Características de un gobierno con eficiencia

Alejandro Cruz Solano en Cultura

Características de un gobierno con eficiencia

Cada vez desarrollamos dos problemas desde una perspectiva en la relación gobierno-gobernados, hay un desencuentro profundo entre los políticos y sus pueblos; la tendencia de los políticos es a armar su agenda situados alrededor de los intereses de grupos y partidos y sin proyecto. El segundo problema es que, toda gobernabilidad requiere un liderazgo con visión, legítimo y capaz de resolver conflictos. Ninguna de esas cosas se dá en nuestros gobiernos ni en los líderes de los partidos. La ingobernabilidad tal como la vivimos en algunos estados y en el país tiene que ver con estos dos factores, el desencuentro con la amplia audiencia ciudadana y la ausencia de liderazgo. Pero ¿Qué significa cada uno de estos? En primer lugar hablemos de la gobernabilidad. Entendemos a esta no tanto a los atributos de un gobierno sino a su capacidad para enfrentar los retos y las oportunidades específicos que se nos plantean. La gobernabilidad es la capacidad de un gobierno para saber mantener un equilibrio y una sana relación entre el sistema institucional, las capacidades de los actores políticos, económicos y sociales y finalmente la capacidad transformacional de los liderazgos. Por eso, hablar de la gobernabilidad no es tanto preocuparse por tener un buen gobierno aunque esto esté incluido, la gobernabilidad es crear valor no solo en el sentido de la satisfacción individual -materialmente hablando -, sino en la forma en cómo se establecerá la nueva arquitectura social en la que los individuos y grupos buscaran su utilidad. Por eso la gobernabilidad requiere de estrategias de creación de capacidades para movilizar y orientar a la sociedad a una nueva cultura política del cual se desprendan las acciones en que esta pueda enfrentar los retos de manera colectiva; en términos generales, la gobernabilidad demanda una agenda con características como anteriormente planteaba. También hoy necesitamos liderazgo en nuestros gobernantes, este es una parte vital para el cambio institucional. Heifetz (1994) plantea que este significa “Movilizar a la gente para que enfrente sus problemas, encare decisiones dolorosas y aprenda nuevas formas de ser.” Es claro que un liderazgo que sea capaz de transformar a las instituciones exige, en primer lugar, visión. La formulación de la visión requiere a). La comprensión de los intereses a corto y largo plazo de un amplio espectro de actores sociales; b). Una percepción afinada de los equilibrios implicados en los arreglos institucionales vigentes; c). Conciencia suficiente de los impactos que las tendencias y fuerzas van a tener sobre la sociedad y sus principales actores. Lo decisivo no es que la visión sea innovativa, sino que conecte con los intereses y motivaciones de amplias audiencias (Kotter, 1990).  En segundo lugar todo liderazgo requiere legitimidad. La legitimidad es lo que permite que funcione una comunicación efectiva entre el liderazgo y sus audiencias, en algunas partes de América Latina actualmente se han construido liderazgos legítimos no porque tengan la habilidad de comunicar sino porque son creíbles y confiables ante sus audiencias.  Es decir, no solo son factores personales los generadores de la confianza y la credibilidad en un líder sino que son producto de las percepciones sociales ante las consistencias entre el discurso, las acciones y resultados. Un tercer factor importante en el líder es su capacidad para tratar adecuadamente los conflictos. El conflicto puede ser un estímulo, un desafío al proceso de aprendizaje. Desarrollo en el sentido de convertir toda demanda, todo valor y motivaciones conflictivas en curso de acción coherente. Desde esta perspectiva es urgente modificar nuestras formas de situar a los liderazgos versus autoridad.  La autoridad es formal, es un pacto. La autoridad se instala a través de un pacto y para la demanda de un servicio expresado en un mandato. Todos los gobiernos electos por la vía electoral son autoridades formales. Sin embargo, antes de ser autoridades formales son autoridades informales, es decir, ejercen el liderazgo para atraer votantes y cuando llegan a ser autoridades formales deberían seguir ejerciendo la influencia de líderes, situación que pocas veces sucede, lo cual refleja una decadencia en el poder y en el ejercicio del liderazgo.