¿Cállate chachalaca?
En opinión de José Román
Las frecuentes comparecencias de AMLO interviniendo con sus opiniones en el proceso electoral que en menos de 50 días llevaremos a cabo, no tan solo viola la ley, viola también la equidad con las que deben regirse todo proceso electoral. AMLO tiene el poder y la ambición no oculta en sus manifestaciones de que un partido y su coalición sean los triunfadores. Por menos de eso, en su tiempo AMLO gritó: ¡Cállate Chachalaca! A Vicente Fox entonces presidente, ¿esperará que alguien le grite lo mismo, o peor? No me gustaría, ni como ciudadano ni como votante.
Normalmente no habría impedimento de que así fueran las cosas, excepto porque la ley establece la prohibición al presidente de conducirse en la forma que lo hace y en razón también de que este señor ostenta el poder y lo ejerce de tal forma que contraviene la ley electoral.
¿Porque no se sanciona? ¿Por qué el miedo a no imponerle un límite si la autoridad electoral para eso fue constituida, es decir, para que hiciera valer las reglas de todo proceso, no importando quien las viole? La ley no hace excepciones y hay una marcada tibieza del INE para hacer cumplir el derecho. No niego que sí ha cumplido con los asuntos igualmente violatorios a la ley en el caso de Macedonio, candidato de Guerrero y el de Michoacán. Pero, ¿por qué aquí, en este caso, al presidente se le excepciona a escasos poco menos de 50 días de celebrarse el proceso electoral que definirá la cámara federal de diputados?
En cierta forma esa intromisión inclina con su presencia y con sus palabras la balanza de un proceso que debe ser equitativo y en este caso la inequidad proviene de una autoridad que hace mal uso de su función y la contravención que amerita el castigo o sanción no se hace presente, originando que con eso la arremetida contra los opositores sea mayor.
Cuando es desde el poder desde donde surge este hecho, el elector tiende a desalentarse precisamente porque considera que todo está resuelto y que carece de objeto ir a votar cuando el titular del poder ejecutivo recrimina como si fuera un candidato más a la oposición. Esa falta de madurez o más bien esa intromisión, que debo considerar deliberada no es sana en una democracia que tiene reglas para su proceso.
Si miramos el abstencionismo que hubo en el 2018 nos daremos cuenta que esa fue la mayor fuerza que intervino en el proceso presidencial. Hubo un 36% de abstención contra 34% del partido en el gobierno actualmente y 30% que fue la suma de todas las participaciones de los partidos actualmente de oposición. Fue notorio el número de mexicanos que no asistieron a votar. Hoy, con esas actitudes desde el gobierno, se corre el riesgo de que el abstencionismo sea más mayor que en 2018. Eso no es conveniente porque produce gobiernos débiles o en este caso poderes legislativos muy frágiles y sin verdadero sustento social o con un sustento social guidado desde el interior del gobierno, lo que en sí es delicado y contraviene cualquier principio democrático que debe de dejar al pueblo a que elija libremente.
El ciudadano votante, debe reflexionar sobre la necesidad de asistir a votar para decidir qué tipo de sociedad quiere ver reflejada en su distrito y en general en la nación y el presidente debe ser sancionado para que deje de influir con sus opiniones en este cercano proceso que nos dará el rumbo a seguir ya sea que se continúe con lo que ahora hay o bien se modifique, porque será precisamente el congreso a través de los diputados federales, uno y desde luego vital organismo que puede modificar, cambiar o rechazar cualquier propuesta o proyecto de ley que no se ajuste verdaderamente a las necesidades de la sociedad. ¿Sancionarán al Presidente? ¿Impunemente seguirá metiendo las manos en el proceso electoral? ¿Para qué queremos una autoridad electoral tibia que solo a medias cumple con su obligación?