Escala de Grises - El aire de la impunidad

En opinión de Arendy Ávalos

Escala de Grises - El aire de la impunidad

El 6 de junio de 2020, Ivette denunció a su pareja por violación, lesiones y privación de la libertad ante la Unidad de Investigación de Delitos de Violencia en contra de las Mujeres y Delitos en razón de Género de Jalisco.

Cuatro meses después, Ivette está vinculada a proceso por delitos injustificados en Colima. ¿La razón? Su expareja, José Antonio “N”, cuenta con influencias que le permitieron iniciar un proceso por extorsión, chantaje y despojo.

La decisión de José Antonio no fue tomada sin antes amenazar a quien fuera su pareja con meterla presa si decidía continuar con el proceso, gracias a las posibilidades económicas y el poder que posee.

A lo largo de un proceso que comenzó con prisión preventiva justificada, Marisol ha sido encarcelada y juzgada por delitos que no cometió y, como si esto no fuera suficiente, ella y su familia también son continuamente acosadas por José Antonio “N”.

El caso ha sido difundido y retomado por mujeres y colectivas feministas que han utilizado la etiqueta #LiberenAMarisol para que la mujer sea liberada y se puedan tomar las acciones legales pertinentes en contra de su agresor.

Este es el sistema que perpetra la violencia en contra de las mujeres. La justicia y seguridad que debían garantizar las instituciones a este caso [y a todos los que han seguido por el mismo camino] siguen ausentes, perdidas.

La criminalización y revictimización de las mujeres al momento de denunciar a los hombres que las agreden —ya sea mediante plataformas digitales, tendederos de acoso y hasta dentro de sus propios círculos de amistad o familiares— son uno de los grandes agujeros por los que corre el aire de la impunidad.

Estos problemas en el sistema de impartición de justicia son los que siguen beneficiando a los agresores que no han aprendido a conocer la palabra “miedo”, dentro de una estructura que sigue protegiéndolos a pesar de sus delitos.

 

Acompañamiento

La semana pasada circuló en redes sociales el fragmento de una clase de inglés en línea. En la cátedra, se escuchaba la voz de la maestra interactuar con estudiantes de la Prepa 5 de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex) que transcurría de manera normal, hasta que fue interrumpida por la voz de un hombre.

El agresor, identificado como Octavio G.L., irrumpió en la conversación de la docente para agredirla verbalmente en un tono de voz elevado e insultos. La maestra, consciente de la situación que estaba a punto de suceder, solicitó a Octavio que la dejara terminar la clase para que sus estudiantes no escucharan nada más.

Una de las alumnas alcanzó a preguntar si su profesora se encontraba bien y eso fue lo último que logró escucharse. El audio fue difundido y, lo que la maestra quería evitar, inundó las plataformas digitales y llegó a oídos de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México.

La organización solicitó medidas cautelares urgentes para la profesora quien, presuntamente era víctima de violencia familiar. Por su parte, la Universidad ofreció a la docente asistencia psicológica, apoyo, asesoría legal y acompañamiento para realizar la denuncia correspondiente.

La información que circuló respecto al agresor, además de su nombre y fotografía, fue su profesión: abogado litigante en el Estado de México y militante del Partido Acción Nacional, institución que decidió expulsarlo de sus filas, pues no hacía honor a los valores del partido.  La denuncia formal en su contra ya fue realizada y se inició una carpeta de investigación para esclarecer el caso.

En solidaridad con la profesora, alumnas de la UAEMex colocaron pancartas, flores y algunos mensajes para demostrar su apoyo a la docente. Entre los mensajes que figuraron en la puerta de la preparatoria, se podían leer frases como “si nos tocan a una, respondemos todas”, “eres fuerte” y “no estás sola”.

Sin embargo, hubo algunos mensajes que, a pesar de sus buenas intenciones, no fueron del todo acertados. Uno de ellos insinuaba que la mujer violentada podía ser un ejemplo de valentía si denunciaba, otro le pedía que dejara de tolerar la violencia que sufría y se entienden los motivos, pero no se justifican.

El acompañamiento para las mujeres violentadas debe superar el deber ser, los razonamientos y obviedades que nos obligan a hacer un silogismo veloz enfocado en que la decisión de separarnos de una persona que nos violenta es sencilla cuando la realidad es completamente opuesta.

¿Por qué? Porque cada caso es diferente y porque la violencia machista está presente en diferentes expresiones que pueden ir desde un “inocente” comentario respecto a que nos vistamos de manera diferente o de que cambiemos nuestra forma de actuar, hasta las agresiones físicas, hasta un crimen de odio como el feminicidio.

Ojalá el proceso fuera tan sencillo. Ojalá la mente funcionara como un mecanismo sin errores y sin dudas, ojalá la confianza en las instituciones fuera algo real y ojalá las denuncias no fueran cuestionadas innumerables veces. Ojalá la valentía bastara, pero no es así.

Algo tiene que quedarnos claro. Las víctimas de violencia no nos deben nada, todo lo contrario. Salir de una “relación tóxica” (como está de moda nombrarlas) no se hace con el objetivo de merecer una medalla ni de obtener el reconocimiento de otras mujeres u otras personas. La decisión, si se llega a ella, implica un proceso complicadísimo —en superlativo— que implica recuperar la confianza, la fuerza y la voz.

Dejemos de pretender que las mujeres violentadas son cobardes o son tontas o “se lo buscaron” o cualquier otra justificación que le pase por la mente en este momento y enfoquémonos más en la violencia ejercida hacia ellas, en las afectaciones que esto ha representado a niveles físicos, mentales y emocionales.

Tengamos un poco de empatía. Dejemos de usar los lentes que juzgan y, dependiendo de nuestras posibilidades, aprendamos a acompañar de una manera diferente, de la manera en la que se nos indique que podemos hacerlo.

Lo he repetido en varias ediciones, pero seguiré haciéndolo hasta que seamos conscientes de ello: las víctimas hablan cuando pueden, cuando su proceso se los permite y nuestra mayor contribución hacia ellas y hacia su integridad es creerles, apoyarlas y dejar de criminalizarlas.

El acompañamiento también es resistencia:

arendy.avalos@gmail.com

@Arendy_Avalos en Twitter