Casos y Cosas de Morelos - Perro que ladra no muerde y discurso de corridito…
En opinión de Sergio Dorado
En la entrega anterior planteaba la pregunta “¿no será mejor el arancel?”, con tal de honrar así la dignidad de Andrés Manuel López Obrador y la de México ante un político mercantilista como lo es Donald Trump, a quien se le desborda la xenofobia contra nuestro país por todos lados menos por el intelecto sensible. Seguramente quien más disfrutaría de un enfrentamiento bélico entre los Estados Unidos y México sería el presidente de los Estados Unidos. Nos aplastaría como cucarachas si con sus patotas pudiera.
Estados Unidos es quizá el país más pluricultural del mundo, en él conviven muy diversas culturas, creencias e ideologías. En comparación con México, donde principalmente convive la cultura mestiza e indígena, en Estados Unidos hay musulmanes, budistas, católicos, judíos, cristianos, entre otras religiones y creencias. Y por el lado ideológico, lo mismo, hay demócratas y nazis, con muchas formas de pensar entre los extremos.Estados unidos es en realidad un hervidero de culturas convivientes. Una cultura donde incluso hay terrorismo y se veneran las armas.
El empresario Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos, representa a unos de esos sectores más conservadores que se pensaba había quedado atrás en la historia. Pero no, hoy, dentro del denominado “meltingpot” norteamericano, esta forma de pensar está más presente que nunca. El principio fundamental de este grupo es la idealización y hegemonía de la raza blanca por sobre cualquier otra. Nadie más que ellos merece este mundo y hacen todo lo posible por apoderarse de él a costa de lo que sea, como que no aprendieron de la experiencia nazi tras la Segunda Guerra Mundial.
Me preguntaba si no sería mejor el arancel porque otra cosa que ignora Donald Trump es que su país es una democracia con un congreso también diverso, donde los demócratas e incluso algunos republicanos están en desacuerdo con el proceder del mandatario estadounidense. En Estados Unidos, el poder legislativo es definitivamente de más contrapeso que en México, y seguramente no aceptaría medidas arancelarias que afectasen tanto a México como a los Estados Unidos. Es tan incongruente como ponerse un balazo en el propio pie, aunque también es muestra de un psiquis poco sano.
Viéndose así el asunto, con quien hay que negociar es con el Congreso norteamericano, que seguramente tiene más conocimiento y conciencia de la relación comercial que tienen los Estados Unidos y México, especialmente en el sector agrícola, que es por donde quiere Trump empezar con la amenaza arancelaria al jitomate mexicano. Con este proceder se crearía desempleo en ambos países, además de otros daños colaterales, y el legislativo del norte no fácilmente soltarápermiso para actuar a discreción.
AMLO y Donald Trump nunca van a coincidir, no es posible. Ambos son pragmáticos, pero su pragmatismo difiere diametralmente en ideología. Trump piensa en los potentados y jamás en la hambruna, en las pocas manos donde anida la riqueza desmedida y controla la economía universal; López Obrador, en cambio, trae a los pobres en mente de arriba abajo, sean éstos mexicanos, centroamericanos o de otro país pobre del mundo. Quiere justicia. Por eso el prudente presidente mexicano estaba reticente a manifestar su sentir contra los Estados Unidos en sus conferencias “mañaneras”.
Este auto tapujo, sin embargo, no debía durar más tiempo. En su último discurso, con menos apelación al “todo respeto”, López Obrador ya echó indirectas a Donald Trump. Y hace bien, porque el que calla otorga, piensa la sociedad, y el güero mayor ya se quiere pasar de listo y bravucón. Quizá es tiempo de confirmar el dicho común aquél de perro que ladra no muerde. Y Trump, sin dientes, no puede morder sin que le dé permiso el Congreso norteamericano. Haga usted de cuenta que lo tiene amarrado en el jardín de la Casa Blanca, desde donde ladra al exterior.
Nadie; ni el mismo López Obrador sabe en qué desenlazará su plan de desarrollo, pues en términos materiales la economía mexicana es diez veces menor que la norteamericana, lo que ensoberbece a Donald Trump y puede poner en riego a México. Pero al menos hay que echar en cara en qué no estamos de acuerdo con él. Esto fue lo que se evidenció en el último discurso del presidente de México, donde expresó diferencias, y yo le aplaudo, aun cuando en otros temas difiero.