El Tercer Ojo - Abundando sobre la Inteligencia Artificial (IA) y la Singularidad: Más allá de la “experiencia” pero más acá de la vivencia.

En opinión de J. Enrique Alvarez Alcántara

El Tercer Ojo - Abundando sobre la Inteligencia Artificial (IA) y la Singularidad: Más allá de la “experiencia” pero más acá de la vivencia.

 

“Entonces, dentro de un ecosistema, desde el más pequeño a los más grandes, identificamos una placa aperceptiva común que permite percibir, antes que tener información. No es lo mismo tener información que hacer la experiencia (...) En el fondo es una producción de apercepción común distributiva (…) Porque no hay fusión de los cuerpos, sino emergencia de una superficie aperceptiva común que habilita otro tipo de potencia. Los seres vivos (y, agrego yo, humanos) recortamos o experimentamos (diría yo, vivenciamos) de acuerdo a un recorte que se debe a la percepción. La máquina no selecciona ni percibe nada; el captor tiene los límites que su estructura material le da. A la máquina le da igual si ayer escuchó rock y hoy escucha Vivaldi (...)”.

 

Miguel Benayasag.

 

Estimados lectores de nuestra columna semanal El Tercer Ojo, dando continuidad a nuestras ideas y reflexiones sobre lo que desde hace dos  colaboraciones hemos tratado de argumentar con respecto a los riesgos que entraña asumir posturas sustentadas en la “falacia mereológica”, en las tesis reduccionistas, eclécticas y eliminacionistas, ahora me propongo exponer algunos elementos de juicio sobre el carácter irreductible del ser humano, del sujeto de la actividad y, desde luego, de su actitud intencional y, sobremanera de su singularidad.

 

No tengo duda alguna sobre ello; desde que era muy pequeño me pude percatar de que la idea de “normalidad” es inadmisible sin ser acompañada de la idea de la “singularidad”, es decir, que lo “normal es lo singular”, lo “normal es lo diferente”, lo “normal es lo diverso”.

 

¡Vamos! Aunque ello no parezca fenomenológicamente obvio, ni siquiera los “gemelos idénticos” (monocigóticos y univitelinos) son literal o realmente idénticos; no vivencian, perciben, imaginan, recuerdan o piensan de modo idéntico su mundo histórico-cultural, ni su existencia, ni su ser. ¡Vamos! Otra vez dicho, son dos personas distintas, strictum sensu. De ninguna manera “procesan información neutra”, neutra como el “Jabón medicinal del ‘Perro agradecido’”; el acto de percibir no es neutral ni, mucho menos, castrado de vivencias afectivas, emocionales, ideológicas o condicionadas histórica y culturalmente ¡No! Quizás por ello prefiero el término psicológico de origen ruso “Perezhivanie” –sugerido por el psicólogo soviético Lev S. Vigotski– a diferencia del concepto “Experiencia” —con un significado y sentido filosófico y empirista— que posee la peculiaridad de concebir íntegra, sistémica y dinámicamente al sujeto de la actividad psicológica, con todos y cada uno de los componentes de naturaleza psicosocial que entraña. Considero aquí, sin dudarlo, la categoría de “Personalidad”, como rasgo distintivo de esa singularidad que nos distingue.

 

Ningún otro miembro de cualquier otra especie no humana, mucho menos los sistemas computacionales o que poseen la IA, disponen de ese componente específicamente humano, distintivo de nuestra singularidad colectiva e individual; a saber, la personalidad.

 

Aquí se consideran desde luego los rasgos de carácter, sentimientos, valores, creencias, intereses o, la “esfera motivacional y de intereses” que constituye el núcleo de la “personalidad”.

 

Como bien sabido es, el conocimiento humano es inexistente al margen de ello.

 

Pues bien, lo antedicho no significa, para nada, que la singularidad sea una isla separada de la generalidad y de los eventos de naturaleza colectiva y que forman parte de la unidad –que no identidad– como base de los diferentes sentimientos de pertenencia.

 

La ancestral dicotomía singularidad y diversidad vs generalidad y homogeneidad es, naturalmente, insostenible. No son polos opuestos ni antagónicos, no son mutuamente excluyentes; son parte de una unidad sistémica, dinámica y compleja. Son una “unidad dentro de la diversidad”.

 

Mucho más cuando se trata de evitar caer en la atribución de rasgos y características específicamente humanas a las creaciones, también humanas, como lo son todas las  obras técnicas, entre ellas la IA y los sistemas robóticos y computacionales que, sin duda, permiten –o al menos debieran hacerlo– afrontar exitosamente algunos problemas que, por nuestras limitaciones, demandan ese proceso de desarrollo científico-técnico.

 

Para cerrar esta colaboración y para quienes deseen profundizar este asunto recomiendo ampliamente el libro La singularidad de lo vivo, de Miguel Benaayag, Editorial Prometeo, Buenos Aires, Argentina, 2019.