¿Nuevo Dogma?
En opinión de César Daniel Nájera Collado
Los humanos vivimos en un universo tan caótico que intentamos crear certidumbre de manera constante y duradera; he ahí una de las causas para la aparición de las religiones. Sin embargo, como recalcan innumerables textos históricos, muchas de estas instituciones llegaron a convertirse en poderes dogmáticos y controladores, siempre alimentándose del afán y necesidad de crear paradigmas. Aquí es donde aparecerán los rebeldes, científicos que aguantaban arrestos domiciliarios con tal de buscar nuevas respuestas y escapar las estructuras limitantes. Y así, la ciencia comenzó a tomar poder y credibilidad, hasta convertirse en lo que conocemos hoy.
Si bien uno de los aciertos de la ciencia es su considerable grado de descentralización institucional, temo que, bajo el deseo de encontrar conocimientos “certeros”, se esté convirtiendo en algo sumamente restrictivo. Pero no solo eso, sino que al ser ahora el poder imperante en cuanto a la aceptación de las cosas, muchos otros tipos de conocimiento se ven descalificados o forzados a adaptarse sin tregua.
El astrofísico Neil DeGrasse Tyson dijo en una entrevista para CNN en el 2011 que “lo bueno de la ciencia es que es verdad, creas o no en ella”. Sin embargo, no tomó en cuenta que, como escribió Nietzsche en 1886, “no hay hechos, solo interpretaciones”. Actualmente casi todo lo dicta e interpreta la ciencia, puesto que es considerado lo más convincente y acertado, pero no olvidemos que, en algún punto —e incluso para algunos ahora—, lo más convincente fue que el hombre se originó del barro, y la mujer, de una costilla. Que viva la ciencia, sí, pero que también deje vivir. Lo último que deseo es a la humanidad entera conforme y abnegada, sin importar qué sea lo que se acepte.