A Nivel Banqueta - Un día sin violencia
En opinión de Francisco Valverde Prado
Imaginemos por un día, una Cuernavaca sin violencia. ¿Cómo serían nuestras calles, nuestras bardas y muros, nuestra imagen urbana? ¿En qué cambiaría nuestra calidad de vida?
Para muchos de nosotros que aquí nacimos o llevamos muchos años habitando Cuernavaca, nuestra urbe solía ser un espacio de paz. Muchos caminamos los parques y jardines sin sentirnos amenazados. Jugábamos frente a nuestras casas y andábamos en bicicleta sin peligro alguno, salvo el riesgo natural de hacerlo.
Ir a la tiendita, comprar un refresco, platicar con el vecino y caminar entre algunos de los terrenos baldíos, era la vida de cualquier puberto, sin importar su condición o clase social.
Hoy, nos hemos acostumbrado a la violencia, a la nota roja, a los descuartizados, a nuestros desaparecidos, a vivir encerrados y detrás de grandes bardas o rejas protectoras. Muchos nos preguntamos, ¿qué nos pasó? ¿Cómo llegamos a esta realidad tan sangrienta? Las teorías que lo expliquen, podrán ser muchas y todas ellas muy validas. Lo cierto es que el narcotráfico estalló, se propagó y tejió una nueva cultura entre los mexicanos: la narcocultura.
Nuestras ciudades crecieron, la globalización llegó y la pérdida de identidad en muchas de las calles de nuestro país, se volvió una constante. Los muros entre unos y otros, comenzaron a acentuarse y en consecuencia, a dividirnos de manera más violenta y agresiva. La imagen urbana de nuestra ciudad, Cuernavaca, comenzó a deteriorarse aún más, convirtiéndonos en una ciudad visualmente agresiva.
El resultado de este espiral de descomposición, terminó por lastimar a los más pobres. Devaluando su condición e identidad, “ellos”, perdieron mucho de lo que históricamente les permitía vivir con dignidad, sus oficios, habilidades laborales y pequeños negocios. Para muchos de ellos (no todos), la narcocultura se convirtió en la única posible solución. Las redes del narcotráfico terminaron por devolverles un sentido de pertenecía, de comunidad y de valor social.
¿Qué podemos hacer? ¡Hacer comunidad, repensar nuestras ciudades! Derribar los muros entre unos y otros, espacios públicos para todos, donde los distintos grupos sociales puedan convivir y estar. A Cuernavaca le urge un rediseño de su espacio, no sólo físico, también económico. Cuernavaca necesita de recursos, mismos que no será posible tener sin la ayuda de todos y todas.
Si queremos una Cuernavaca sin violencia, tendremos que recuperar nuestras calles, nuestro Centro Histórico, nuestros mercados municipales, atractivos turísticos, nuestros bosques y barrancas. Todo esto será posible si logramos construir una gran alianza entre iniciativa privada y gobierno, una que permita construir nuevos proyectos, a corto, mediano y largo plazo.
Sin la iniciativa privada, la ciudad de Cuernavaca jamás saldrá adelante, los empresarios son los únicos capaces de generar riqueza que pueda traducirse en más y mejores empleos, en un nuevo modelo de ciudad que pueda disminuir la brecha entre ricos y pobres. No nos hagamos bolas, Cuernavaca necesita de millonarias inversiones para lograr salir adelante. Millones que no tiene el Ayuntamiento de Cuernavaca ni tampoco ha demostrado ser capaz de administrar. En todo caso, lo que necesitamos es un ayuntamiento que ordene, regule y ponga las reglas del juego.
Para lograr tener una Cuernavaca en paz, necesitamos un nuevo proyecto de ciudad. Una Cuernavaca verde del siglo XXI.
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