido tan cuestionable como lo fue el pasado inmediato de la LV legislatura del estado. Pero no queremos un cambio al estilo de Lampedusa que, como bien lo apuntan algunos autores, sólo describe un círculo y vuelve a colocar las cosas en el mismo lugar en que se originaron. Los nuevos nombramientos en el Congreso están colocando las cosas igual que al principio. Los hechos dirán si me equivoco y espero que así ocurra. No saben cuánto.