Repaso - ZAPATA; LOS MAESTROS Y LA TRAICIÖN
En opinión de Carlos Gallardo Sánchez
Para Emiliano Zapata Salazar, nuestro héroe de cabecera, la traición era una de las peores vilezas del ser humano. A propósito de ello, una de las frases que se le atribuyen es la siguiente: “Perdono al que roba, al que mata, pero al que traiciona, nunca”.
De esa inflexibilidad se tienen casos precisos, como el de la traición cometida por Otilio Montaño, su compadre de grado, uno de sus hombres de confianza en el amanecer del movimiento agrarista que encabezó y, sobre todo, el redactor del inmortal Plan de Ayala. Después de recibir informes de la presunta defección de Montaño, Emiliano aprobó someterlo a un juicio sumario, cuya sentencia fue la pena de muerte.
En el decreto firmado por el caudillo suriano en Tlaltizapán el 20 de septiembre de 1917, en los considerandos correspondientes, llama la atención la importancia que el zapatismo le concede a los padres de familia y a los docentes para formar seres íntegros, rectos, leales:
“En el seno de cada familia debe empezar la propaganda contra los traidores; allí deben los padres sugestionar y convencer a sus hijos con ejemplos palpitantes y comentarios oportunos, a fin de que comprendan y sientan todo lo que encierra de pernicioso y de infame el acto de faltar sin pudor a la palabra empeñada, de abandonar, de abandonar miserablemente a los compañeros con quienes se tienen compromisos contraídos y de renegar con la mayor desvergüenza de su credo político, de su honor de hombre, de los principios jurados ante la nación entera”.
Obvio, también se abordó el papel del maestro en la promoción de esa virtud: “Se hace precisa una larga y profunda labor educativa, en la que la acción del gobierno debe ser secundada por la sociedad entera, empezando por los padres de familia y el profesorado, fortaleciéndose cada vez más combinada por la ayuda del periódico, del libro y de la opinión pública, al reaccionar ésta, implacable y enérgica, contra todos los actos de traición o de infidencia”.
Sin duda que el tema es de actualidad, ahora que se les llama traidores a los legisladores que impidieron la aprobación de una nueva ley energética, y que los acusados reclaman que no se les llame así.
¿Qué papel en estos días corresponderá a las escuelas y los maestros convertirse en agentes propositivos para formar ciudadanos que no defrauden la confianza de los amigos, de los padres, de los hermanos y de los compañeros de trabajo o, más penoso aún, que se conviertan en los mediadores para el golpe bajo o la difamación por la espalda?
No es cosa fácil. Primero se tendría que sopesar las manifestaciones actitudinales de todos los sectores involucrados directamente en el servicio educativo. Piensénle: ¿las autoridades educativas que en Morelos tenemos cumplen con honestidad sus funciones? ¿Los aspirantes a dirigir los destinos sindicales podrían demostrar que nunca han defraudado a sus compañeros? ¿Quiénes nos hemos dedicado a las tareas de enseñanza no hemos traicionado los principios pedagógicos que le fan sentido a la tarea educativa?
Ya se ve que el asunto es complicado, porque incide en las referencias valorales o antivalorales de cada persona. No nos extrañe que haya todavía gente que, imitando a uno de esos jefes revolucionarios perniciosos que se enriquecieron a más no poder, diga con sorna y cinismo que la moral es un árbol que da moras,
Transformar las conciencias es una responsabilidad epopéyica. En estos tiempos lo es más, pues con todo y el exhorto que se hace para no corromperse (y la traición es una forma o conducto para hacerlo), seguimos atestiguando en los distintos planos educativos individuos propensos a lo chueco, a lo deshonesto,a lo turbio, como sucede en la parcela institucional y en la sindical.
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